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sábado,
14 de
octubre de
2006 |
Efemérides
Un 14 de octubre...
Guillermo Zinni / La Capital
1949: Comienza la "caza de brujas" en Estados Unidos
Al aprobarse una ley promovida por el senador Joseph Raymond McCarthy (foto) que impulsaba la investigación de "actividades antiamericanas" de intelectuales, artistas y sospechosos de tener simpatía por el comunismo, comenzó en EEUU la llamada "caza de brujas". En 1944 McCarthy había sido elegido senador gracias al apoyo de los sindicatos, pero cuando los republicanos lo elevaron a la presidencia de la Comisión de Asuntos Estatales -desde donde debía indagar a todos los ministerios, industrias, escuelas y organizaciones de caridad subvencionadas por el gobierno para decidir si eran o no merecedores de percibir la subvención o sueldo- llegó a montar un gigantesco aparato de espionaje. Inició su campaña inquisitorial declarando que tenía "una lista de 205 hombres que son comunistas y, sin embargo, están empleados en el Ministerio de Asuntos Exteriores". Salió entonces a cazar comunistas en un viaje relámpago por París, Frankfurt, Viena, Belgrado, Roma y Londres, acusando infundadamente a militares, profesores universitarios y hasta a religiosos. Albert Einstein reaccionó exhortando a todos los hombres de ciencia a que rehusasen contestar los interrogatorios, y hasta Charles Chaplin y Thomas Mann debieron abandonar los EEUU. Se crearon comisiones que decidían quién merecía desempeñar una función pública y quién no, las que espiaron conversaciones telefónicas y se inmiscuyeron en la vida íntima de los ciudadanos. La persecución también abarcó luego a los que tuviesen antecedentes penales, a los de carácter dudoso, a los afectos a la bebida, a los licenciosos y hasta a los que tuviesen trato con personas "sospechosas". En 1954 se dispuso que se investigara póstumamente a los funcionarios fallecidos para reclasificar sus conductas. Cuando McCarthy inició sus ataques al general Zwicker, héroe de guerra, el Ejército de EEUU cerró filas y denunció a la opinión pública mundial la magnitud del desvarío, deteniendo entonces la fiebre histérica del anticomunismo. No obstante, sólo después de que McCarthy falleciera, en 1955, el Tribunal Supremo resolvió que ni el interés público, ni la razón de Estado, ni la acumulación de facultades en los órganos de gobierno pudieran subyugar nunca la libertad del individuo.
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