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 sábado, 01 de julio de 2006  
Reflexiones
Si el tabaco es tan malo...

Rodrigo Córdoba García (*) / El País (Madrid)

El tabaco causará en todo el mundo 500 millones de víctimas entre 1950 y 2050 si las medidas previstas en el convenio marco para el control del tabaco de la Organización Mundial de la Salud (OMS) no surgen el efecto esperado. Ni la suma de víctimas mortales en todas las guerras del siglo XX igualan semejante tragedia. Por ese motivo algunos expertos en salud pública defienden su prohibición total argumentando que el problema del tabaco no reside en su consumo, sino en su producción.

Los defensores de esta propuesta señalan la notable reducción de las enfermedades relacionadas con el alcohol que se produjo en los períodos de restricción de su oferta, a principios del siglo XX. Por ejemplo, durante la restricción del alcohol en París que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial, el consumo per cápita cayó en un 80%. Las muertes por enfermedades del hígado en los hombres descendieron a la mitad en un año. Cuando terminó la guerra y el alcohol volvió a encontrarse a libre disposición de los consumidores, la mortalidad por enfermedades hepáticas volvió a las cifras anteriores.

Algún que otro político, empresarios de bares y restaurantes, fumadores y los portavoces oficiosos de la industria utilizan a menudo esta retórica: ¿si el tabaco es tan malo por qué no se prohíbe? O esta otra: si el tabaco mata a cinco millones de personas en todo el mundo, los gobernantes serían unos asesinos por permitirlo. La industria del tabaco sostiene con frecuencia que el verdadero plan del convenio marco para el control del tabaco de la OMS es prohibir totalmente el tabaco. Pero ni el convenio ni ninguna legislación nacional se propone una prohibición total del tabaco. Sin embargo, los manuales de comunicación de la industria tabaquera recomiendan utilizar la retórica de la prohibición "por ser un instrumento eficaz para oponerse a las medidas antitabáquicas".

Lamentablemente, muchos hacen esta pregunta a los expertos en tabaquismo sin ser conscientes de los intereses a los que sirven. No es una pregunta inocente. La intención de la industria tabaquera es muy clara. Se trata de presentar a la OMS y a los gobiernos que aplican regulaciones estrictas del consumo de tabaco, cada vez más numerosos, como fanáticos. Pero en realidad estos gobiernos están proponiendo límites responsables y razonables a la venta, distribución, publicidad, promoción y consumo de un producto legal (también las armas de fuego son legales), pero que cada año mata a millones de personas en todo el mundo.

La mayoría de expertos de la OMS y del Banco Mundial consideran actualmente poco probable que una prohibición del tabaco fuera factible o efectiva. En primer lugar, cuando se prohíbe una sustancia, su consumo sigue siendo amplio, como sucede con la mayor parte de las drogas ilegales. En segundo lugar, la prohibición crea su propio conjunto de problemas porque tiende a favorecer la actividad delictiva y genera un aumento de los costes de seguridad y policiales. En tercer lugar, es poco probable que la prohibición total sea políticamente aceptable en la mayor parte de los países. El tabaco no se puede prohibir por una sencilla razón: sus efectos nocivos y perjudiciales se han admitido de forma universal casi un siglo después de que fuera un producto legal de amplia difusión, cuando ya había 1.000 millones de consumidores en todo el mundo.

Sin embargo, con la información científica disponible sobre los efectos nocivos del tabaco, desde los años ochenta, ningún país democrático hubiera autorizado la comercialización de ese producto. Las nuevas leyes de regulación del tabaco que actualmente ya se aplican en muchos países no prohíbe el consumo de tabaco ni limita el derecho genérico a fumar en el ámbito privado ni en los espacios al aire libre. Pero los sectores económicos que se oponen a las regulaciones se empeñan en afirmar que la ley es prohibicionista y coercitiva. Pero ni un solo párrafo de estas leyes hace un juicio moral sobre el hecho de fumar o no fumar, ni se insinúa ninguna intrusión en el ámbito privado. Estas leyes sólo hacen referencia al dónde y al cuándo se fuma, no al hecho de fumar o no.

Cuando un político o un personaje público hace este tipo de preguntas públicamente ignora que la lectura que muchos fumadores ambivalentes van a hacer es: "Si no se prohíbe no será tan malo". El resultado es que muchos fumadores resuelven su ambivalencia continuando con el hábito de fumar a pesar de que a dos de cada tres fumadores les gustaría abandonar el tabaco definitivamente. En realidad, esta propuesta consiste en proponer una solución inviable para que todo siga igual.

La virtud como casi siempre está en el punto medio: ni permisividad total ni prohibición total, es decir, regulación de la producción, venta, distribución, publicidad, promoción y consumo. Esto permitirá una reconversión gradual y poco traumática de la industria del tabaco sin que se genere pérdida neta de empleo. Lo que ocurrirá, según el Banco Mundial, será justamente lo contrario. El dinero que la gente no se gasta en tabaco no desaparece del circuito económico, se utiliza en otros bienes y servicios que generan nuevos puestos de trabajo, así como impuestos e inversiones publicitarias alternativas. En los próximos años, la mayoría de países del mundo, con el apoyo del convenio marco de la OMS, se incorporará a estas regulaciones en beneficio de la salud pública y el interés general de los ciudadanos.

(*)Presidente del Comité Español de Prevención del Tabaquismo


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