| miércoles, 29 de septiembre de 2004 | Como en Hollywood, pero sin un final feliz Carmen de Patagones reaviva los fantasmas de lapelícula de Michael Moore "Bowling for Columbine" Ricardo Luque / La Capital Michael Moore saltó a la fama cuando en plena ceremonia de los Oscar no se le ocurrió mejor idea que atacar a George W. Bush. Acababa de ganar la estatuilla por su película "Bowling for Columbine" cuando disparó: "Tenemos un presidente ficticio que nos lleva a una guerra por razones ficticias". Hubiera sido una crítica más, una de esas que tanto les gustan hacer a las estrellas comprometidas de Hollywood, si no fuera porque Estados Unidos tenía aún frescas las imágenes del atentado contra las Torres Gemelas. Hubiera sido una crítica más si no fuera porque ese gordito con cara de bonachón y barba de un par de días no hubiera sido el realizador del documental sobre la masacre de Columbine. Su película, que acababa de alzarse con el máximo galardón de Hollywood, exploraba las causas de la matanza de 12 estudiantes y un docente de la Columbine High School de Littleton, Colorado, a manos de dos alumnos que terminaron suicidándose. El documental partía de una idea sencilla: "Ningún aspecto es demasiado insignificante para ser afrontado, ninguna figura pública es demasiado sagrada para no ser cuestionada". Una idea que ayer, cuando a media mañana se supo de la tragedia de Carmen de Patagones, cobró nueva fuerza. En la Argentina no hay un "hombre del rifle" como Charlton Heston para desenmascarar con un par de preguntas tontas en su mansión de Beverly Hills, pero sí hay varios Eduardo Feinmann, Oscar González Oro y Baby Etchecopar que con gusto apoyarían sus ideas si les dieran la oportunidad de hacerlo. En la Argentina no hay un Marilyn Manson a quien acusar de sospechoso porque luce diferente y su música suena en los walkman de los adolescentes, pero sí hay una Bersuit a la que cargar sobre sus espaldas la perdición de los jóvenes. Lo que sí hay en la Argentina son armas, siempre al alcance de la mano. Armas que una mañana de sol pueden terminar con los sueños de los pibes de un pueblo que hasta ayer aparecía lejos, perdido en el sur más profundo, y hoy está cerca, muy cerca. Porque en la casa del vecino que mira con ojos perdidos a través de la ventana, en la guantera del auto del taxista que espera impaciente que el semáforo cambie de color, en la mochila del pibe que zigzaguea en bicicleta entre los autos que se deslizan por la avenida, puede haber una 9 milímetros o un 38 de caño bruñido y gatillo celoso capaz de terminar de una vez y para siempre con ese sueño chiquitito que ilumina las mañanas con una sonrisa y un beso justo antes de salir corriendo para el colegio. Como en una película de Hollywood, pero sin final feliz. enviar nota por e-mail | | |