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 domingo, 17 de diciembre de 2006  
Para beber: El hada verde

Gabriela Gasparini

Desde hace días me ronda la idea de las costumbres que se van perdiendo, vaya una a saber bien por qué. Por ejemplo, y muchas lo recordarán, el hábito que teníamos, y ninguna lo esquivaba (es más, de chiquitas practicábamos la mejor forma de consumar el ritual). Estoy hablando de ese que nos llevaba a sujetar la pollera con las manos por detrás de las piernas antes de sentarnos. ¿Qué fue de esa manía por estirar y dejar lo más lisita posible la falda, para recién entonces depositar nuestros reales sobre ella, en qué momento dejó de practicarse? No tengo registro, pero hace rato que no veo a nadie hacerlo.

Claro que hay usos que desaparecen por un tiempo para retornar, dicen, con más fuerza. Quizás tampoco sea tan así, pero vuelven y se instalan como parte de la tradición popular. Me refiero, para ser más exacta, a la tan mentada reentré del ajenjo. Todavía no parece haber pisado fuerte en nuestra ciudad, pero sí en otras por lo que seguramente no van a tardar demasiado en cubrirse de verde las barras de los bares rosarinos.

En épocas de Napoleón III era toda una paquetería reunirse en los cafés a última hora de la tarde, precisamente conocida como "la hora verde", nombre que obedecía al color de la absenta o extracto de ajenjo. También llamada "el hada verde", en 1915 sufrió su propia ley seca debido a varios asesinatos que fueron perpetrados bajo sus efectos, y a la necesidad de mantener lo más sobrios posible a los soldados que enfrentaban la Gran Guerra.

Fue mencionado en varios escritos como "musa inspiradora" de poetas malditos y variados artistas. Oscar Wilde escribió: "Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, se ven cosas que no existen. Finalmente, una acaba viendo las cosas tal como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir".

Pero el derrotero de esta bebida comenzó mucho tiempo antes. Ya a finales del siglo XVIII era un licor muy apreciado en Suiza. Para entonces, hasta ese momento un desconocido doctor Ordinaire, no tenía reparos en recetar a diestra y siniestra, y cualquiera fuera el mal, un brebaje elaborado en base a una hierba conocida como ajenjo. Sin embargo, no parece haber sido el primero como muchas de las pócimas que conocemos en la actualidad: También los egipcios recomendaban su uso como tónico, estimulante, antiséptico para bajar la fiebre y calmar los dolores menstruales, en síntesis, servía para casi todo.

La cosa es que del pequeño país del gruyere pasó a Francia donde la fama de sus efectos lo volvieron irresistible para una buena parte de la población, y ese uso irrefrenable terminó llevándolo a la prohibición. El licor original tenía una graduación alcohólica del 70% (hay que estar en forma para no sucumbir rápidamente a sus efectos), y a eso había que sumarle una sustancia alucinógena llamada thujone que tiene la planta con la que se lo elabora. Madres, no desesperar, que lo que se vende ahora no es ni remotamente lo mismo que antes de ser sacado de circulación, empezando por el porcentaje de alcohol.

Y servirlo tampoco es tan sencillo. El licor, como ya dije es verde, pero no se toma solo, se le agrega agua fría lo que lo vuelve de un blanco lechoso como en el caso de los licores de anís. Quienes lo prefieren con un dejo dulzón pueden agregarle azúcar. En ese caso, es necesario contar con una cucharita especial que viene con agujeritos, el azúcar se pone sobre ella, y el agua destilada se vierte sobre el terrón de modo que se vaya disolviendo y cayendo sobre el ajenjo. Algunos ahí dan por terminada la faena, lo revuelven y lo toman; los más exquisitos, junto al agua echan otras gotas del licor, le prenden fuego al azúcar y agregan más ajenjo, recién entonces se dedican a beberlo con pasión.

Se le atribuyen momentos trágicos como ser el causante de la pelea que terminó con el corte de la oreja de Van Gogh; o que el tiroteo entre Rimabaud y Verlaine fue después de su ingesta. Nadie lo sabe con certeza, lo cierto es que después de mucho tiempo parece estar de vuelta, y no sé si es una buena noticia.
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