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 domingo, 17 de diciembre de 2006  
El cazador oculto: "Nostalgias de las promesas de Mad Max"

Ricardo Luque / Escenario

Traje de cuero, pelo ensortijado, mirada extraviada. En un camino polvoriento, parado junto a un Ford Falcon amarillo, con una insaciable sed de venganza revolviéndose en sus entrañas. Ese es el mejor Mel Gibson, el "Mad Max", una aventura futurista con olor a pólvora y vértigo de rock and roll. Una pesadilla con al acelerador a fondo en un desierto donde no hay un socio mejor que una pistola humeante y un tanque repleto de combustible. Apenas arrancaban los 80, todavía resonaba en los tímpanos el falsete de Barry Gibb cantando "Staying Alive", la ciencia ficción asomaba en el cine como un gran espectáculo. George Miller dirigió la película en Australia, con un reparto de actores locales y un protagonista que, aunque hablaba con el típico acento de los barrios bajos de Sidney, era norteamericano. Había nacido en Peekskill, Nueva York, pero cuando cumplió 12 años su padre abandonó Estados Unidos para evitar que sus hijos fueran enrolados para la Guerra de Vietnam. Peter Weir se interesó en el joven que encarnaba al desangelado Max Rockatansky y lo contrató para que actuar en "Gallipoli". Después de lo llevó a Hollywood para que fuera la estrella de su primera película para un gran estudio, "El año que vivimos en peligro". El resto es historia conocida. La misma, más o menos, de la de cualquier otro actor que desembarca en la Meca del Cine con un gran éxito. Una saga de súper acción, autos deslumbrantes, mujeres hermosas. Pero Mel había sido criado por un severo padre cristiano huyó de las tentaciones casándose con una buena mujer, formando una familia numerosa y yendo a misa cada domingo. Lo que no pudo es dejar escapar su gran oportunidad y dirigió y protagonizó "Corazón valiente". Más acción, más violencia, sólo que ambientada en Inglaterra, en tiempos del rey Eduardo I. Vivió su noche soñada en la entrega de premios del Oscar. Se llevó al estatuilla de mejor película y mejor director. Ya consagrado, se abocó a su obra cumbre, "La pasión de Cristo". Más acción, más violencia, sólo que con una profunda inspiración cristiana. Todo iba bien hasta que bebió de más y se despachó con una sarta de insultos antisemitas contra el policía que los sorprendió al volante borracho. Un exceso. ¿De alcohol o de sinceridad? Poco importa, al menos para sus seguidores norteamericanos que, pese a la polémica que causó su reacción, bendijeron el estreno de su nueva película, "Apocalypto".
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