| miércoles, 25 de agosto de 2004 | Borges y el Haiku II En función del gran respeto que me merecen la milenaria cultura china y su pueblo, a los que admiro, y del que es descendiente Yoshio Shirai, me permito discrepar con las consideraciones vertidas en su carta publicada en esta sección titulada "Borges y el Haiku". Yoshio expresa que los haikus escritos por Borges "son cualquiera" por no respetar determinada métrica y otras "reglas". No creo de ninguna manera que esto sea así. En primer lugar nadie puede desconocer que Borges fue un gran estudioso, traductor y escritor de poesía haiku. Quisiera sugerirle a Yoshio que lea del volumen "Atlas" el último ensayo titulado "De la salvación por las obras" donde Borges en un espléndido relato deja traslucir su admiración y conocimiento acerca del haiku . Por otro lado es sabido que este tipo de poesía es resultado de una confluencia de escuelas filosóficas y poéticas muy anteriores a grandes maestros de la etapa clásica como Basho, Buson, Issa, etcétera y así no pueden dejar de tenerse en cuenta al budismo mahayana, el zen chino japonés, el taoísmo y el confucianismo. La espiritualidad india, el espíritu práctico chino y la simplicidad japonesa sustentan este singular y maravilloso arte difundido y practicado hoy en todo el mundo. El haiku en su brevedad expresiva es enteramente imagen, impacto de un momento sentido en profundidad. Tratar de traslucir lo más ascéticamente un "satori" o instante de iluminación. Haiku es sensación pura, la abdicación por parte del poeta de sus preconceptos intelectuales. Es escribir poesía sin pasar por el tormento de la mente, tan propio de nosotros, los occidentales. Blyth, autor de "A history of Haiku" expresa: "el arte del haiku está lo más cercano posible a la vida y a la naturaleza y lo más alejado posible de los intrincados mecanismos intelectuales de la literatura". El haiku puede ser de muchas clases; profundo o superficial, religioso, triste, pero todos los haikus dignos de tal nombre son testimonios de momentos cumbre espirituales y que, en manos de un maestro, pueden llegar a ser esencia concentrada, poesía pura. El mérito del poeta será entonces poder permanecer permeable a la belleza expuesta. Esto implica a las claras no estar ocupando la mente entreteniéndose en pensar si exactamente las sílabas son las requeridas por cierta ortodoxia. Así, por ejemplo, Octavio Paz realiza traducciones de las Sendas de Oku (M. Basho) a veces respetando y observando y otras veces no la métrica ideal al igual que lo hacían los poetas japoneses, usando licencias, desviándose del esquema cuando el espíritu del poema lo requiere. En un haiku puede reinar la libertad, una libertad consciente a partir de quien se encuentre consubstanciado con esta maravillosa experiencia creativa y poética.
Miguel J. Culaciati, DNI 17.276.202
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