OPINION

Morales duales

Para evitar sobreactuaciones puritanas o interpretaciones corridas de eje mejor dejar las cosas claras: en el territorio de Santa Fe, no sólo en la capital provincial, hay garitos desde siempre y por todos lados, en localidades chicas y grandes. Cuando los clausuran por alguna espasmódica actuación reglamentaria suelen reaparecer al poco tiempo incluso en los mismos sitios. Más allá de las ideas que cada uno tenga sobre los hábitos subjetivos del juego y sus riesgos, no hay que correr por un crucifijo o convocar a un exorcista porque haya gente apostando. Sobre todo en una provincia que en breve tendrá tres casinos legales abiertos.

Lo notable es que un portero, una ama de casa o un mozo sepan algo que ignore el jefe de policía, el de Investigaciones o el juez de Faltas. Para que algo funcione fuera de la ley con tan rotundo conocimiento público habitualmente es preciso que otra cosa se ponga en marcha. Si las autoridades no lo sabían se puede presumir, sin menoscabos personales, que desfilan elefantes sin que los adviertan.

La atmósfera de los dos minicasinos capitalinos es más parecida a la languidez de los bingos suburbanos que al imaginario fílmico del Caesars Palace de Las Vegas. Pero en aquellos, igualmente, también corre dinero. Sólo que en un circuito absolutamente a espaldas de la sociedad. Funcionan en escondrijos, no tributan como las actividades legales y presumiblemente retribuyendo a algunos responsables, precisamente, de hacer cumplir la ley.

Lo que motiva esta nota no es una revelación dado que lo que aquí se informa, por lo menos en Santa Fe parece saberlo medio mundo. Quizá sea apenas un muestrario de un universo diminuto de dobleces: citaciones tribunalicias y discursos que pueden adivinarse antes de ser pronunciados, morales duales, palabras duales, conductas duales. Lo que pasa en el Club del Orden en definitiva. Cosas muy concretas ocurriendo en ámbitos con personas que proponen modelos del mundo y del porvenir. Entre ficha y ficha.

H.L.