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 domingo, 07 de octubre de 2007  
Lo matan de un tiro en la cama y ante su mujer
Entraron a su casa cuando dormía, encendieron la luz y le dispararon a quemarropa

Leo Graciarena / La Capital

“¿Qué pasó?”, preguntó ayer por la mañana un hombre de pasaje Bravard al 4500 E. “Lo mataron al Loco Rubén”, le contestó uno de los vecinos de la cuadra. La réplica fue una reflexión en voz alta: “Y, esto se veía venir”. Esa síntesis la ofrecían las charlas de vecinos en el barrio Santa Teresita al enterarse de que Rubén González, de 51 años, había sido ejecutado de un disparo en la cabeza en su habitación.

Un mes atrás la víctima había radicado una denuncia por haber sido baleado. Ninguno de los vecinos mostró sorpresa ante la noticia. “¿Sorpresa? Eso me daría si asesinaran a un laburante. ¿Pero a este muchacho...? Esto se veía venir. Hace unos años atrás lo balearon y se salvó. Hace un mes le dispararon y zafó”, precisó este vecino antes de aclarar que “al Loco lo conozco de toda la vida”.

A ocho cuadras de la Jefatura de policía, el pasaje Bravard al 4500 E, entre Coronel Arnold y Comodoro Rivadavia, parece una calle tranquila. Paralela a Ovidio Lagos, a la altura de Uriburu al 2800, por sus veredas ayer a la mañana se paseaban personas que trataban de saber cómo habían asesinado al Loco Rubén. Ninguno se negaba al diálogo aunque bajo una sola condición: “No me pongas el nombre porque esto es muy grosso y me tengo que quedar a vivir acá. Además tiene un yerno policía”, dijo un vecino.

Disparo en la frente. A Rubén González todos lo conocían como el Loco. Vivía junto a su esposa y una de sus dos hijas mayores de 20 años en una casa de pasillo abierto, justo a la altura del 4546. Su muerte parecía estar preanunciada. Fuentes policiales confiaron que González y su esposa, también de 51 años, estaban solos en la casa y a las 3 de la mañana dormían. A esa hora, dos hombres entraron a la vivienda sin forzar cerradura alguna. Llegaron hasta la habitación donde dormía la pareja y, tras encender la luz, le dispararon a quemarropa al hombre en la cabeza.

La bala le ingresó en la frente, sobre el ojo izquierdo, y lo mató en cuestión de segundos. Entre los matadores y su víctima no hubo diálogo alguno. No exigieron dinero ni nada por el estilo que haga pensar a los pesquisas en una intención de robo.

La del Loco Rubén fue una ejecución digna de thriller a la altura de Pulp Fiction o cualquiera de la saga de El Padrino. La única testigo fue la esposa, quien según confiaron voceros de la investigación “sólo atinó a taparse la cara con la sábana”. Cuando los efectivos del Comando Radioeléctrico llegaron al lugar encontraron al Loco tirado sobre el piso boca arriba, vestido sólo con un boxer color gris. En medio de una aureola de sangre podía verse el orificio de entrada del proyectil de bajo calibre en la frente. En uno de los cajones de la mesita de luz del lado donde dormía la víctima quedó un revólver calibre 22 que aparentemente no fue gatillado en las últimas horas.

Los matadores se movieron por la casa como conocedores del terreno. Ninguno de los vecinos linderos escuchó el disparo y sólo supieron que algo malo había sucedido cuando los perros comenzaron a ladrar ante la llegada de los patrulleros. Tampoco dijeron haber oído gritos u otros ruidos.

De alto perfil. Aunque muy por lo bajo, del Loco en el barrio los vecinos hablaron. “No me asombra que lo hayan matado. El Loco es un tipo que anduvo en la piratería, en los autos mellizos, pasando coches a Paraguay. Y tenía un gran defecto. Era un bocón. No conocía lo que es el perfil bajo. Era como un pibe grande. Andaba con dos bicicletas con motor, siempre exhibiéndose. Tenía auto importado y andaba jetoneando...”, describió un hombre mayor que vive en la cuadra.

¿Por qué? Esa es una de las preguntas que trata de despejar la jueza de Instrucción María Luisa Pérez Vara, a cargo de la pesquisa. La otra es, obviamente, quién fue.

Lo que cuentan los vecinos sobre la víctima coincide con los antecedentes que constataron los voceros policiales consultados. “Era pillo”, sintetizó un investigador. Para los pesquisas este es un “ajuste de cuentas”. Distintos voceros confiaron que el 22 de agosto pasado González denunció en la seccional 18ª que un hombre en bicicleta, al que no pudo reconocer, lo baleó con un arma que describió como un revólver calibre 32. La huella de este ataque todavía puede verse grabada sobre una de las paredes de la casa lindera al pasillo donde vivía el Loco.
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Pasaje Bravard, a la altura de Uriburu al 2800, donde mataron a Rubén “Loco” González.

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