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domingo,
09 de
julio de
2006 |
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Charlas en el Café del Bajo
-Estoy muy preocupado Inocencio, me espanta el grado de agresión y violencia que día a día va en aumento en esta sociedad. Si bien en otras ocasiones hemos tocado el tema en esta columna, quiero volver a considerarlo en estas charlas porque es realmente alarmante el crecimiento de estos hechos que reflejan el grado de enojo, ira, furia descontrolada del ser humano, que llega hasta el punto tal de truncar la vida de otro semejante.
-Estoy de acuerdo con usted, Candi, y me imagino que todo esto viene a cuento por el lamentable caso sucedido en Belgrano, que trajo como consecuencia la muerte de un chico de dieciocho años, muerte que deja un terrible vacío, una angustia imposible de calmar en el seno de una familia que de pronto, y por la acción enajenada de un ser humano, pierde a su ser muy querido.
-Justamente, el otro día reflejamos aquí el dolor de los padres que pierden a sus hijos y decíamos que no hay palabras de consuelo posible ante esta gran ausencia. Hoy asistimos a la pena de estos dos papás que pierden a un hijo que recién empezaba a vivir, un chico que, como dijo su entrenador de natación, era especial, gran compañero al que todos querían. No es el único caso, le quiero expresar. Abundan a lo largo y ancho del país sucesos violentos que concluyen en muertes de inocentes. Y aquí viene mi gran preocupación y mi profundo dolor, porque a través de estos hechos casi asombrosos, perdemos en la sociedad a gente de bien, a gente que de una u otra forma se prepara para vivir dignamente, como era el caso de este joven, y quedamos a merced de otro sector social, que sea porque ha crecido en la falta de normas y valores o por otras cuestiones, llega a sentir un desprecio total por la vida humana. Estamos en una sociedad que padece el síndrome del enfrentamiento. Esta persona, con este ataque demencial, provocó una muerte y dejó a otros siete seres humanos heridos. Realmente es inexplicable esta conducta y aun cuando se refleja una patología (porque aquí el móvil no era un robo, ni una venganza, ni una pelea), el fatídico resultado es una muerte y en realidad podrían haber sido más.
-Le quiero decir, antes de que prosiga, que no estoy de acuerdo con usted en un aspecto: esto es perfectamente explicable. Esto se explica por el desamparo en el que se encuentra el ser humano y que lo lleva a provocar actos no deseados. Desamparadas las víctimas, desamparados los victimarios. Pero siga.
-Además cabe preguntarse ¿cómo hace la gente para ir trabajar, a pasear, para mandar a sus hijos a la escuela con una cuota de tranquilidad? Parece imposible y de hecho lo es. La gente normal y honesta tiene que vivir encerrada o custodiada y en un estado de alerta y nerviosismo permanente ante todos estos ataques. Claro, algún funcionario se va a acercar y se va a comprometer con esta familia, seguramente, pero eso ya lo vimos en muchos casos y el problema sigue y no sólo que esta ira social no se detiene, sino que avanza.
-¡Ay Candi! Muchas cosas están mal. La vida toda se hace difícil en este marco de inseguridad, en este malestar cotidiano, en este enojo que nos envuelve a todos, en esta falta de solidaridad, en este egoísmo a veces entendible que ha llevado al ser humano a dudar de todo y de todos, hasta no abrir la puerta a un vecino. ¡¿No es tremendo?! Se refleja en todos los ámbitos, en el trabajo, en la calle, en el hogar. Uno escucha un rato un noticiero y termina triste y con lágrimas en los ojos, ante tanta violencia desatada.
-Sí, así es, sin ir más lejos aquí en la ciudad anteayer vivimos un hecho lamentable con el desalojo del vendedor ambulante en la esquina de San Martín y Rioja. Vergonzoso lo que aconteció y que todos seguramente conocerán. Vuelvo una vez más a preguntar, de paso ¿Para eso está la Guardia Urbana Municipal? ¿Para eso está la policía? Es preocupante todo lo que está sucediendo. Demasiada ira, enojo, violencia moral y física ¿No es hora de estudiar las causas de este fenómeno social, realizar un diagnóstico y buscar soluciones?
Candi II
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