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 miércoles, 25 de agosto de 2004

Una pareja contrató a un conductor en Ibarlucea, se escapó en su auto y terminó tiroteandose con la policía
Pesadilla de un remisero asaltado y atormentado por un par de ladrones
Lo hicieron bajar en un descampado en plena noche, lo golpearon, lo ataron y lo dejaron desnudo

Oscar Víctor Zito, de 50 años, tiene en su historia personal el privilegio de ser el primer remisero de Ibarlucea. En quince años de actividad nunca había tenido contratiempos graves. Hasta el lunes a la noche, cuando padeció un incidente que lo hizo sentir un par de veces de frente a la muerte. Un hombre y una mujer lo contrataron para hacer un viaje a Rosario, pero a menos de la mitad del camino lo encañonaron y lo llevaron hasta un descampado, donde lo golpearon y finalmente lo dejaron atado de pies y manos, en calzoncillos. Los delincuentes se marcharon con el coche del conductor, pero cerca de Pérez fueron interceptados por una patrulla policial, que los puso en fuga. Debieron abandonar el vehículo tras una breve persecución con intercambio de disparos incluido. Hasta ayer no habían sido localizados.

Fue una verdadera odisea para Zito y su familia, que tuvo un final feliz, a pesar de los magullones que el chofer sufrió en la cara y en las costillas, producto de la ira del malhechor. El remisero estaba junto a su mujer y cuatro hijos cuando, a eso de las 20.30, apareció una parejita en busca de un remís. Los recién llegados dijeron que viajaban en moto a Rosario y que el rodado se les había descompuesto.

Por eso buscaban un chofer en el pueblo y, sin suerte con un primer candidato, llegaron hasta la casa de Zito. "Dijeron que habían dejado la moto en lo de un mecánico que está a una cuadra de mi casa. La hora me pareció un poco rara para viajar a Rosario, pero acá no estamos acostumbrados a desconfiar", contó Oscar a La Capital. "Así que les pedí un minuto. Estuve a punto de mandarlo a mi hijo de 19 años, pero gracias a Dios fui yo. Si no no se que habría pasado", agregó.


Hacia un camino rural
Zito recordó que el viaje fue igual a cualquier otro. El hombre se ubicó en el lado del acompañante y la mujer se sentó en la parte trasera. Así salieron los tres en el Renault19 por la ruta nacional34 hacia Rosario. Pero el viaje se interrumpió mucho antes de llegar. Cuando el coche circulaba entre los dos moteles que están en la zona, el varón le pidió al chofer que se desviara por un camino rural conocido como Los Alamos, que desemboca en Funes. "Vamos a pasar por lo de un cuñado, que tiene un Rastrojero y puede ir a buscar lo moto", fue la excusa que escuchó el remisero.

Cuando ya habían transitado casi un kilómetro, Zito comenzó a sospechar. Como buen conocedor de la zona pescó al vuelo que sus pasajeros no manejaban buena información sobre los habitantes de esos campos. Pero ya era tarde. Cuando el coche pasaba frente a una tranquera a escasa velocidad por los pozos, el acompañante desenfundó un arma de fuego y le ordenó detenerse. "Quedate en el molde, esto es un asalto", le anunciaron y enseguida lo obligaron a bajar del coche.

Después sobrevino una situación tensa. Fue cuando los hampones quisieron poner a Oscar dentro del baúl del coche. El chofer se negó tajantemente y adujo que tenía problemas cardiácos. "Si me metés ahí, me matás. Así que si querés pegame un tiro acá nomás. Yo al baúl no entro", les espetó el conductor a sus captores, tras lo cual ligó un culatazo en la sien y un rodillazo en las costillas. Después lo desvistieron hasta dejarlo sólo con el calzoncillo puesto y lo hicieron trasponer el alambrado de un campo sembrado con soja.

"En ese momento pensé que me iba a matar. El tipo que tenía el revólver agarró un pullover mío y no se por qué, pero creí que lo iba a usar para ahogar el estampido del arma. Pero al final lo usó para atarme", rememoró Oscar. Así, con una manga del sweater le sujetaron un tobillo y la otra se la ataron alrededor del cuello. Luego, usaron las medias para atarle las manos y los pies. En esa situación, y con la boca contra la tierra, quedó Zito mientras la pareja de maleantes volvía a subirse al auto y desaparecía en la fría noche.

Al ver que los ladrones se iban, Zito se pudo desatar y caminó desnudo a campo traviesa hasta la chacra de unos conocidos, donde pidió auxilio. Allí le prestaron un teléfono con el que se comunicó con la policía y con su familia. El Renault 19 apareció poco después en jurisdicción de Cabín 9, Pérez. El coche se desplazaba a alta velocidad y llamó la atención de una patrulla que intentó identificarlo. "Entonces comenzó una persecución de los sospechosos", dijeron en la Unidad Regional II, "durante la cual hubo un intercambio de disparos". Todo terminó en una zona de cañaverales, donde los hampones se vieron imposibilitados de seguir por lo difícil del terreno.

Entonces bajaron del auto y siguieron a pie. Hasta ayer la policía no pudo dar con los autores del hecho, quienes apenas pudieron llevarse unos pesos que tenía Zito en los bolsillos y una alianza de oro, además de la ropa del remisero.

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A Zoto quisieron ingresarlo al baúl.

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