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domingo,
27 de
agosto de
2006 |
Un punto
de oro
Marcelo Mogetta
En nuestra implacable carrera hacia nuestra séptima estrella nos visitó el "paso a paso" de Merlo. Nunca tan visitante como en la noche de anoche. Más escalones vacíos que gente en la tribuna del Palomar. Pedíamos desde esta columna la semana pasada llenar nuestro templo como en cada encuentro, que un tropezón no significaba ninguna caída y así lo entendió el pueblo rojinegro y así lo entendieron nuestros muchachos. La consigna se cumplió desde el vestuario mismo le diría.
"Uno de los cinco grandes", dicen algunos. El otrora "equipo de José" lo llaman otros. La academia, ¿de qué?, nos preguntamos durante los noventa minutos que la pelota pedía a los gritos pisar la verde gramilla. Si hasta la escuchamos gritar cuando Bastía en la mayor jugada de frente al arco la estampó contra el lateral. "Siguen haciendo tiempo" vociferó al aire el canoso señor que me juró pisó por primera vez el Coloso en una tarde del 54, contra el Independiente de Grillo.
Un punto de oro se llevó la alicaída empresa blanquiceleste a sus arcas, con la calculadora en el bolsillo. Y no era para menos, siempre les fue difícil jugar contra nosotros, desde antes, desde siempre. Así lo indican los números y las estadísticas en el fútbol son soberanas. Si hasta nos dio la sensación que Pompei también hizo tiempo, demorando el juego por momentos e interrumpiendo el aceitado mecanismo de nuestro juego, por otros.
Seguirá sonando un bocinazo de algún trasnochado hincha de Racing festejando el punto. Ese gesto nos enaltece, nos hace más grandes aún, nos templa el espíritu y comenzamos a tachar los días hasta que el almanaque indique que es viernes y Argentinos nos espera.
Será el momento para repetir la tradición, desandar 300 kilómetros y hacer sentir locales a nuestros muchachos, como en todas las canchas, como toda la vida.
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