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miércoles,
13 de
septiembre de
2006 |
Desafortunado
Tiro mereció mejor suerte ante Unión
Elbio Evangeliste / La Capital
Un rato de fútbol, otro de ganas y algunos pocos minutos donde se conjugaron ambos ingredientes debieron alcanzar para darle a Tiro la posibilidad de rescatar al menos un punto anoche ante Unión. Por eso suena caprichoso hablar de merecimientos con un resultado negativo en la síntesis. Pero esa es la sensación que quedó tras el 0-1, inmerecido, pero tristemente decretado para Abratti y sus muchachos.
El ímpetu que Unión le imprimió al partido ni bien Bertinotti pitó el inicio fue demasiado para Tiro, al menos en los primeros instantes. Es que al equipo de Abratti le llevó unos buenos minutos entender de qué se trataba la cosa, especialmente cada vez que el tatengue le metía vértigo por el sector derecho. Así todo, no iba más allá de lo discreto. Sólo una arremetida de Rami, un cabezazo desviado de Desvaux y un tiro libre de Barrionuevo que Bianchi no alcanzó a peinar sirvieron como excusa para calentar las palmas de los hinchas.
Hasta que llegó el error de Vilce cerca del área tirolense, el centro desde la izquierda, la asistencia de cabeza de Rosales hacia el centro y la atropellada de Martínez en las narices de Paparatto y el propio Silvonei, para marcar el 1 a 0.
Ese mazazo parecía marcar un mojón en el partido, y de hecho así sucedió, pero contrariamente a lo que esperaban los hinchas tatengues. Porque Tiro se dio cuenta que enfrente tenía un equipo que imponía respeto, pero que invitaba a ser atacado. Esa parte del libreto de ir al frente fue cumplida a rajatabla, pero la pata flaca apareció cuando fue necesario meter la puntada final.
La muy buena jugada colectiva que hilvanaron Vilce, Barrionuevo, Bianchi y Penta, y que Perezlindo cabeceó en soledad apenas alto; el testazo de Penta que Nereo Fernández mandó al córner; el tiro libre contra el palo derecho que otra vez tapó el arquero tatengue (en el rebote le ahogó el grito de gol a Casais); y el sablazo que Vilce metió en el último minuto y que se fue apenas alto porque rozó en la barrera, fueron argumentos más que suficientes para que retirada a los vestuarios no fuera con la cabeza gacha, cosa que finalmente sucedió.
Fue saludable el amor propio que Tiro le metió a la etapa complementaria, pero la necesidad lo fue cegando de a poco y opacando la claridad que necesitaba para torcer la historia. El atenuante: Unión se metió contra su propio arco, apostando definitivamente a algún toque de distinción de Paulo Rosales o a alguna corrida salvadora de Rami. Por eso Nereo Fernández siguió agigantando su figura.
Es cierto que el arquero nunca tuvo que exigirse demasiado porque a Tiro le costó arrimarse de manera prolija y serena, pero igualmente tuvo que aparecer en no menos de cuatro osadas ocasiones que originó el equipo de Ludueña.
Ni los tres minutos de más que Bertinotti hizo jugar luego de haber marcado el final, lo que fue una verdadera y gran fantochada, le alcanzó a un Tiro que se plantó con autoridad en el 15 de Abril, pero que, pese a hacer los méritos necesarios, se quedó con las ganas de sumar en un partido en el que mereció un poquito más.
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