| sábado, 25 de septiembre de 2004 | ¿Cuándo cambiará el FMI? Es, sin dudas, el principal y a la vez el más conflictivo de los ejes de la relación entre nuestro país y los autodenominados "desarrollados": la salida del "default" se ha erigido en la piedra de toque que definirá en gran medida el futuro de todos los habitantes de una nación que hizo del crédito internacional un hábito sin freno y ahora deberá pagar un elevado precio por sus errores. Sin embargo, la modificación de parámetros que ha impuesto la administración de Néstor Kirchner constituye un innegable paso adelante en relación con el pasado. La línea que rige la estrategia actual es transparente: no tomar más deuda, pagar sin poner en riesgo la recuperación económica y tener presente que el más gravoso de los acreedores no es otro que el pueblo argentino.
A partir de dicha base es que el jefe del Estado reafirmó posiciones durante el trascendente viaje que realizó a los Estados Unidos, país del cual regresó ayer y en cuyo territorio expuso ante el crucial foro que es la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas su pensamiento, con fuertes y fundamentadas críticas a los organismos de crédito incluidas.
Resultó obvio el contrapunto que mantuvo con el español Rodrigo Rato, director gerente del Fondo Monetario Internacional, quien volvió a insistir en el reclamo de aumento del superávit fiscal nacional con el objetivo de destinarlo al pago de la deuda. La respuesta de Kirchner fue filosa y de neto contenido político: "Nos hacemos cargo de la adopción de políticas ajenas que nos llevaron al peor de los mundos. Pero no basta con la simple aceptación de los organismos de sus errores al aconsejarlas, exigirlas y apoyarlas. Se hace necesario un urgente, fuerte y estructural rediseño del FMI para que pueda prevenir crisis y ayudar a su solución, cambiando el rumbo que lo llevó de prestamista de fomento a acreedor con demanda de privilegios".
La puja, por cierto, dista de ser sencilla, más allá de que no pocos expertos en finanzas internacionales auguran un buen nivel de aceptación a la propuesta argentina. La otra opción de los bonistas es el camino judicial, y allí se prevén laberínticos y extensos procesos.
Aunque la pregunta clave es: ¿cuándo cambiará el FMI? ¿Por qué razón se insiste en presionar sobre naciones como la Argentina, que ya han sufrido hasta el hartazgo a causa de la errónea implementación de recetas recesivas por parte de los gurúes de turno y sus adláteres locales? Acaso la contundencia de las posiciones de Kirchner -que deberían ser respaldadas sin cortapisas por el Brasil de Lula- pueda servir como impulso para la necesaria reorientación, pero nada llegará sin persistencia en una compleja lucha, de cuyo transcurso y resultado debería estar pendiente cada uno de los argentinos. enviar nota por e-mail | | |