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 domingo, 19 de septiembre de 2004


Interiores: El lugar de la fobia

Por Jorge Besso

La sola lectura del concepto de fobia produce un cierto cosquilleo, en tanto y en cuanto se la define, en términos generales, como un "terror continuo e inmotivado de un sujeto, ante un ser vivo, o un objeto, o una situación que en sí mismos no presentan ningún peligro real". La definición con ser corta tiene, sin embargo, tres términos fundamentales y una afirmación final.

*Terror.

*Continuo.

*Inmotivado.

*Que en sí mismo no presenta ningún peligro real.

A los tres términos hay que leerlos desde la afirmación final, lo que nos da como resultado que algo que no presenta ningún peligro real es capaz, no obstante, de producir un terror que además de ser inmotivado es para colmo continuo. Todas estas precisiones contienen al mismo tiempo algunas imprecisiones que son producto de las complejas relaciones entre la fobia y el miedo, por una parte, y la muy compleja configuración de un criterio de realidad en los humanos.
Idea de peligro
Tanto la fobia como el miedo van unidos a la idea de peligro sin la cual sus definiciones no serían posibles, pero la cuestión es que tanto los miedos como las fobias, muchas veces (habría que decir la mayoría de las veces) están referidas a algo que no presenta ningún peligro real. Ahora bien, que no presente ningún peligro real, no quiere decir que no lo represente. Es la gran diferencia que existe entre lo que se presenta y lo que se representa, o lo que es lo mismo, todas las diferencias existentes entre las presentaciones y las representaciones. Un viejo refrán apunta al corazón mismo de la subjetividad humana al sentenciar: "Las cosas son según el cristal con que se las mire".

El clásico refrán es una especie de antídoto contra cualquier absoluto y por lo tanto contra cualquier práctica y culto con relación a cualquier absolutismo, ya que el aserto proclama que las cosas nunca son en sí mismas, sino que son de acuerdo con el cristal con que se las mire. Ahora bien, ese "cristal" no es nada más ni nada menos que la psiquis humana, capaz de proyectar y de reflejar hacia fuera y hacia adentro.

Cristal que no es un espejo que refleja la realidad exterior, ni un espejo que refleja la realidad interior, sino que es un cristal a modo de una pantalla que vendría a ser la percepción humana de las cosas. El cristal en cuestión tampoco es una lente fotográfica capaz de fotografiar la realidad exterior o las múltiples vicisitudes del interior, con lo que la tan mentada realidad que todo el mundo se precia y se jacta de conocer, no se capta. Al menos no solamente se capta. La realidad se percibe y la percepción se va representando las cosas que se presentan.

En término generales una inmensa cantidad de personas se levantan cada día el mismo día, y luego de haber atravesado la misma noche, al menos en lo que respecta al calendario. Aún así las cosas tienen sus matices, ya que el calendario con toda probabilidad es quien más logra consenso entre los humanos capaces de acordar en un porcentaje altísimo que, por caso, hoy es domingo.

Tal vez habría un gran acuerdo en que además se trata del domingo 19 de septiembre, aunque en un porcentaje un poco más bajo que el anterior, ya que debe haber muchos preguntando, aún sabiendo que es domingo, si acaso es 19 o 20. Del mismo modo que nunca se sabe a quién pertenece la madrugada, si al día anterior ya que es parte de la noche y la noche habita en el día anterior, o al día siguiente ya actualizado en los relojes o en la computadora, no obstante lo cual los amigos que se despiden cuando la noche se va extinguiendo se dirán: "Nos vemos mañana", aunque para el reloj oficial se trata del mismo día. Es que para ellos "representa" el día anterior que todavía lo sigue siendo. Y como tal, ellos viven en la representación del día anterior.

En este sentido se podría decir que esa es la verdadera casa del ser humano: el ser humano vive en la representación, esa es su casa, razón por la cual se puede compartir un domicilio, pero no exactamente la misma casa. Frente al mismo y hermético ascensor hay dos personas, sabiendo el día que habitan y hasta es posible que en las últimas elecciones hayan votado al mismo candidato y también sean parte de la inmensa masa que grita, sufre y disfruta por los mismos colores. Pero uno de los dos no puede subir, preso del pánico, ya que ese ascensor "representa" una trampa mortal.

El otro individuo, en cambio, sube casi sin advertir y sin pensar en el ascensor, imbuido como está en los vencimientos que tiene que afrontar y que representan su propia trampa mortal. Es que la realidad es más lo que se representa que lo que se capta. Alguien puede subir al avión aún con miedo, pero difícilmente con fobia, ya que por lo general la fobia lo deja abajo. De una u otra manera todos somos hijos del miedo que muchas veces se nos organizan como fobias a las cosas o a los otros. Precisamente por ser otros. Y los otros habitan en otra representación, aún siendo nuestra amada o nuestro amado.

Dos de las grandes tareas humanas son la capacidad de revisar nuestras propias representaciones de las cosas, y de tolerar las representaciones de los otros. Nada más difícil. Nada más enriquecedor. En cuanto al mundo, ¿será capaz de revisar su representación de la riqueza o acaso de tolerar su distribución, y más aún de promover una mayor distribución? Nada más difícil. Nada más enriquecedor. Para salir de la miseria y de las miserias, habría que poder dejar de identificar la riqueza con la posesión. Más que nada porque el amor a la posesión termina haciendo del amor una posesión.

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