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 domingo, 07 de octubre de 2007  
Bioingeniería, el horizonte de la industria farmacéutica
Firmas nacionales investigan sobre la regeneración de tejidos y órganos

Clarisa Ercolano / La Capital

La industria farmacéutica es la generadora del 7% del valor agregado industrial del país, un número que supera, por ejemplo, al producido por la industria automotriz. Este dato, relevante por cierto, guarda relación con el hecho de que la Argentina repite un modelo de mercado sólo similar al de EEUU y al de Japón, donde la producción nacional tiene mayor presencia que la multinacional, y con estándares de calidad iguales o superiores los de los grandes laboratorios mundiales.

Pablo Craveri, CEO del laboratorio Craveri, especializado en la investigación sobre bioingeniería, opinó que, al igual que como sucede con la industria tecnológica, “la producción de fármacos es un sector independiente de los vaivenes económicos del país y tiene fuerza propia de desarrollo”. Esto es porque “las multinacionales se fueron y dejaron nada más que las plantas de comercialización, entonces la industria nacional fue quien copó esas plantas y mantiene actualmente a las 120 mil fuentes de trabajo vinculadas al sector”.

Craveri es uno de los laboratorios más antiguos del país. De hecho, su titular estuvo en Rosario en el marco de los festejos de su 120º aniversario. La empresa debió adaptar sus estrategias para mantenerse vigente en un mercado cada vez más competitivo; se lanzó al campo de la bioingeniería (cultivo de tejidos y órganos humanos). Cuando en 1995 se cambió la ley de patentes, las opciones eran pocas: retirarse del mercado, competir con las multinacionales o dedicarse a investigar desarrollos propios. “Brasil fue un país más previsor, permite que las multinacionales patenten sus productos pero con la condición de que los produzcan allí mismo, garantizándose un precio accesible para la población”, explicó el industrial y agregó que “como la investigación es costosa” (entre 500 y 1.000 millones de dólares para patentar una nueva molécula) decidieron abrirse a la rama de la bioingeniería, un campo amplísimo que incluye desde la réplica de piel humana hasta el desarrollo de órganos completos (aún en etapa experimental), hechos con las mismas células del paciente para de esa manera evitar el rechazo.

“Buscamos que estos órganos sirvan para reparar o bien para reemplazar, es una idea norteamericana porque allá, al igual que acá, faltan donantes y las listas de espera son larguísimas, además de reducir notablemente los costos”, explicó Craveri.

Actualmente, en el país, ya se desarrolla piel suficiente como para cubrir por completo a una persona adulta y también cartílagos de rodilla y córneas para reemplazar aquellos que se lesionaron. La Anmat, homónima de la FDA yanqui, ya autorizó su utilización.
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