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domingo,
03 de
diciembre de
2006 |
[Nota de tapa] - La historia de Cucaño
Cuadros de una revolución surrealista
El 4 de diciembre de 1979 se presentó por primera vez en rosario. Y con el paso de los años su repercusión creció con acciones callejeras y un sentido transgresor de la práctica artística
Osvaldo Aguirre / La Capital
Fue el martes 4 de diciembre de 1979. Una fecha en la época más oscura de la historia reciente. Ese día la cartelera de la sala Pau Casals anunció la presentación del grupo Cucaño, "música, teatro, mimos", según la referencia del programa. Pero con una consigna desafiante para los tiempos que corrían: Romper con la cultura.
Ese mismo día los choferes del transporte urbano iniciaron una huelga por tiempo indeterminado, en reclamo de sus salarios. Una de las primeras protestas abiertas contra la dictadura. Los integrantes de Cucaño nunca creyeron que se tratara de una simple coincidencia: tanto en la política como en el arte se trataba de actitudes de resistencia contra el gobierno militar.
El grupo se había formado un par de meses antes, con el encuentro entre Guillermo Giampietro y Alejandro Beretta, por entonces estudiantes del Colegio Nacional número 1, y el Sapo Aguilera y Carlos Luchesse, referentes en el ambiente under (como se decía) de la música rosarina. "En el puntapié inicial Luchesse tiene un rol muy importante -dice Giampietro-. Yo tenía 16 años en ese momento, y una experiencia muy limitada en todo. Y quedé fascinado con Luchesse, que era más grande en edad. Todo lo que decía me resultaba nuevo, fascinante, me hacía investigar cosas. La primera iluminación fue cuando me prestó «El teatro y su doble», de Artaud".
En el nombre Cucaño resuena una leyenda medieval (el país de la Cucaña, una tierra de promisión). Pero Giampietro tomó el nombre de la novela "Payasadas", de Kurt Vonnegut, protagonizada por dos hermanos que pasan por idiotas cuando en realidad son genios; en su lenguaje privado, Cucaño significa cumpleaños.
La presentación de Cucaño tuvo lugar en el ciclo "Música Popular Contemporánea", que organizaba Chiquito Gómez. El grupo sorprendió al público con una especie de puesta que incluía toda la sala y que intervenía sobre ciertas convenciones: en vez de un programa el público recibía basura y un papel con el sello Cucaño; los hombres y las mujeres debían ubicarse en lugares separados; al margen de los artistas en escena, otros miembros del grupo circulaban entre la gente y hacían pequeños actos y escenas.
No todos estaban de acuerdo con el espectáculo. "Entre el público -recuerda Carlos Ghioldi, sumado a partir de esa noche al grupo- estaba Fito Páez, que nos gritaba «detractores del arte»".
Desde sus orígenes la historia de Cucaño circuló como un relato oral. En ese tránsito hubo partes que se perdieron y otras que se incorporaron, inventadas por los mismos narradores: la supuesta intervención en un colectivo del transporte urbano (donde los miembros suben en forma alternada y luego festejan un cumpleaños en el micro) fue uno de los ejemplos. En 2003 la revista Señales en la hoguera, que editaban Ana María Arias, Rosario Correa, Alejandro Tomás Rodríguez y Federico Alejandro Tomé, publicó una exhaustiva investigación sobre la historia y del grupo. Allí quedó documentada la primera etapa del grupo (1979-1982), que fue la más importante en cuanto a participantes y a producción.
Libertad a la imaginación
La adhesión al surrealismo cohesionó al grupo. Los manifiestos de André Breton y los textos de Artaud, Rimbaud y Lautréamont fueron la base de su teoría y su práctica. Cada uno de los miembros del grupo recibía un nombre nuevo al ingresar: además de Giampietro (Anuro Gauna) y Ghioldi (Pepitito Esquizo), estuvieron Miguel Bugni (McPhantom), Daniel Canale (Marinero Turco), Mariano Guzmán (Piojo Abelardo), Luis Alfonso (Gordoloui), Guillermo Ghioldi (Lechuguino Maco), Graciela Simeoni (Pandora), Fabián Bugni, Juan Aguzzi (Hermano Juan), Daniel Kocijancic (Hachero Centroamericano) y Marcelo Roma (Pan de Leche), entre otros.
