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 domingo, 14 de enero de 2007  
Historias: Un negocio millonario

Desde la introducción del primer cultivo genéticamente modificado en el año 1996, la Argentina se transformó en el segundo productor mundial de este tipo de cultivos, detrás de los Estados Unidos, con un beneficio de 20 mil millones de dólares. Hoy se siembran en el país más de 17 millones de hectáreas con ese tipo de cultivos, que en la última campaña agrícola llegaron a representar más de 90% del área cultivada con soja, cerca de 70% maíz y alrededor de 60% en el caso del algodón.

Los beneficios totales generados por los tres cultivos, estimados en base al modelo matemático de simulación Sigma desarrollado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), fueron calculados en más de 20.000 millones de dólares.

Un trabajo realizado por Eduardo Trigo y Eugenio Cap, para el Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología (Argenbio), evaluó el impacto de los diez años de adopción de los cultivos genéticamente modificados en la agricultura argentina.


La renta
En el caso de la soja tolerante a herbicida, los beneficios netos acumulados alcanzaron a los 19.700 millones de dólares, distribuidos de la siguiente manera: 77,45% para el sector productivo, 3,9% para los proveedores de semilla, 5,25% para los proveedores de herbicida y 13,39% para el Estado.

En el caso de los maíces con resistencia a lepidópteros (Bt), el beneficio total acumulado alcanzó a los 481,7 millones de dólares. Un 43,19% para el sector productivo, 41,14% para los proveedores de semilla y 15,67% para el Estado.

En ganadería bovina, en la década 1996-2005, como contrapartida de la expansión de la soja y el fuerte incremento en los valores de la tierra, el área con pasturas se redujo en más de 5 millones de hectáreas.

Sin embargo, mediante la adopción de tecnología, se produjeron incrementos de productividad que compensaron esta reducción, lográndose mantener los volúmenes de producción total de carne, al tiempo que se recuperaron los de leche.

En el plano social, el estudio sostiene que la liberación de los materiales de soja tolerante a herbicida habría contribuido a la generación de casi un millón de empleos (a nivel de toda la economía), es decir, un 36% del total del incremento registrado para el período en cuestión.
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