|
domingo,
04 de
marzo de
2007 |
[Lectura] Poemas de Jorge Leonidas Escudero
Tal como se escucha
Poesía. "Tras la llave", de Jorge Leonidas Escudero. Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2006, 80 páginas, $14.
Por Osvaldo Aguirre / La Capital
“Sigo aquí en el camino de otras veces”, escribe Jorge Leonidas Escudero (San Juan, 1920) en el primer verso de su nuevo libro. De esa manera alude a una compleja obra poética, que propone una reformulación de la lengua en base a modismos del habla y a la adecuación de la sintaxis y la ortografía al aliento mismo de la palabra hablada. El poema que contiene ese anuncio lleva un título significativo: “La palabra única”, expresión que remite a textos anteriores y señala el objeto de la escritura, la búsqueda de aquello que fluye no escuchado en la lengua corriente, “lo que aún no asoma” y podría cifrar “todo lo a decir”.
Desde su primer título, “La raíz en la roca” (1970), Escudero ha dado a conocer más de veinte libros de poemas. Sin embargo, su obra circuló durante mucho tiempo en ediciones de autor, con escasa o nula distribución fuera de San Juan; recién a partir de la antología “A otro hablar” (2001), cuando comenzó a ser publicado por Ediciones en Danza, sus libros tuvieron una mejor difusión, lo que posibilitó su “descubrimiento” para muchos, y su valoración como uno de los autores más importantes en la nueva tradición poética argentina.
En los poemas de “Tras la llave” pueden reconocerse nuevas formulaciones de temas que llevan su sello, como las historias de mineros (Escudero trabajó como tal durante muchos años), los juegos de azar (investigó un método para acertar en la ruleta) y ciertas penas de amor. Pero lo central es la renovada afirmación de que nada termina de ser dicho y que, aún con los extraordinarios textos que lleva escritos, esa “palabra única” lo desvela, como muestra el último poema, que da título al libro y expone el trabajo de sopesar las palabras a fin de “ver si alguna/ es la filosofal de toque”. Ese marco permite circunscribir al mismo tiempo lo que parecen nuevas preocupaciones (la angustia por la pérdida de cierto espacio rural) o diversas exploraciones en temas poco poéticos para una mirada convencional (los insectos, por ejemplo: Escudero logra un poema notable a propósito de las cucarachas). La cuestión amorosa, recurrente en otros libros, cede su lugar a una percepción descarnada de los efectos de la vejez y de los contrastes que incide el paso del tiempo, como se muestra en “Encuentro mustio”, la historia de dos personas que se conocieron en el pasado y al cruzarse experimentan la extrañeza de esa familiaridad.
El asunto de los poemas, con frecuencia sorprendente, incluso insólito (en “Bostezos”, se trata de dos personas que se aburren de esperar un colectivo; en “Forma de ausencia”, del recuerdo de un vendedor de huevos, y de la forma en que voceaba su mercadería), resulta en definitiva secundario. Así, “En carne propia” alude a la desventura de un apostador que creyó en los sueños de riqueza de la ruleta; lo decisivo consiste en que Escudero plantea el poema como un diálogo, y de esa manera abre el cauce para la inscripción de la palabra hablada, tal como se la escucha, con su régimen de elipsis, apócopes y acentos. A la vez, en “Jugar con fuego”, mientras recapitula las dolorosas enseñanzas que le dejaron sus frustradas aspiraciones de jugador, deriva en una reflexión sobre el desdoblamiento del sujeto que remite a la propia experiencia poética. “El yo nos engaña,/ agarra una verdá del inconsciente/ y la muestra al revés entonces/ vos apostás y perdés.// Por eso mildemente pido me diga alguien/ qué hacer para matarlo al yo”, escribe en ese poema. Luego, en “Perseguimiento nocturno” retoma la cuestión: el sujeto se contempla como otro, un aparecido que camina “en calle desconocida” por la noche, sin rumbo, “como si viniera de otro país a buscar lo inhallable”, es decir, nuevamente, aquella palabra que, como el oro o el número señalado por el azar, colmaría de riqueza a su poseedor.
Pero esa búsqueda no deja de producir resultados en términos poéticos. En “Historias”, el narrador retoma la conclusión reiterada de los personajes de esta obra: las ilusiones del minero nunca se concretan. Sin embargo, mientras enhebra su relato y escoge las palabras adecuadas, alrededor del fuego, ante el círculo de oyentes atentos a su voz, encuentra el oro verdadero: la riqueza, y la posibilidad del sueño que implica la riqueza ilimitada, están en esas palabras que Escudero ha traído de un lugar desconocido y que aquilata como un experto.
enviar nota por e-mail
|
|
|