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 sábado, 14 de octubre de 2006  
Reflexiones
Escuchemos y asimilemos: habla Manuel Belgrano

Jack Benoliel

Cuando visité la Universidad de Valladolid, donde Manuel Belgrano se recibió de licenciado en leyes, tuve en mis manos el expediente de bachiller en leyes, es decir, el legajo de estudiante de quien llegaría a ser uno de nuestros más grandes próceres, y pude leer la carta que siendo alumno elevara a las autoridades de la Universidad, solicitando autorización para consultar libros de algunos economistas considerados heréticos por las autoridades religiosas.

Al negársele ese pedido, insiste que se revea la negativa. Los directivos de la Universidad le hacen saber que solamente podría darse curso favorable a su petición si el Santísimo Padre Pío VI desde Roma, autorizara. ¿Qué hace Manuel Belgrano? Le escribe una carta al Papa Pío VI fundamentando su solicitud en conocer directamente el pensamiento de esos autores. El Vaticano hace llegar una dispensa en bien del alumno en los siguientes términos: "Nuestro Santísimo Padre Pío VI, en la audiencia del día 14 de septiembre de 1790, Su Santidad por gracia, y no obstante prohibiciones hechas, ha concedido al suplicante la licencia pedida, y le faculta leer y conservar durante su vida todos y cualesquiera libros de autores condenados aunque sean heréticos, y en cualquiera forma que estuviesen publicados, con tal que los guarde para que no pasen a otras manos, exceptuando los de los astrólogos judiciarios o que contengan supersticiones o que ex profeso traten de materias obscenas. Por orden: J. Mercanti (L.S.)".

Con emoción evoco permanentemente el privilegio que me hizo vivir uno de los momentos más significativos e inolvidables de mi vida, al pasar mi puño bajo la firma original de Manuel Belgrano, por gentileza de la directora del archivo universitario de Valladolid, María Jesús Urquijo. Hay un libro que se titula "Dejé mis lágrimas en Moscú". No temo en confesarlo: Yo "dejé mis lágrimas en Valladolid". No las pude detener. La emoción me venció.

La transcripción de la solicitud a la que hago referencia en los párrafos primeros habla elocuentemente de las inquietudes que en plena juventud tenía el prócer que evocamos. Pero dejemos hablar al general Manuel Belgrano. He aquí sus propias palabras: "Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como al estudio de los idiomas vivos, de la economía política y al derecho público, y que en los primeros momentos en que tuve la suerte de encontrar hombres amantes al bien público que nos manifestaron sus útiles ideas, se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al provecho general, y adquirir renombre con mis trabajos hacia tan importante objeto, dirigiéndolos particularmente a favor de la patria" (Biblioteca de Mayo, Colección de obras y documentos para la Historia Argentina, Memorias, Autobiografías y Diarios y Crónicas publicada por el Senado de la Nación en el año 1960 como homenaje al 150 Aniversario de la Revolución de Mayo).

En la misma publicación, dice que la Revolución Francesa le hizo comprender la variación de las ideas, particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, lo que le permitió valorar las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, afirmando que sólo veía "tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos de que Dios y la naturaleza le habían concedido".

Belgrano había colaborado en 1801 en la fundación del primer periódico publicado en Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil, y después colaboró con Vieytes para la publicación del Semanario de Agricultura.

No estaban muy orientados los patriotas, ya que sin querer fue el mismo Cisneros quien los ayudó a tomar rumbo, con su idea de fundar un periódico y de encargar su dirección y redacción a Belgrano. A fines de enero de 1810, apareció el prospecto del Correo de Comercio de Buenos Aires. "En ese correo -dice Belgrano- salieron mis papeles que no eran otra cosa sino una acusación contra el gobierno español, para ir abriendo los ojos a nuestros paisanos".

Belgrano se muestra como el auténtico precursor revolucionario. La idea de la libertad aparece por primera vez en Buenos Aires, en 1794, en la obra de este patriota, advertido de las nuevas doctrinas sociales y económicas. El sistema político y las leyes restrictivas en las noticias científicas y literarias, motivaron la aplicación no solo de lo que había estudiado sino asimilado e incorporado de sus vivencias en España.

Desde las páginas del Correo de Comercio sostuvo la necesidad de afirmar la libertad de prensa, dándola como base segura de toda ilustración ciudadana.

"Es tan justa dicha facultad -escribía Belgrano- como lo es la de pensar y de hablar, y es tan injusto oprimirla, como lo sería tener atados los entendimientos, las lenguas, las manos o los pies de todos los ciudadanos. Es necesaria para la instrucción pública, para el mejor gobierno de la nación y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se establezca".

"Sólo pueden oponerse a la libertad de prensa -decía el héroe- los que gusten mandar despóticamente; o los que sean tontos, que no conociendo los males del gobierno, no sufran los tormentos de los que los conocen, y no los pueden remediar por falta de autoridad; o los muy tímidos, que se asustan con el coro de la libertad, porque es una cosa nueva, que hasta ahora no han visto en su fuerza y no están fijos y seguros en los principios que la deben hacer tan amable y útil. Pero quitarnos las utilidades de la pluma y de la prensa porque de ellas se puede abusar, es una contradicción notoria y un abuso imperdonable de la autoridad y es querer mantener a la Nación en la ignorancia, origen de todos los males que sufrimos y el arma en que el tirano confía".

Finalmente, bienaventuradas las repúblicas donde reina el imperio de la conciencia. Para ello lo fundamental es la independencia del periodista frente a todos los poderes. Concluimos con Kant diciendo que "la libertad de comunicación, la libertad de hablar, de emitir y expresar opiniones, es la libertad de hacer un uso público de la razón en cualquier dominio".
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