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 domingo, 06 de febrero de 2005  
Demanda en alza. Al Centro de Salud Emaús llegan 3 mil personas por mes
Cuando el ejercicio de la medicina es una verdadera tarea social
"Desconocer los problemas de nuestros pacientes sería una forma de mala praxis", advierten los médicos

El frente del Centro de Salud Municipal Emaús, de Génova al 8000, tiene desde hace tiempo estampada una frase. "No tengo planes ni proyectos, no tengo esperanzas ni sueños". Detrás de ella hay toda una historia y, paradójicamente, hasta un final feliz: "La pintó un grupo de pibes hace unos años. Se llamaban los Chicos de la Cortada, tenían entre 15 y 23 años, y pasaban horas y horas sentados frente al centro de salud, consumiendo poxirrán, tolueno y otras drogas", recuerda el director del centro asistencial, Horacio Crespo. A través de uno de sus pacientes un día un médico comenzó a acercarse a este grupo. En los consultorios armaron talleres para hablar de sexualidad, de HIV, de historia, de periodismo. ¿Qué pasó después? "En seis años hicieron acá como una secundaria. Y muchos de ellos hoy están trabajando y formaron sus familias", resume Crespo.

La anécdota sirve para ilustrar el giro que se quiere imprimir en los centros de salud municipales, organizando los servicios "en función de una población de la cual los médicos nos tenemos que hacer cargo, sabiendo que hay problemas económicos o sociales que nos exceden pero que impactan negativamente en la salud de las personas. Desconocerlos sería también una forma de mala praxis", advierte Crespo.

En el Centro de Salud Emaús hace unos tres años que se formaron cuatro equipos de referencia, integrados por un médico y un enfermero. Cada uno tiene unos mil pacientes adscriptos a quienes no sólo deben curar de alguna enfermedad, sino también trabajar en prevención y promoción de la salud.

"Nuestra función es ver de qué manera se puede lograr que las personas tengan las necesidades básicas satisfechas. No es una tarea fácil, pero el sentido de nuestro trabajo tiene que ver con esto", explica el director del centro asistencial.

Por los cinco consultorios del dispensario de la cortada Urdinarrain al 7900 pasan por mes unos 1.400 pacientes. Un número similar desfila por la guardia de enfermería, y entre 300 y 500 personas realizan consultas de odontología. Para atenderlos hay 23 trabajadores, una encargada de limpieza y dos administrativos, además del equipo de médicos, odontólogos, psicólogos y farmacéuticos.

El centro de salud abre a las 7.30, pero sobre el mediodía todavía está desbordado de gente. Una imagen que sólo mermará entre las 12 y las 14, pero que volverá a repetirse hasta las 21. La mayoría son mujeres jóvenes que cargan con uno o más pibes. Los varones llegan recién sobre la tardecita o casi nunca aparecen por los consultorios.

"Es que son más sanitos que nosotras", explica María Santillán (25 años) que comenzó a atenderse en ese efector desde el embarazo de su primera hija, Brisa, que hoy tiene cuatro años. "Ella es asmática y acá la atienden muy bien, le dan todos los remedios, lo mismo que a mí. También nos hacen los análisis, hay una odontóloga y hasta uno de esos médicos... ¿Cómo se llaman?, yo les digo los médicos para los locos", señala en referencia a los psicólogos.

María vive a dos cuadras del centro de salud. Pero hay mujeres que llegan de mucho más lejos, del barrio 7 de Septiembre o de la barriada que se extiende atrás del Mercado de Concentración de Fisherton. "Es que no hay que levantarse a la madrugada para hacer cola y nos atienden muy bien", dice Gladys Cabrera (22 años). Hasta hace un año Gladys tenía la obra social de su papá que es maestro de grado, pero como ya pasó los 21 se quedó sin cobertura. Y ahora que está embarazada de 6 meses comenzó a asistir al dispensario.


Un trato personal
Cada vez que abren las puertas de sus consultorios, los médicos saludan a sus pacientes. Los llaman por su nombre y hasta se interesan por el estado de algún familiar. "¿No habrá manera de traerlo por acá?", preguntan y cuando la respuesta es negativa proponen: "Bueno, vamos a ir nosotros a visitarlo".

En la oficina de administración del efector se acumulan las historias clínicas de unas 12 mil personas. "Ahora estamos trabajando con cada uno de estos pacientes para construir sus historias clínicas familiares, porque queremos identificar a esa gente que no llega al centro de salud", señala Crespo.

El área de influencia del servicio se modifica año a año. Tanto como las migraciones hacen crecer los barrios que lo circundan. Actualmente los médicos la estiman entre las calles Juan José Paso y Circunvalación, el barrio Hostal del Sol, pasando la avenida Jorge Newbery y la calle Olmos.

En toda la zona faltan cloacas y las condiciones de vida son sumamente heterogéneas. "Hay quienes tienen su casa propia de material, como los que viven en casillas bastante precarias", dice el director. Eso sí: la desocupación o el subempleo son un denominador común.

Y para los médicos este también es un problema de salud. "Hay personas que tratamos desde hace tiempo porque tienen alta presión. Están tomando medicamentos y se le hicieron todos los estudios necesarios, pero siguen en la misma condición porque quizás su problema está relacionado con la falta de ocupación. Y nosotros no debemos desconocer esto porque si bien no podemos darle trabajo sí está en nuestras manos acercarlo a organizaciones o grupos de desempleados que funcionan en el barrio", comenta Crespo.

Mientras habla, un grupo de pibes que no supera los 12 años se acerca a la ventana del consultorio para preguntarle si le pueden limpiar el auto. "Ahora tenemos que pensar en un espacio para ellos", dice. Y entonces recuerda la historia de los Chicos de la Cortada, esa que quedó estampada en el frente del centro de salud.
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En el centro de salud se realizan entre 300 y 500 consultas odontológicas por mes.

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