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 domingo, 19 de septiembre de 2004

[Reportaje]
Elías Neuman: "La peor violencia es el hambre"
El especialista en temas carcelarios propone medidas heterodoxas contra la inseguridad y se pronuncia contra el endurecimiento de las penas

Carlos Roberto Morán / La Capital

Convencido de que en la Argentina se practica "sólo una política de parches" en temas carcelarios, el especialista Elías Neuman propone una serie de medidas heterodoxas para desterrar la inseguridad que hoy se padece. A Juan Carlos Blumberg lo considera "doctor en dolor humano, porque no debe haber nada más atroz que perder un hijo", pero no especialista en cuestiones más arduas y delicadas, como son las penas que deben aplicarse a quienes delinquen: "La más grave violencia que padece el país es el hambre, después hablemos de otras cosas", afirma.

Invitado por la Defensoría del Pueblo, Neuman estuvo en Santa Fe para presentar el libro "Derechos humanos, teoría y realidad", publicado por el organismo oficial, en el ámbito de la Feria del Libro que se desarrolló en la capital provincial. El especialista expuso sus ideas seguido con mucha atención por las más de 500 personas que se dieron cita y que terminaron aplaudiéndolo de pie. Esta es la síntesis de la extensa charla que mantuvo con Señales.

-¿Qué le diría a los que reclaman la aplicación de penas más severas, incluyendo la pena de muerte?

-La opinión pública, que nunca se sabe hoy en día si es pública o publicada, tendría que ser objeto de información seria, veraz. Hay que decirle a esas personas que el Estado no puede disuadir o enseñar a no matar matando y explicar qué es lo que significa el derecho humano de vivir, el sacramento de la vida -como lo es para muchas religiones- y qué significan las penurias que debe pasar una persona que debe morir, los sufrimientos, los padecimientos previos. Puede ser interesante, porque esas personas desconocen una cantidad de circunstancias, pero si es tan fuerte su sentido de vindicta, preguntarles concretamente si ellas estarían dispuestas a matar.

-Usted sabe que muchos responden que sí, que lo harían con gusto.

-Esto me recuerda un poco a una anécdota de Umberto Eco, quien preguntado sobre qué es lo que haría él si llegan delincuentes a su casa, la saquean, roban todo, la destruyen y violan a su mujer, contestó: "Yo seguramente me armaría y saldría a buscar a esos delincuentes y trataría de matarlos, pero yo no soy el Estado". Yo suscribo esa postura también, porque no puedo confundir vindicta o venganza con justicia, que es lo que les pasa a los que usted me cuenta.

-¿Es la impresión o estamos peor, en política carcelaria, que tiempo atrás?

-Nosotros hemos pasado de un capitalismo industrial a un capitalismo financiero y de servicios.

-¿Es por la aplicación del neoliberalismo?

-Sí, es el neoliberalismo, es la globalización. ¿Es lo mismo el sentido ético de la vida humana en el sistema capitalista industrial que en el actual sistema capitalista financiero? Y entonces me voy a la criminología y le digo: Nosotros teníamos hace unos treinta años el ideal de la readaptación social del delincuente. En realidad vimos pocos readaptados, pero de todas maneras siempre pensábamos en eso y la readaptación social la ligábamos al hecho del trabajo carcelario, porque decíamos si un individuo se proyecta en el trabajo o robustece lo que él era como trabajador, cuando salga (de la cárcel) tendrá donde trabajar. Ocurrieron muchos casos de ese tipo porque en el sistema capitalista industrial el operario era una especie de eslabón en la cadena de producción y era bienvenido.

-¿Y actualmente?

-Ahora no podemos decir lo mismo, porque si el que está en extramuros no consigue trabajo, imagínese que resultaría cruelmente unamunesco hacer que un hombre aprenda a trabajar en la cárcel para que salga afuera y después no consiga trabajo. Ese es el cambio operado y en ese sentido tenemos que ver nosotros cómo opera el sentido ético de la vida humana. Entonces, cuando me piden opinión sobre la violencia yo contesto que la más grave violencia que tiene el país es la del hambre, después hablemos de otras cosas.

-¿Se han perdido valores, tales como los de la solidaridad o el compañerismo?

