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 domingo, 17 de diciembre de 2006  
Uno más uno no siempre es 2

Julio Villalonga

La economía no es una ciencia dura, exacta. Uno más uno no es, necesariamente, dos. Y cuando la política mete la cola, las ecuaciones y la econometría pasan a convertirse, a veces, en galimatías de incierto resultado, y muy probablemente manipulables.

La economía argentina atraviesa un ciclo de bonanza que se explica por varios factores, pero el problema de fondo que enfrenta es la sensación en vastos sectores del ala política del gobierno de que lo que está llegó para quedarse. El exitismo es el problema. En rigor, el dólar alto hoy explica sólo parte del superavit fiscal. En gran medida, el azul en las cuentas públicas tiene su origen en los precios mundiales de nuestros productos, que están dos y tres veces por encima de los promedios históricos.

Pero analicemos otra pata de la política económica oficial, la de los precios. Por decirlo casi de un modo jocoso, la administración Kirchner adoptó una posición "peronista" en este punto, una "tercera vía" que no es ni el control de precios tradicional ni la absoluta libertad de los mercados. Las acciones del secretario Guillermo Moreno parecen inclinarse más hacia la primera opción pero, como en tantos otros aspectos, el gobierno dice que hace algo pero las acciones no van del todo por ese camino.

Dos ejemplos de distancia entre lo anunciado y la realidad. El primero es el grandilocuente lanzamiento de los préstamos hipotecarios para que los inquilinos dejaran de serlo. Después de largas negociaciones, posteriores al anuncio, el gobierno sentó a un grupo de banqueros en el salón Blanco de la Casa de Gobierno para informar a la población que trece entidades habían adherido a un plan oficial para bajar las tasas y permitir que cientos de miles de personas que alquilaban pudieran adquirir las mismas casas en donde vivían.

En rigor, los banqueros no firmaron ningún compromiso. Algunos de ellos alinearon las tasas que ofrecían con las que ya venía cobrando el Banco de la Ciudad de Buenos Aires, que orillan el 10 % anual con los gastos incluídos. Claro, cuando la gente comenzó a averigüar en las sucursales por el plan que el gobierno había anunciado, rápido comprobó que con una cuota equivalente al alquiler que ya pagaban apenas si podían comprar en el mismo barrio un departamento de la mitad de la superficie que el que habitaban. O que debían mudarse a un lugar más barato para conservar la misma superficie.

El segundo ejemplo es el de los precios de los autos. Hace muy poco las autoridades económicas se sentaron con los directivos de las automotrices y al salir de la reunión aseguraron que habían acordado que no habría aumentos de precios durante 2007. Los empresarios, en su mayoría extranjeros, se quedaron atónitos al escuchar lo que el gobierno decía que habían acordado. Por supuesto tampoco habían firmado ningún compromiso y, por el contrario, le habían advertido a los funcionarios que las fábricas de autopartes estaban en el límite de sus posibilidades por la caída de la rentabilidad.

Si hubo un acuerdo éste estableció que las terminales no podrán aumentar los precios de los autos más allá de lo que impacten en éstos los aumentos de los insumos (y en este rubro hay dos que, sin ninguna duda, ya sabemos que tenderán al alza: las tarifas de la energía y los salarios).

Tanto en el primer caso como en el segundo, la sorpresa que nos da la ciencia económica son los llamados "factores de distorsión", que son aquellos por los cuales nunca la cuenta de uno más uno da inevitablemente dos. En el mercado financiero, los bancos locales no consiguen préstamos baratos pero, además, sus actuales ganancias provienen de los gastos que les cobran a los particulares y del endeudamiento de corto plazo, comercial, que requieren las empresas grandes y medianas. Esto explica la inflexibilidad a la baja de las tasas.

En el ascendente mercado automotriz, donde la competencia es feroz, un factor distorsivo es el liderazgo de la alemana Volkswagen, que retiene un 25% de market share. ¿Cómo? En gran medida por el auto más vendido del mercado, el modelo Gol, que es importado de Brasil a un precio que permite venderlo aquí más barato que en el mercado de origen. ¿Otra vez cómo? Su fábrica argentina de cajas de cambio exporta casi toda su producción y, de alguna manera, le permite subsidiar el precio del Gol, que a su vez es un "precio testigo" e impide que sus competidores aumenten los suyos. En suma, lo que se dice un verdadero caso de distorsión "positiva".

La empresa que dirige el austríaco Víctor Klima es líder en varios rubros: es la que más vende, una de las que más exporta, y la que más trabajo da. Por otra parte, Klima mantiene una clara sintonía política con el matrimonio de Néstor y Cristina Kirchner, que lo ven como el modelo de capitalista que quisieran para la Argentina. Huelga decir que Klima es brillante como administrador pero también que es eso, un administrador, no el dueño de VW, y por tanto alguien que no podría ofrecerse como faro a una naciente burguesía nacional.

Ahora bien, como está claro, el gobierno aprieta donde ve que puede y cede donde ve que no tiene otra opción. A la hora de los discursos, siempre busca mantener la dignidad intacta, como aquel personaje creado por Les Luthiers, don Rodrígo Díaz de Carreras, quien cada vez que enfrentaba a los indígenas americanos afirmaba: "Mi dignidad está en juego y de aquí no me muevo". Pero el locutor continuaba el relato: "Quinientos kilómetros más al Sur, don Rodrigo...".

La economía seguirá siendo una ciencia blanda, los precios de nuestros commodities serán parecidos a los actuales al menos durante el próximo lustro, la política de "precios apretados" llegó para quedarse y la distancia entre la realidad y los discursos amenaza con ser más amplia. En medio de la prosperidad el gobierno no da señales claras: con las inversiones en infraestructura no basta. Desde todos los sectores le reclaman un modelo previsible, sea cual sea. El que elija. Y los astros están alineados.
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