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 domingo, 04 de febrero de 2007  
Yo creo: "Gana más el que más arriesga"

Rodolfo Bella / La Capital

"Gran Hermano" puede ser la plataforma de lanzamiento para los participantes. No importa cómo ni adonde. Esos objetivos son patrimonio de quien se arriesga a ingresar a la "casa más famosa de la Argentina". Aunque el escándalo, las ambigüedades y los malentendidos siempre están presentes. También la alta exposición. Así lo muestra la tapa de una revista en la cual se estampó sobre los cuerpos desnudos de tres ex participantes aquellas palabras-resorte que dispararían la curiosidad: sueños, traición, fama, sexo, y más. Esta semana también se sumó un elemento hasta ahora inédito: la discriminación. La corrección política hacía impensable que se descalificase a alguien por su origen, sus costumbres y su cultura. Eso le ocurrió a la actriz india Shilpa Shetty que participa en el "Celebrity Big Brother" inglés. El caso provocó la intervención del primer ministro Tony Blair y de que más de 400 mil televidentes que llamaron a la producción para protestar por las ofensas que sufrió la estrella de Bollywood. Como resultado de todo el equívoco, fue la gran ganadora del concurso. En Argentina, le pasó algo parecido a Sebastián, el chico que hizo pública su homosexualidad, aunque por ahora todo quedó reducido a un incidente desagradable. Siempre se debatió si alguien que está las 24 horas con un cámara sobre su nuca puede actuar como se le ocurra. Todos los participantes atraviesan la puerta por voluntad propia y se esmeran en lograrlo. Algunos con nobles objetivos, como reencontrarse con un ser querido, otros tal vez por narcisismo, necesidad o lo que más desee. Sólo los niños hacen lo que quieren; los adultos, lo que les parece más conveniente. Si se muestra o no; si se confiesan o traicionan no son valores absolutos en el marco de un reality. Los actores están condicionados por un promedio de 20 puntos de rating, es decir casi dos millones de personas, que con su voto pueden definir su suerte. Y ¿por qué no?, cumplir sus deseos. Claro que hay que pagar un precio. Y es lógico: gana más el que más arriesga.
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