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 domingo, 19 de septiembre de 2004

Otro Sosa de Tablada

Javier Parenti / La Capital

No tiene relación con Gabino, aunque coincidieron en un amistoso jugado en Reconquista, pero al igual que el payador de la redonda, jugó en los charrúas. Su apellido es Sosa, su puesto principal fue centroforward, aunque alternó como insai, y su nombre es Eduardo Ezequiel. Hoy, a sus casi 80 años -los cumple el 22 de octubre- sigue vinculado más a su pasado en el Centro de Jubilados Ferroviarios, como una continuidad a sus 22 años como maquinista del Mitre, pero siempre recuerda los mejores momentos de aquel futbolista que desde los 16 años empezó a defender la camiseta de los azules de Tablada, aunque su barrio de toda la vida fue y es Arroyito. No le tocó la suerte de jugar en algún club grande de AFA (estuvo cerca de Independiente) pero se destacó en sus 46 partidos jugados en la vieja segunda de ascenso del fútbol argentino entre 1944 y 1948, al punto de haber marcado 13 goles. Y si bien no los tiene del todo presentes, los más importantes, los que dejaron su nombre entre los destacados, fueron los 5 que marcó en 4 clásicos contra los salaítos, entre 1946 y 1947.


Su amor con la pelota nació de pibe y lo manifestó en forma seria en aquella 6ª división de Fortín Barracas, cuando el club de la zona norte todavía hacía fútbol y tenía su cancha "atrás del puente de la avenida Sorrento, enfrente de lo que hoy es Sparta" y ya demostraba sus condiciones de "filtreador, un gambeteador, pero también me gustaba mucho hacer goles".
Hasta que "jugamos un torneo en el que me vieron dirigentes de Central Córdoba, que me vinieron a buscar a mi casa para decirme si quería jugar para ellos. Claro que acepté y así arranqué en la 5ª, con la que fui a jugar en un preliminar en cancha de Boca, hasta llegar a primera a los 19 años", en el torneo de 1944, en el equipo que formaba con "Cappellini; Aresi y Cosio; Gallardo, Villalba y Longini; Ozcoidi, Montes de Oca, Yovanovich, yo y Pin".

De aquella formación, "Cappellini jugaba conmigo en Barracas -también lo hacía Virginio, que fue a Argentino- y había grandes jugadores, como Pin que después pasó por Boca y Atlanta", explica mientras recuerda a otros compañeros como "Molinari, Alonso, Mardizza, Díaz, De Vito, Rinaldi, Rodríguez, Cristini y el arquero Alfredo Berti".

En aquellos partidos de AFA los recuerdos giran en torno a la cancha charrúa, "que siempre estuvo en el mismo lugar, aunque antes estaba ubicada al revés, con los arcos mirando de norte a sur" y a los viajes cada quince días a Buenos Aires, que "los hacíamos en tren, saliendo a las 7 y llegando de vuelta a Rosario a las 23 para ir a comer a La Carmelita, el boliche que estaba en Pichincha, en la zona de Ovidio Lagos y Jujuy", sonríe Sosa, ya sin los bigotitos que hacían furor a mediados de la década del 40.

Y en uno de esos choques en tierras porteñas, "se acercó al alambrado un hombre y me dijo si quería trabajar en el ferrocarril. Era nada menos que Telmo Luna, el presidente de la Unión Ferroviaria de entonces. Le contesté que sí y a los pocos días ya estaba trabajando".

"Es que siempre tuve el pensamiento de que no podía vivir siempre del fútbol, aunque sacaba buena plata. Cobrábamos 250 pesos cuando un obrero especializado ganaba 120. Pero siempre tuve en mente que en cualquier momento me podría lesionar y por eso quería un trabajo fijo. Además, ya me había casado (con Mary, quien lo acompaña hace 57 años), y tenía esa idea".

En Central Córdoba jugó hasta "los 25 años, cuando me surgió la posibilidad de ir a América de Cañada de Gómez, donde ganaba más y también podía seguir ligado al ferrocarril".

Y ese vínculo con los trenes le permitió no hacerse problemas cuando "a los 28 años sufrí una lesión en la rodilla y Lapettina (prestigioso masajista de entonces) me dijo que si no me operaba no podría seguir jugando. No lo hice y dejé el fútbol. Entonces, terminé como maquinista manejando tanto los trenes a vapor como la máquina diesel. Eso sí, igual terminé operándome". Pero ya tenía 54 años.

Hoy al fútbol lo sigue por TV mientras ayuda a sus compañeros ferroviarios tres veces a la semana, cuando se hace el viajecito en el 103 desde su casa de toda la vida, en la cortada Alvarez Jonte, desde donde antes se tomaba el 4 o el 18 para ir a practicar y jugar en el Gabino. Como el otro Sosa. l

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Su destino siempre estuvo en Arroyito.

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