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 sábado, 04 de noviembre de 2006  
Un informe de la Unesco advierte sobre las falencias en la educación de los más chicos
El nivel inicial: un derecho social en la agenda educativa
Un jardín comunitario de la zona oeste de Rosario busca generar un espacio de contención y enseñanza para chicos de familias pobres

Por Matías Loja / La Capital

Los niños son el futuro. La frase bastardeada y reproducida hasta el hartazgo es pisoteada a diario por una realidad, construida por personas de carne y hueso, que parece signada por una negación absoluta a revertir esas biografías anticipadas de niños menores de 5 años que, ya a esa edad, parecieran tener su destino sellado.

La violencia familiar, la pobreza y la marginación social, en todas sus variantes, sepultan el sueño inconcluso de miles de chicos por un presente que les sirva para esquivar la tragedia infantil de generaciones enteras, fuera de todo sistema, excluidos en lo económico, en lo social y en lo educativo.

Un millón de niños sin jardín ni preescolar es uno de los datos que muestra un estudio elaborado por la organización Periodismo Social en base a los últimos datos disponibles del Ministerio de Educación de la Nación.

Jardín maternal (desde los 45 días a los dos años), y jardín de infantes (de 3 a 5 años), son los dos ciclos en los que está dividido en la Argentina el nivel inicial de la enseñanza. Etapas que, pese a que son fundamentales para el desarrollo emocional e intelectual, así como determinantes del éxito o fracaso de las trayectorias educativas, no llegan a todos los chicos.

Asimismo, el estudio de Periodismo Social indica que mientras que en los hogares por debajo de la línea de pobreza la asistencia de los chicos al nivel inicial es de un 47 por ciento, en el resto de las familias argentinas el ingreso a este tipo de enseñanza ronda el 60 por ciento.

Este y otros datos similares hacen que la agenda educativa mundial muestre hoy entre sus ítems más destacados la educación de la primera infancia, sobre la cual se realizan programas destinados al desarrollo físico, cognitivo y social de los menores de 5 años. Aunque los indicadores también señalan que los esfuerzos aún no son suficientes para revertir la exclusión social y educativa infantil.

“Mejorar la situación de vida a la edad más temprana tiene que ser un elemento nuclear en la educación y la lucha contra la pobreza”, manifestó a fines de octubre el director general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Koichiro Matsura, al informar que la mitad de los países del mundo no posee ofertas educativas para los más chicos.

Alerta a la que también se ha sumado la Internacional de la Educación, nucleamiento de los sindicatos docentes del mundo, que en su informe de seguimiento de la “Educación para todos” (uno de los Objetivos del Milenio acordados por la ONU para el 2015), indica que las políticas educativas deben centrarse en la primera infancia.

Pero en tren de buscar alternativas concretas para atender la problemática de los más chicos, distintas experiencias comunitarias, con el apoyo de organismos estatales, proponen espacios de contención, juego y enseñanza para que los chicos de familias de escasos recursos tengan las mismas posibilidades educativas que el resto de los niños del país.

Como los 120 chicos de entre 2 y 5 años que asisten todos los días al Jardín de Infantes “Victoria Walsh”, que funciona en el Centro Crecer homónimo de Amenábar al 4.300. Cerca de 70 niños por la mañana, y 50 por la tarde, concurren al jardincito, provenientes en su mayoría de los asentamientos precarios conocidos como Villa Banana y Villa La Boca.

“Acá casi toda la gente tiene relación directa o indirecta con el Mercado de Productores de Rosario (Avellaneda y 27 de Febrero), lo cual nos llevó en su momento a fundar una cooperativa de changarines, pero como muchas familias no tenían dónde dejar a sus hijos mientras trabajaban, decidimos crear una guardería materno-infantil”, comenta Raimundo Luján, uno de los responsables de la propuesta.

El jardín, integrado al Instituto para el Desarrollo Comunitario (Idec), contaba en sus inicios sólo con una salita con capacidad para 30 niños por turno (mañana y tarde), en la que también se daba la copa de leche. Hasta que el 18 de noviembre de 1996, y en convenio con el Programa Materno Infantil y Nutrición (Promin) del Ministerio de Salud de la Nación, se inauguraron las actuales salas infantiles del “Victoria Walsh”.

A su lado, su mujer María del Carmen Arino, docente y directora del jardín, cuenta que el desafío cuando decidieron instalar esta experiencia, estaba centrado en la idea de que los chicos de la zona, tengan la posibilidad de acceder a la misma educación y formación que tiene un chico de las escuelas del centro.

Junto a María del Carmen, trabaja en el jardín de Amenábar al 4300 una maestra más. Las demás personas son auxiliares docentes que cobran subsidios del Programa de Emergencia Comunitaria (PEC) y madres colaboradoras.

“Tratamos que los chicos puedan ingresar a la primaria bien formados, porque estamos llenos de casos de niños que entran a la escuela y no pueden seguir por problemas de hábitos y de conducta que se deben trabajar a esta edad”, sintetiza Arino.

¡Chau seño!
En el jardín de los vecinos del Mercado de Productores, la tarea de las docentes es apuntalada por profesionales de la psicología y del trabajo social, un esfuerzo que propone sumar miradas y aportes a este espacio de inclusión socioeducativa en un contexto de extrema pobreza.

“Tenemos papás que están presos, familias sin trabajo, hechos de violencia y madres solteras”, comenta la directora de la institución sobre los hogares de los chicos que concurren al “Victoria Walsh”.

Por ello, para la directora del establecimiento es imprescindible apuntar de manera urgente a una capacitación de los docentes que ejerzan tareas en sectores vulnerables. “Con las herramientas de la formación docente hay problemas cotidianos que muchas veces no podemos resolver”, apunta la directora.

“Hacemos lo más que podemos, pero a veces cuando paso por un semáforo, y un chico que limpia vidrios, y que pasó por el jardín, me dice ¡chau seño! es para mí un fracaso, y así tengo un montón de esos saludos que duelen”, comenta Arino.

Pero el compromiso asumido con sus propias vidas, y las de los 120 chicos del jardín, hacen que día a día las maestras del “Victoria Walsh” sigan intentando, aún con las carencias, sostener un espacio de contención social e inclusión educativa para revertir esas biografías anticipadas de los chicos de las villas de la zona.


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Al jardín "Victoria Walsh" asisten chicos de Villa Banana y Villa La Boca.

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