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 sábado, 27 de octubre de 2007  
La Iglesia beatificará a sus mártires españoles

Daniel Woolls

Cuenca. — Al principio, los milicianos pensaron decapitar al obispo con un hacha. Pero se apiadaron y le pegaron un tiro. Fue uno de cientos de miembros del clero católico ejecutados durante la Guerra Civil española (1936-1939). El obispo Cruz Laplana y Laguna y casi medio centenar de personas que la Iglesia Católica declaró mártires serán beatificados mañana en Roma, en lo que constituye el paso previo a una posible canonización. La ceremonia se produce en momentos en que los españoles tratan de ajustar cuentas con su pasado.

   Laplana y Laguna fue tomado prisionero por milicianos izquierdistas dos días después del estallido de la guerra en julio de 1936. El alcalde de Cuenca, pequeño pueblo del centro de España, trató de conseguir su liberación con un ardid: envió a la policía al seminario donde estaba siendo retenido y le pidió al religioso que se vistiese de agente y saliera con ellos. Pero el obispo se negó porque no estaba dispuesto a deshacerse de sus vestimentas. Dos semanas después, Laplana y Laguna bendijo a sus ejecutores cuando se aprestaban a dispararle. “Que Dios te bendiga. Yo te perdono y te bendigo”, expresó, según un libro de la Conferencia de Obispos Españoles. Laplana y Laguna será beatificado con otras 497 personas que la Iglesia declaró víctimas de persecución religiosa antes o durante la Guerra Civil. Será la misa de beatificación más grande en la historia del Vaticano.



Feroz dictadura. La guerra enfrentó a un gobierno izquierdista elegido democráticamente contra fuerzas de derecha al mando del general Francisco Franco. Los franquistas salieron victoriosos e instauraron una dictadura de casi cuatro décadas (1939-1975), que fue firmemente apoyada por la Iglesia Católica.

   La violencia contra el clero se venía gestando desde 1931, cuando se declaró una república en España y la izquierda puso la mira en una institución que consideraban símbolo de la riqueza, la represión y la desigualdad. Esta violencia fue uno de los pretextos que esgrimió Franco para su alzamiento y se intensificó al comenzar la guerra. Muchas iglesias fueron quemadas y aumentaron los ataques contra el clero. La Iglesia dice no tener cifras oficiales, pero calcula que 7.000 religiosos fueron asesinados entre 1931 y 1939.

   Con excepción de siete personas que eran laicas, el resto eran miembros del clero: sacerdotes, diáconos, seminaristas, monjes y monjas de todas las edades. Laplana y Laguna es uno de dos obispos que dan un paso hacia la santidad. Fue ejecutado a la vera de un camino en las afueras de Cuenca.

   Algunos consideran que este no es el momento adecuado para la beatificación, ya que tres días después el Parlamento español se pronunciará en torno a un proyecto socialista conocido como la Ley de la Memoria Histórica que busca resolver asuntos pendientes.

   La Iglesia, al igual que el conservador Partido Popular, siempre se ha negado a esta iniciativa, alegando que sólo servirá para abrir viejas heridas y quebrar el espíritu de la transición democrática que siguió a la dictadura.

   El proyecto de ley menciona a las personas perseguidas por sus creencias religiosas, pero en términos generales representa una condena formal, sin precedentes, del régimen franquista, las ejecuciones de civiles de parte de milicianos franquistas y los juicios de la posguerra de opositores al nuevo gobierno.



¿Motivaciones? Algunos sectores opinan que el Vaticano, que en las últimas dos décadas ha beatificado a casi medio centenar de religiosos muertos en la Guerra Civil Española, actúa con motivaciones políticas y que la decisión de beatificar de una vez a 500 personas busca hacer quedar mal al gobierno. Redes Cristianas, que agrupa a organizaciones católicas laicas, dijo que la Iglesia debe disculparse por su apoyo a Franco. “Dado que la Iglesia no ha pedido perdón por lo que pasó, esta beatificación es inoportuna”, señaló.

   La Iglesia aduce que ha hecho meticulosas investigaciones de las matanzas por décadas, y que la ceremonia tiene lugar ahora porque el Papa Benedicto XVI terminó de firmar los decretos hace sólo dos meses. “La Iglesia se mueve con mucha lentitud y tiene su propio calendario, que no depende de ningún otro, y mucho menos de las agendas políticas de un gobierno”, expresó Juan Antonio Martínez Camino, secretario general de la Conferencia de Obispos Española.
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