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 sábado, 01 de julio de 2006  
Escuela y memoria
La transmisión del pasado, un acto educativo
En un país como la Argentina, recuperar la historia es condición para el logro de una democracia participativa

María del Carmen Fernández (*)

Sabemos que la memoria es el lugar donde se encuentran aquellos hechos transcurridos en el pasado y que sin ella resulta imposible construir horizontes del presente, y a su vez es desde el presente que podemos conocer estos hechos, identificarlos y nombrarlos.

Theodor Adorno expresaba en 1965: "Mi generación ha vivido la recaída de la humanidad en la barbarie, en el sentido literal, indescriptible y verdadero del término. La barbarie es el estado en el que todas las formaciones a las que sirve la escuela aparecen como fracasadas...La desbarbarización de la humanidad es la precondición inmediata de su supervivencia. A ésta debe servir la escuela por limitado que sea su ámbito de influencia y sus posibilidades, y para ello necesita liberarse de los tabúes bajo cuya presión la barbarie se reproduce...Por barbarie entiendo el prejuicio delirante, la represión, el genocidio y la tortura. Oponerse a ello ...compete ante todo a la escuela. De ahí que sea tan importante que la escuela cumpla su misión".

La transmisión del pasado como legado, como herencia recibida, es sin duda un acto educativo, es lo que permite que las sociedades tengan continuidad, es el puente "entre los que ya no están y los que llegan", es la posibilidad de que pueda ser considerado y escuchado "el conjunto de voces presentes" y aquellas otras voces que pertenecen al pasado y al futuro, en un momento que como lo define Derrida, "ya no pertenece al tiempo, si se entiende bajo este nombre el encadenamiento de los presentes modalizados (presente pasado, presente actual, •ahora', presente futuro)".

Hablar de transmisión, de enseñanza, de historia, convoca a la función de la memoria. Función que es imprescindible tanto para las sociedades como para los sujetos. Enríquez advierte que esta función es la condición para que el individuo pueda advenir sujeto asumiendo ser un eslabón más en la cadena generacional. Pero además agrega: "...toda sociedad debe velar porque la memoria colectiva global se trasmita a través de la educación. Cuando una sociedad quiere olvidar sus «agujeros negros», sus fallas, sus traiciones, corre el riesgo de dar de nuevo nacimiento a lo infame que yace en ella y de repetir sus errores y sus crímenes...nadie se libra de sus demonios si no es afrontándolos con coraje, nadie reconoce a su prójimo si no es cuando la memoria no retrocede ante los abismos que pueda descubrir en cada ser humano y en cada grupo social".

La educación es ante todo transmisión de algo, y sólo se transmite aquello que quien lo transmite considera que es digno de ser conservado. Sin embargo, al mismo tiempo que conserva, la educación genera transformaciones, cambios, cumple una función de enlace entre lo viejo y lo nuevo. La complejidad de ello es que lo nuevo no puede construirse sin memoria, pero tampoco lo puede hacer si recae únicamente en ella.

Memoria que no significa deseo de restauración, ni nostalgia por el pasado, ni intentos de retornar permanentemente a un pasado cristalizado y mitificado. Se trata de una memoria que no busca reproducir lo idéntico, por el contrario, busca que algo de lo nuevo y diferente pueda inscribirse y esto sólo es posible si se construye sobre los "restos" de las experiencias pasadas. Se trata de una memoria de referencia, necesaria para que exista una cadena filiatoria que dé cuenta de algo del orden del origen tanto para los sujetos como para la sociedad, que permita pensarnos en un tiempo histórico personal y colectivo.

"Estamos junto a los vivos, puesto que nosotros también vivimos, puesto que pensamos y actuamos para ellos y contra ellos. Estamos junto a los muertos, en la medida en que contamos su historia, y estamos junto a los que todavía no han nacido, en la medida en que viven en nosotros como promesa o como esperanza".

De que se efectúe la función de transmisión, depende que un mínimo de continuidad y pertenencia cultural sea asegurada. Todos somos portadores de una historia singular, que tiene que ver con las biografías individuales y familiares. Pero también somos portadores, depositarios y transmisores de una historia colectiva.

"Que seamos rebeldes o escépticos frente a lo que nos ha sido legado y en lo que estamos inscriptos, que adhiramos o no a esos valores, no excluye que nuestra vida sea más o menos deudora de eso...que constituye el patrimonio de quienes nos han precedido".

La memoria y la transmisión permiten restituir la historia de cada sujeto, de las instituciones y de las sociedades. En un país como la Argentina, donde la transmisión fue interrumpida y la memoria desconocida, recuperarlas es condición para el logro de una democracia realmente participativa. La historia argentina, como dice Galeano, es una historia saturada de memorias rotas, de memorias mutiladas, de memorias quemadas, de malas memorias y de desmemorias. Necesitamos una memoria viva y su transmisión para construir un "nosotros" posible. Los temas de la memoria nos permiten no olvidar el pasado al mismo tiempo que habitar un presente lleno de posibilidades.


Condición para la democracia
Quizás el problema radique en tomar decisiones sobre la memoria y el pasado desde el presente, cómo llamamos al pasado para que esté presente y saber qué nos está reclamando ese pasado. Horacio González señaló en una oportunidad que en el caso de nuestro país resulta imprescindible indagar qué es la memoria para nosotros y establecer una forma de emancipación que incluya al pasado al mismo tiempo que construye una gramática nueva. Y en ese sentido advierte la importancia del llamado a la justicia.

La tarea de reconstrucción de la historia reciente en la Argentina requiere que nos interroguemos acerca de cómo estamos transmitiendo esa historia, como opera la memoria y el olvido en la habilitación o clausura de futuros. El reencuentro con el pasado y sobre todo el reencuentro de las nuevas generaciones es un desafío educativo.

Historia, memoria, justicia, transmisión, conocimiento, educación, futuro. Nociones que nos interpelan como sujetos y como sociedad. Con la convicción de que no podemos olvidarnos de ello, la Escuela de Ciencias de la Educación, Facultad de Humanidades y Artes, UNR y el Museo de la Memoria de la Municipalidad de Rosario, organizaron las IV Jornadas de Formación Docente "Las memorias. Los silencios. Las palabras", que se realizaron los días 6, 7 y 8 de junio. Significaron una oportunidad para reflexionar sobre aquello que sucedió en el pasado reciente en nuestro país y también sobre lo que nos atraviesa en el presente, interpelándonos acerca de nuestro futuro.

En esta oportunidad, invitamos a exponer a especialistas y profesionales, quienes a través del análisis de los textos escolares, el arte, la literatura, el testimonio, el periodismo, la comunicación, el cine, el humor, realizaron un ejercicio de memoria. La transmisión intergeneracional, los dilemas de la transmisión oral, comunicación social y transmisión, cine y dictadura, imágenes de la dictadura en la literatura argentina, arte y representación, el valor del testimonio, el humor y la memoria y los textos escolares en la historia argentina reciente fueron las temáticas desplegadas a lo largo de dos días y medio.

Tanto las exposiciones como las reflexiones y debates posteriores, dejaron entrever distintas situaciones biográficas individuales y colectivas, habilitando memorias, palabras y también silencios.

(*) Directora de la Escuela de Ciencias

de la Educación, de la Facultad

de Humanidades y Artes (UNR).
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La memoria fue tema de unas jornadas de formación docente realizada en junio.

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