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 domingo, 12 de diciembre de 2004  
Maternidad: ¿Dulce espera?

Qué le pasa a una mujer cuando ve frustrados una y otra vez todos sus intentos por convertirse en mamá? Ser madre parece ser un anhelo común, establecido y aprendido. Mirta Videla en su libro "Maternidad y mito", dice: "La mujer camina por el mundo observando cada niño que se cruza ante sus ojos, espiando dulcemente cada cochecito y depositando, o tal vez buscando en ellos, la imagen de su hijo construida a lo largo de toda su vida, soñada a solas, lograda en el creativo proceso del amor con su pareja. Cada una construye dentro de sí una imagen que atesora y va cobrando forma, primero en su mente y después en su vientre".

Tener un hijo puede ser rápido, planeado, inesperado, deseado, soñado, sorpresivo, difícil. Todos sabemos que una cosa es desear algo y otra muy distinta tenerlo. En cualquier terreno cuando se lucha por conseguir algo y no se lo consigue, se constituye en un ideal.

La dificultad por convertirse en mamá se traduce en lo cotidiano en la aparición mes a mes de la menstruación. La recurrencia del episodio abre la puerta a la ansiedad que se mezcla con interrogantes y preocupaciones. Ilusiones que se pierden para luego volver a recuperar. La esperanza todavía no desaparece.

Mientras la mujer no llega a la menopausia se forja durante cada ciclo menstrual la fantasía de gestar un hijo. Hasta que con la desaparición de la menstruación se da cuenta que todas sus fantasías ya son irrealizables y que pertenecen al pasado. Esto es tan doloroso que busca a veces por todos los medios mantener por lo menos la ilusión. Psicológicamente a menudo no importa tanto la realización de la maternidad, sino su aceptación relativamente libre de conflictos. Sin embargo, la mujer que no logró realizarse como madre sentirá haber despreciado parte de sí misma.

Cuando un embarazo no se logra se comienza con una serie de investigaciones destinadas a develar los por qué. Generalmente la respuesta deviene en infertilidad. Entonces no se puede concebir un hijo por esterilidad propia o del cónyuge. Quien es fértil se preguntará: "Cómo sería un hijo concebido por mí, y qué hubiera pasado en caso de haber conocido el problema antes, ¿lo hubiera elegido como compañero?" Mientras se elabora la situación a nivel personal y de pareja se comienzan a visualizar dos alternativas posibles. Una es la fertilización asistida y otra la adopción. Ambas implican familiarizarse con nuevos términos y procesos que pueden dar como resultado tener un hijo (no la posibilidad del hijo propio donde uno se reproduce genéticamente en otro, donde la sensación de pertenencia aparece con más fuerza). El otro encierra fantasías y muchas incógnitas. Y por supuesto la mujer no sabrá qué se siente durante el embarazo.

Al respecto Eva Giberti dice: "El adoptivo sería el que ha pasado y sobrevivido pruebas, semejante al héroe. Ha pasado la prueba de no ser deseado ni amado en el origen. De haber sido expuesto después. De haberse salvado de la muerte, de haber sido encontrado milagrosamente. Atravesar por cualquiera de las circunstancias mencionadas implica sacar a la luz los más fuertes afectos y sensaciones: ira, miedo, euforia, frustración, culpa, perseverancia, amor, coraje".

El recorrido no es simple pero tampoco es fácil darse por vencido. Hay algo que empuja a hacer algo más, a insistir sin desesperar. Tal vez porque una familia comienza a organizarse alrededor de un niño, porque es necesario continuar con la función genealógica o porque el resto de la familia lo pide. Porque es necesario luchar y conseguir lo que hace bien.

Verónica Gibelli. Psicóloga.
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