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 miércoles, 22 de septiembre de 2004

Condenan a 9 policías por el crimen de un detenido y su encubrimiento
Demesio Herrera murió por una paliza en una seccional en abril de 2000. El juez determinó que adulteraron un libro de guardia para simular que lo habían dejado libre. Un médico que participó de esa trama está prófugo

María Laura Cicerchia / La Capital

Una firma adulterada en el libro de guardia de la comisaría de Chabás fue el detalle que derrumbó la versión policial sobre la muerte de Demesio Herrera, quien falleció tras recibir un tremendo golpe en la cabeza mientras estaba detenido. La policía sostuvo que liberó al hombre antes de que lo agredieran y que se descompuso en la guardia cuando volvió, al día siguiente, a recuperar un bolso. Pero a criterio del juez penal Antonio Ramos ese relato fue una invención para ocultar varias cosas: que Herrera nunca se fue de la repartición, que fue atacado allí mismo, que mientras estuvo preso su decaimiento físico fue avanzando hasta caer en coma y que le adjudicaron una firma falsa para sugerir que había salido ileso del penal policial.

Por todas esas irregularidades, nueve uniformados fueron condenados a penas de entre 4 y 8 años de prisión por homicidio, privación ilegítima de la libertad y falsedad ideológica de instrumento público. Esto último, porque se constató que el libro de guardia había sido adulterado para encubrir la golpiza.

El subcomisario Sergio Darío Melano, el oficial subayudante Juan Luis Bugnon, el cabo primero Daniel Alberto Helbert y los cabos Ceferino Luis Schulz y Darío José Zeballos fueron condenados como autores de esos delitos a 8 años de cárcel. Como partícipes secundarios fueron sentenciados a 4 años de cárcel los policías Pablo Daniel Dalprá, Marcelo Oscar Morello, Germán Adolfo Quiñones y Rubén Alberto Picotti.

Todos ellos habían sido excarcelados al cumplir las dos terceras partes de la pena que les correspondía por el delito que les imputaron en primer término, abandono de persona, que es una figura más leve que el homicidio (ver aparte). Pero en caso de que el fallo quede firme deberán volver a prisión.

Herrera, un hombre que trabajaba amarrando las lonas de los camiones, fue apresado la mañana del 14 de abril de 2000 cuando cinco policías de la comisaría 4ª de Chabás realizaron un allanamiento en su casa. Lo acusaron del robo a un campo y con él se llevaron a su vecino Rubén Horacio Ferrer y a dos hijos menores de edad.


"Muchachos, me van a matar"
Mientras estuvo preso, tanto su vecino como uno de sus hijos y su madre escucharon cuando era golpeado dentro de una oficina. "Primero lo llevaron al calabozo. A la media hora lo trasladaron a una oficina para que declarara. Escuché quejidos como si le estuvieran pegando. Al rato vi que abrían la puerta y le pegaban una piña en la cabeza", atestiguó uno de los hijos de Herrera. También su vecino, mientras estuvo preso, escuchó cuando Herrera gritaba: "No me peguen más muchachos que me van a matar".

A la noche al detenido lo llevaron al Samco local, donde el médico Ilario Benjamín Romero afirmó que no presentaba lesiones, que se encontraba en condiciones de declarar y que sólo tenía un fuerte aliento alcohólico. Por la falsedad de su dictamen este médico fue luego imputado en el caso, pero se encuentra prófugo.

Demesio no volvió a su casa la madrugada siguiente a su detención y ninguno de sus familiares lo vio. Sin embargo, la policía señaló que había recuperado la libertad a las 23:50 y que regresó a la comisaría las mañana siguiente, alcoholizado, a buscar sus pertenencias. Los agentes señalaron que en ese momento se desvaneció y por eso lo llevaron una vez más al Samco local. Como su estado empeoraba fue derivado a un hospital de Casilda, adonde llegó en estado de coma cuatro. Lo trasladaron de urgencia al Hospital de Emergencias de Rosario, con un profundo hematoma interno producto de un golpe en el cráneo con un objeto contundente. A las 42 horas falleció.

La policía intentó demostrar que Herrera había dejado la seccional antes de ser golpeado con una constancia en el libro de guardia. Junto a ese registro figuraban una rúbrica y una impresión del pulgar de Herrera. La policía adujo que la huella dactilar fue impresa porque el detenido "estaba malhumorado" y había confeccionado mal su firma.

Esa versión policial cayó porque una pericia caligráfica comprobó que la firma era falsa. La impresión dactilar que asentaron en el libro memorándum, por tanto, fue interpretada por Ramos como un intento de darle más credibilidad a un registro falso.

Ese no fue el único recurso falaz detectado por el juez: también aparecieron testigos que dijeron haber visto deambular a Herrera esa madrugada y se volcó al expediente la versión de que el hombre se había golpeado durante un accidente laboral.

"No es verdad que Herrera estuviera malhumorado, que firmara en forma desprolija. No es verdad que firmara y no es verdad que saliera de su lugar de detención", consideró en el fallo el juez Antonio Ramos. Para el magistrado, lo que ocurrió en realidad fue "la planificación y ejecución de una simulada puesta en libertad del detenido" para eludir culpas por el deterioro físico y la agresión que padeció la víctima, sin salir de la seccional.

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Demesio Herrera, con sus hijos. Lo mataron el 15 de abril de 2002 en una oficina policial.

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