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 sábado, 28 de octubre de 2006  
Hechos repetidos. Mataron a un hombre de 88 años que vivía solo en los confines de barrio Echesortu
Hallaron asesinado en su casa a un maestro rural jubilado
Estaba atado y muy golpeado, en apariencia ahorcado. Le sujetaron brazos y piernas con corbatas. Lo descubrió su hija

Leo Graciarena / La Capital

"¿Qué pasó?", preguntó ayer a la tardecita una vecina en Montevideo entre Crespo e Iriondo. "Mataron a don Honorio", le respondió una de las doñas que se acercaron "sin poder creerlo" hasta la entrada del 3328 de Montevideo. "Tenía las manos y los pies atados. Lo ahorcaron con una corbata", le susurró la mujer. Dos policías en la puerta daban mala espina. La hija de Honorio Sklate, un maestro rural jubilado, llegó a visitarlo cerca de las 19 como todos los días. Cuando subió al departamento de planta alta y encontró a su papá, de 88 años, muerto en el baño. Su habitación estaba revuelta y la víctima estaba maniatada. "Estaba atado de pies y manos, muy golpeado", explicó una fuente policial. "Este hombre no era de los que le abren la puerta a cualquiera. Cuando alguien tocaba el timbre, abría la ventana de la planta alta y espiaba antes", comentó otro investigador en el lugar del hecho. "Le habrían robado menos de 1.000 pesos que estaba ahorrando para comprar un split (acondicionador de aire)", precisó.

"Estoy indignado. ¿Por qué hacerle esto a una persona tan buena? Estamos entre enojados y atemorizados". La sentencia, tirada al aire por un vecino de la cuadra, operó como denominador de la gran mayoría de los que se acercaron hasta la casa del homicidio. Hasta ayer, Montevideo entre Crespo e Iriondo, a una cuadra del nuevo Heca, era "una cuadra tranquila", como coincidieron en comentar varios de sus habitantes. Honorio era un típico habitante del barrio. Hacía cuatro años que había enviudado. Varios de sus vecinos se acercaban al lugar como podían para saber "si era cierto que lo mataron", como susurró una abuela con bastón.

Honorio fue maestro rural. De los de alma. Había trabajado en la zona rural de Máximo Paz, según comentaron sus vecinos, y vivía de su jubilación como docente. "Un tipo íntegro. Muy lúcido. Estaba muy bien. Salía todos los días a hacer los mandados", contó uno de sus vecinos que anoche velaban la salida del cuerpo hasta la mortera.

Vivía solo en un departamento de planta alta, con dos ventanas a la calle, sin conexión con la casa de abajo. Para llegar al departamento, una vez que se se traspasa una puerta sin picaporte del lado exterior, hay que subir por una escalera de pasillo. Así, desplegada hacia la derecha y unidas por un pasillo, hay tres habitaciones, una cocina y el baño. En ese lugar, entre la ducha y el bidet, hallaron el cuerpo de don Honorio. Estaba vestido. Sus manos y sus pies, maniatados con corbatas. Llevaba "entre seis u ocho horas muerto", como confió un vocero consultado. Para entrar hay dos opciones. La puerta de acceso estaba cerrada. Y otra, que comunica la casa propiamente dicha con un patio terraza, también estaba trancada con la llave del lado de adentro.

"El hombre era chúcaro. Cuando alguien le tocaba el timbre, el abría la ventana que da a la calle y espiaba a ver quien era. Si lo conocía, le abría", contó otro vecino. La habitación de la víctima estaba prolijamente revuelta. Tenía hematomas en su cara y su cuerpo, como si lo hubieran torturado para que confesara el escondite del dinero. No había objetos rotos, sino sitios puntuales revueltos. Los lugares comunes donde la gente oculta el dinero o sus efectos de valor. No había signos de lucha o resistencia. "Honorio estaba tirado de costado. Lo habían ahorcado con una corbata", contó un vecino que vio la escena del crimen. "Se ve que antes de irse se tomaron una cerveza", explicó. Sobre la mesa de la cocina, quedó destapada una botella de cerveza a la que le faltaba poco más de un sorbo.

Nadie en el barrio recordaba ayer haber visto algo extraño. Sólo la lluvia de la mañana y los movimientos que generan las obras de expansión que está haciendo la Universidad Católica, ubicada a la vuelta del lugar del crimen. "Hace cuatro años que murió su esposa. Sólo se lo veía en la calle cuando iba a hacer los mandados o las dos veces por semana que iba al cementerio", comentó una mujer mayor. Tenía una sola hija y "estaba feliz porque iba a tener otro bisnieto", describió otro de la cuadra.
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El cuerpo de Honorio fue retirado anoche de su casa de Montevideo 3328.

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