-Yo a veces trato de explicar y de explicarme y ayudarnos a pensar: Si una persona que se levanta día a día y no sabe si ese día va a poder ingerir algo, si esa persona tampoco puede llevar a sus hijos, a su casa, comida, ni medicamentos, si se enferma y además está atenaceado por el desempleo, me pregunto si esa persona es un ser libre. Yo soy un hombre de derecho y sé que formalmente las leyes dicen que sí, que es un hombre libre, pero como victimólogo, como alguien que quiere pensar, digo que no, que no es un hombre libre.

-¿Qué opinión tiene sobre Juan Carlos Blumberg?

-Lo único que puedo es darle la mano y mis condolencias a Blumberg, porque debe ser atroz sobrevivir a un hijo. Quiero decir que él es un doctor, un doctor en dolor humano. Pero nada más.

-¿El no tendría que meterse en otras cuestiones, más específicas?

-Los otros temas son de otra índole. Una persona que logra por los miedos de otra gran cantidad de personas de la misma clase social que ella, clase media, reunir cien mil personas, es alguien que interesa políticamente, entonces lo reciben desde el presidente hasta los miembros de la Corte Suprema. La cosa está polarizada, entre los que entendemos que ninguna ley por más draconiana que sea puede modificar un ápice las realidades sociales y los que confunden venganza con justicia.

-¿Las cárceles no sirven?

-Ya que estamos en Santa Fe yo tengo que decirle que ocurriría con (Luis) Casiello, uno de los fundadores de la llamada "prisión modelo" de Coronda, donde los presos trabajaban y había un orden. ¿Ahora de qué es modelo esa prisión? De superpoblación, de ocio forzado, de pérdida de la dignidad y de muchísimos otros derechos humanos. Entonces, ¿qué ocurre?, las prisiones, so capa de privar del derecho deambulatorio del individuo, lo privan de una cantidad de derechos que cosifican al ser humano, porque no le permite la proyección individual.

-¿Qué propone como alternativas a lo actualmente existente?

-No voy a inventarle cosas a usted, pero sí digo que es necesario crear medidas alternativas y sustitutivas de la prisión tradicional. Vale decir, no todos tienen que ir al mismo depósito.

-¿Deben tomarse en cuenta los matices, la situación particular de cada detenido?

-En efecto, hay que personalizar la pena. Vamos a un caso como el de esta provincia. Aquí debe haber presos de origen rural, en (la cárcel de) Las Flores yo lo he visto y sé que es así en todas las provincias. ¿Por qué no pensar en prisiones al aire libre para esa gente, de mediana y mínima seguridad? En terrenos fiscales y barracas desmontables.

-¿Barracas desmontables, no construcción de cárceles?

-Sí, señor, no construir, porque siempre va a haber negocios inmobiliarios en la construcción de una cárcel.

-¿A usted lo consultan para aplicar políticas carcelarias en el país?

-A mí nunca me consultan, porque yo soy un hombre muy directo, porque no puedo dar un plan para hoy y yo no adhiero a ninguna política de parches, creo que hay que hacer un programa de política criminal interdisciplinario, muy serio, con personas bien escogidas. Y los gobiernos, en general, entre los que saben y sus amigos, eligen a sus amigos. Entonces es difícil que me consulten.

-¿Hay que deducir que, desde su perspectiva, lo que se hace en los servicios penitenciarios, federal, provinciales, no sirve?

-No, nada. Por empezar los servicios penitenciarios no tienen que ser paramilitares. Sólo cuatro países tienen servicios paramilitares: Chile, Cuba, Egipto y la Argentina. El Servicio Penitenciario Federal desde la época de Lanusse es un servicio de seguridad nacional ¿y usted me puede decir qué tienen que hacer uniformados en las cárceles, si en ninguna parte es así? Y además, digámoslo, el preso odia el uniforme y sus razones tiene.

-¿Tiene esperanzas de que las cosas cambien?

-En Santa Fe, en la peatonal, unos chicos me leyeron cuentos que hablaban del amor entre los seres humanos, de la fraternidad. Y eso, la fraternidad entre los seres humanos, es lo que tiene que volver. Vale decir de los apotegmas del liberalismo político de finales del siglo XVIII: Libertad, igualdad, fraternidad, creo que yo que la fraternidad tiene que ocupar el primer puesto porque hoy no está, no existe, somos hobbesianos, el hombre es el lobo del hombre.

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"Un hombre sin casa ni comida no es libre".

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