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 miércoles, 12 de mayo de 2004

candi
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-Las palabras de Eduardo Mirás -presidente del Episcopado Argentino y arzobispo de Rosario- durante la apertura del tradicional encuentro de los obispos en San Miguel fueron poco difundidas. Quizás porque esas palabras ponen rojo de vergüenza a algunos y como sutil y figurado cachetazo le dice "insolentes" a otros. Las palabras de Mirás al abrir la asamblea del Episcopado reconfortan a quienes bregamos por un nuevo orden más justo y en donde impere el amor y la igualdad de derechos.

-Refiriéndose a estas últimas marchas que se dieron en nuestro país, Mirás dijo que "la sociedad ha demostrado claramente la necesidad de desarrollarse con tranquilidad, desterrar el reinado de la violencia que amenaza convertirse en una manera de ser y de vivir, y someterse a un marco legal idéntico para todos. Pide condiciones de seguridad adecuadas para hacer posible la convivencia en paz". Y añadió: "La comunidad argentina ha sufrido mucho en los últimos años; pobreza y marginalidad creciente, desgaste de las instituciones de la República, debilitamiento de los vínculos sociales y frustración de muchas esperanzas".

-De algún modo, y con mucha humildad lo expreso, nos sentimos halagados y reconfortados porque una persona talentosa y de gran erudición como el arzobispo de Rosario ha señalado lo que tantas veces hemos dicho aquí: "en este momento de la historia, la humanidad rechaza "la auténtica imagen de Dios y su ley".

-El dignatario eclesiástico manifestó que hoy "Se pone en duda el derecho a la vida del nonato, se buscan pretextos para admitir la clonación humana, se absolutiza el sexo, independizándolo de su fin propio y natural y entretanto, se agiganta el individualismo, ya universal, y el consumismo de los pudientes, despreocupado de la miseria que abunda y de la pobreza que alcanza cifras asombrosas".

-Las palabras del arzobispo de Rosario nos dan pie para retornar hoy al tema del domingo pasado. Dijimos en esa charla que un nuevo orden en el mundo no sólo es necesario, sino imprescindible e inminente. Aunque como dijéramos allí mismo, el tiempo de la divinidad no puede sujetarse al tiempo del hombre y por lo tanto deba hacerse flexible el concepto de inminencia. Y este cambio del orden mundial no podrá realizarse sino por la acción de la sangre real y la dinastía espiritual y el retorno al respeto de la ley de Dios. Eso fue lo que expresamos.

-¿Qué es la sangre real y la dinastía espiritual?

-La sangre real es la sangre de Moisés, de David y de Jesús. La Dinastía Espiritual es aquella que sigue y observa a través de los tiempos la ley mosaica y evangélica. Y esto no implica, como lo dije días pasados, la instauración de una suerte de teocracia, ni de excluir a otras religiones, ni siquiera de apartar a agnósticos ni ateos. Se trata de instaurar en el mundo, y especialmente en esta Argentina humillada el primer principio estampado a fuego no sólo en las tablas de la ley, sino en el espíritu del hombre en el mismo momento de la fecundación: "Amarás a Dios con toda tu fuerza con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo". Una sociedad que comprende lo que significa el amor no puede sino ser una sociedad que alcanzó la paz y la justicia, una sociedad dichosa. Esto parece una utopía y lo es sólo porque el ser humano en lugar de vivir con amor vive con egoísmo y soberbia. Vive para sí y pensando en sí, no comprendiendo que tal modo de vida más tarde o más temprano física y metafísicamente lo acabará, porque como bien decía un ex presidente: "Nadie puede realizarse en una sociedad que no se realiza". Un country privado no da a los ricos ninguna garantía de seguridad, tampoco una suculenta cuenta en Suiza, ni ningún bien, sencillamente porque nadie puede burlar la inexorable ley natural. Sólo una cosa garantiza una vida en paz: el amor y el cumplimiento de la ley divina que no es una ley sólo para vivir bien en ese Paraíso del que nos hablan los religiosos y al que, desde luego, no se debe renunciar, es una ley para vivir mejor en este aquí y ahora. Ahora, un ateo podrá decir ¿Por qué debo amar a Dios? No creo en Dios. Pues la verdad es que Dios podría responder a esa pregunta de este modo: "Pues lo cierto es que cuando amaste a tu hermano me amaste a mí". ¿Y qué es amar?...

Candi II
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