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 domingo, 02 de octubre de 2005  
Los jóvenes creen que sus padres tuvieron mejores oportunidades
Aseguran que antes, con su misma edad, era más fácil acceder a un trabajo, un buen ingreso o una casa propia

Carina Bazzoni / La Capital

Carolina tiene 25 años y está a pocos meses de recibirse de abogada. Vive con sus padres y trabaja "de a ratos" haciendo promociones, lo que le permite sostener parte de sus gastos. No siente que le vaya mal, pero no puede evitar bajar la mirada cada vez que su mamá le recuerda que, a su misma edad, tenía un empleo estable, vivía sola y ya esperaba a su primer hijo. "Yo no podría acceder a todo eso ahora. Y creo que todavía tendrá que pasar mucho tiempo hasta lograrlo", señala. ¿Eso le molesta? "A veces sí -dice- pero es la época que me tocó vivir".

El malestar de Carolina no es singular. Un estudio realizado por el Centro de la Juventud de la Municipalidad advirtió que la mayoría de los jóvenes siente que está en peores condiciones que sus padres para acceder a un ingreso adecuado, un trabajo, una casa propia o formar una familia.

Esto surge de la investigación "Los jóvenes en la ciudad de Rosario" que comenzó en diciembre del año pasado y aún se está terminando de procesar. En total se realizaron 401 encuestas a jóvenes de entre 14 y 29 años, de ambos sexos y distintos niveles socioeducativos. La intención es trazar un diagnóstico para la formulación del Plan Integral de la Juventud que el municipio piensa lanzar a fin de año.

Y los primeros números no son alentadores. Siete de cada diez pibes dijeron que sus padres tenían más posibilidad de tener ingresos adecuados, o incluso de conseguir empleo. A esto, el 65 por ciento sumó además que sus padres gozaban de mayor seguridad pública. Y, como rasgos positivos de su generación resaltaron la posibilidad de divertirse, de estudiar o de participar en la vida pública (ver infografía).

Lo curioso del caso es que estas respuestas no reconocieron marcadas diferencias de edades, género o niveles socioeducativos. Es decir, que tanto un joven universitario del centro de la ciudad como un estudiante secundario de San Francisquito -por poner dos ejemplos al azar- evaluaron que la juventud de sus padres era más inclusiva que la propia.


Un presente triste
"El presente de muchos jóvenes es triste y me animaría a decir que el futuro parece aún peor", especula el economista, profesor e investigador de la Universidad Nacional de Rosario, Carlos Crucella. Y compara la realidad que viven quienes actualmente están por los 20, con la de sus padres.

La tasa de desempleo del principio de los 70 era del cuatro por ciento, el subempleo andaba por el cinco por ciento y los índices de pobreza no llegaban al cinco por ciento. "Vos podías construir una vida en base al esfuerzo, al trabajo y las posibilidades que te brindaba el medio. Los salarios eran relativamente buenos, las posibilidades de conseguir empleo eran importantes en una sociedad mucho más homogénea y sin polarizaciones", acota.

Por esto considera que "la percepción que tienen los chicos no es incorrecta" y está íntimamente relacionada con "las diferencias brutales que existen en la sociedad argentina".

Por supuesto, esta desazón no es prioritaria de los jóvenes rosarinos. Hace cuatro años, una encuesta realizada por el equipo de investigación sobre educación y trabajo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) expuso a pibes egresados del secundario de la ciudad de Buenos Aires, el conurbano bonaerense y La Plata a la misma cuestión. Y los resultados fueron coincidentes.

Para la socióloga y coordinadora de este proyecto, Ana Miranda, la percepción subjetiva de contar con menos posibilidades económicas "tiene un sustento concreto en la realidad de nuestro país" donde los jóvenes aparecen como el sector más afectado por el desempleo, las condiciones de pobreza y la fragmentación social.


Juventudes diferentes
Este mismo contexto, ha llevado a pensar o vivir la juventud de una forma diferente a como se definía en generaciones anteriores. "A mediados de los 70 los jóvenes tendían a hacer una transición a la vida adulta en donde se combinaba la finalización de los estudios con el acceso a un empleo y la formación de una familia. Esa transición era como una autopista o un camino. Hoy día, estos cambios se dan en forma separada. Por ejemplo, muchos jóvenes pueden conseguir un empleo y seguir viviendo con los padres hasta edades avanzadas, o formar una familia divorciarse y volver a esa casa. Las esferas de transición están disociadas y esa lógica lineal perdió relación en la trayectoria de vida de las personas", explica Miranda.

Aunque agrega que el problema es que "lamentablemente" esta mayor diversidad y libertad de elección -extendida inclusive al ámbito de la sexualidad y la familia- convive con una creciente desigualdad de oportunidades, falta de contención e imposibilidad de tejer estrategias a largo plazo.

Así los pibes aparecen vistos bajo sospecha. Se los juzga apáticos, individualistas, poco sociables, vacíos, faltos de ideales, violentos y siguen los prejuicios. En fin, la antítesis de aquellos jóvenes a quienes se les podía confiar algo así como el futuro de un país mejor.

Para la antropóloga, profesora e investigadora de la UNR, Silvana Sánchez, "la mala imagen de los jóvenes es una construcción que circula cada vez más fuerte" y muchas veces se relaciona con que "los adultos no encuentran referentes en su propia experiencia de vida para enfrentar las cosas que están viviendo las generaciones de hoy".

De esta manera, la relación entre las dos generaciones resulta turbulenta. "Muchos se atrincheran en posiciones que funcionaron en otro tiempo pero ya no resultan efectivas. U optan por la estrategia contraria que es tratar de adoptar la actitud de hacerse el joven. Y estas actitudes no sólo la protagonizan los padres, sino también los docentes o hasta los mismos programas políticos que pendulan entre rigidizarse en posturas que terminan siendo autoritarias, o por el contrario apelan a la demagogia de hacerse el joven".

El coordinador del Centro de la Juventud del municipio, Diego Berretta, advierte también que el malestar expresado por los jóvenes es una lectura del propio desaliento de los adultos. "Atraviesan las complicaciones estructurales que se vienen desarrollando en el país desde hace más de dos décadas, pero el desempleo no es sólo un problema de jóvenes, o de mujeres, o de adultos mayores, sino de toda la sociedad", advierte.

Y agrega: "Hay una situación crítica que los chicos ven, pero no es exclusiva de ellos. No la viven así. Si hubiera desesperanza no estarían participando de los cursos de capacitación que lanzo el municipio, o de las asambleas donde se discute el presupuesto. Muchos pibes se suman a actividades culturales o solidarias, o apuestan a retomar los estudios. Si en los jóvenes hubiera desesperanza creo que estamos perdidos".
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