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miércoles,
01 de
noviembre de
2006 |
Fidel vive
Pablo Díaz de Brito / La Capital
El Líder Máximo camina, habla y hasta marcha. Patéticamente. Dice, mirando a la cámara: "Vean cómo uso el teléfono para tomar decisiones". Y levanta un tubo que, claramente, no tiene a nadie del otro lado. Su semblante es el correspondiente a un hombre de 80 años que padece una enfermedad grave. Su voz, ronca y apagada, ratifica esa impresión, que las nuevas imágenes transmiten de manera abrumadora.
El anciano, vestido con un conjunto de gimnasia de la selección nacional de atletas, que, se presume, debe darle aspecto sano y juvenil, muestra los diarios del día, Granma y Juventud Rebelde. Pruebas de que a la fecha está vivo, que todos los rumores que corren por La Habana y Miami son puras fabulaciones.
El último video de Fidel, si algo demuestra, además de su muy precario estado de salud, es que el líder de la revolución cubana ha caído víctima de su propia criatura. Que el aparato del poder cubano lo utiliza impiadosamente, manejándolo como una marioneta. "Vean, Fidel vive y no está tan mal", es el crudo mensaje de los medios cubanos.
Medios que utilizan un lenguaje visual y un estilo narrativo dignos de una remake en tono de parodia de los años 50. Esta modalidad arqueológica de comunicar ya se había hecho evidente el día en que debieron informar de la grave enfermedad del líder. Un tenso secretario leyó con tono marcial y sin mirar a la cámara el mensaje que supuestamente escribió Fidel desde su lecho de enfermo, apenas operado.
Resulta casi inevitable asociar este arcaico estilo informativo con el usado hace un par de semanas por la presentadora de la TV de Norcorea para anunciar, con una sonrisa espléndidamente idiota, que su país había hecho estallar una bomba atómica. Una pieza digna de un museo de la información producida por un país aún stalinista. Como Cuba.
Y es típico de estos regímenes hacer una manipulación despiadada de sus líderes cuando caen enfermos al final de sus vidas. Fue el caso de Franco, mantenido con vida durante semanas, mientras los noticieros del régimen propalaban absurdos informes sobre lo bien que se recuperaba el Caudillo. También de Mao, o de Brezhnev, hecho un zombie en el palco de la Plaza Roja.
Ahora le toca a Fidel. Y el Comandante, dócilmente, obedece a la implacable maquinaria de manipulación que él mismo creó.
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