Editorial:

Proteger el mercado interno

Una de las problemáticas paradojas de la Argentina actual, hija de la devaluación del peso, es el negativo rebote que suele provocar sobre el mercado interno la exportación masiva de productos alimentarios al exterior, que tanto beneficia por otra parte a la marcha general de la economía. El caso más paradigmático que se ha registrado últimamente es el de la carne vacuna, a partir de la obvia preferencia de los frigoríficos por destinar gran parte de su producción al extranjero. A partir de allí, el incremento del precio en las góndolas vernáculas se presenta como automático y profundamente irritante para los consumidores, cuyos ingresos distan en la gran mayoría de permitirles semejante nivel de gasto. Como consecuencia de esta suba de un alimento tan importante en la dieta cotidiana de nuestro país fue justamente que Sandra González, de la Asociación de Defensa de Consumidores (Adecua), requirió la intervención directa de las autoridades nacionales en el mercado interno para impedir la consumación del abuso.

En respuesta a este planteo y otros de índole similar fue que la subsecretaria de Defensa de la Competencia, Patricia Vaca Narvaja, aseguró anteayer que "es difícil" que el gobierno intervenga en materia de precios en el marco de una economía de mercado y opinó que el límite debe ser puesto por el propio "bolsillo" de los consumidores.

Para defender su punto de vista la funcionaria citó un relevamiento que se realizó durante la segunda semana de agosto sobre el precio de 42 productos en supermercados de Avellaneda, Palermo y Vicente López, en Buenos Aires, donde de acuerdo con los resultados obtenidos se registró una disminución en la mayoría de los casos.

Sin embargo, no es esa la percepción de los consumidores y otros estudios -como el que difundió la entidad Consumidores Libres, que preside el diputado Héctor Polino- revelan que el importe de los productos de la canasta básica alimentaria ha experimentado en la última quincena un aumento que ronda entre el 2,5 y el 3 por ciento.

Se trata, por cierto, de una cuestión muy sensible en un país que si bien protagoniza una innegable y valiosa recuperación todavía está lejos de haber emergido del pozo. Los ciudadanos deberán estar muy atentos para evitar ser víctimas de la voracidad que ha solido caracterizar el comportamiento de no pocos sectores, aunque se hayan hecho acreedores de los mejores frutos del cambio de modelo.

Y el gobierno, por su parte, no debería descartar de antemano la adopción de medidas drásticas en defensa del bolsillo de la gente, que muchas veces no puede defenderse solo.