En enero de 1980 Cucaño entró en contacto con el Taller de Investigaciones Teatrales (TIT), un grupo formado hacia 1977 en Buenos Aires y ligado al Partido Socialista de los Trabajadores, por entonces en la clandestinidad. Un integrante del TIT, Mauricio Kurcbard, comenzó a viajar a Rosario para coordinar ensayos de teatro. En abril del mismo año apareció el primer y único número de la revista Cucaño, con el manifiesto del grupo. "Cucaño trata de destruir toda forma convencional de arte fláccido y amorfo, que tiende a coleccionar siquis (sic) predispuestas como un reclutamiento en el abismo de los insanos -decía-. Además, pretende intentar destruir la coerción y la censura que castra las inquietudes individuales y colectivas (...) Nosotros, un grupo de experimentación e investigación, y además integral, ya que abarcamos varias disciplinas, trataremos en la medida de nuestras posibilidades transmitirte e inyectarte el virus de la movilización, y la participación activa en todas o en cualquiera de las manifestaciones y/o espectáculos que te daremos a conocer".
Mientras hacía sus ensayos teatrales, en un sótano de Oroño al 400, Cucaño adhirió al "Acuerdo de San Pablo", rubricado por el TIT y el grupo Viajou Sem Passaporte, de San Pablo, que se pronunciaba por la "total libertad de expresión, creación y crítica" y llamaba a "luchar a botellazos contra todas las formas de realismo y didactismo de mensajes".
"Tomamos como ejemplo a los surrealistas porque representan la forma más elevada de conciencia artística revolucionaria. Un arte revolucionario implica de por sí la necesidad de investigar y experimentar en el campo de las formas y los contenidos", decía Cucaño en una carta dirigida entonces a Viajou Sem Passaporte.
En esa época el grupo estudió "Lo siniestro" de Sigmund Freud y en septiembre del mismo año presentó "Una temporada en el infierno". A fines del año, Cucaño alquiló una casa en Entre Ríos 366, La Casona, como se la conoció, el lugar que albergó uno de los períodos de producción más intensos. Allí, con el Grupo de Investigación y Experimentación Musical y el Taller de la Mujer, funcionó el Taller de Investigación Historietística de Cucaño, coordinado por Marinero Turco y McPhantom, de donde salió una revista, El Maldito Chocho, en abril de 1981.
Contra las convenciones del teatro, Cucaño planteó acciones callejeras a las que llamó intervención, "como método de transgredir las ideologías que rigen la producción del arte". En esas acciones comenzaron a difundirse sus consignas: "Por más hombres que hagan arte y menos artistas entre los hombres", "Libertad total a la imaginación y al arte", entre otras. Un canto ceremonial cerraba cada actuación: "Acha/ acha/ cucaracha/ ¡Cucaño!"
Dos meses de transgresión
En agosto de 1981 una delegación de Cucaño (Carlos Ghioldi, Mariano Guzmán, Marinero Turco y Graciela Simeoni) viajó a San Pablo para participar en el Festival Anti Pro AlterArte, con el TIT Buenos Aires, el TIT San Pablo, el grupo de cine alemán Novíssimo y Viajou Sem Passaporte. Los asistentes se unieron en una intervención llamada "La peste", que tuvo lugar en la Plaza de la República.
Básicamente la intervención consistía en simular los síntomas de un extraño mal, que convertía a los enfermos en babosas. La gente presente en el lugar creyó que se trataba de una intoxicación provocada por la comida que vendían en unos puestos ambulantes; mientras el pánico se generalizaba, ambulancias y patrulleros policiales llegaron para ocuparse de los enfermos. Al ser trasladados a un hospital, los actores se descubrieron como tales.
De regreso en Rosario, el grupo organizó "Las Brujas: dos meses de surrealismo y transgresión", hecho que incluyó diversas acciones e intervenciones ("Tragedia en la peatonal", en calle Córdoba; "La navaja en el sueño", hecho teatral; "Repulsión", un "experimento plástico", entre otras). Y en diciembre de 1981 el grupo se coló en "La segunda muestra de teatro rosarino", en la sala Mateo Booz, para presentar "La insurrección de las liendres (poema épico)", parodia de la toma del palacio de invierno en Rusia. Las liendres avanzaban desde la calle con panfletos que contenían consignas del Mayo francés -"La imaginación al poder", "Sean realistas, pidan la imposible"- e incitaban al público a tomar el Palacio del Gran Conqui, para lo que había que ingresar a la sala. El diario Rosario publicó un comentario elogioso de la obra: "El disparate aparente se abre con la ruptura de los cánones, en la incoherencia, donde el público sorprendido, divertido, es arrastrado, movido en diferentes desplazamientos en busca del espacio escénico diferente". No obstante, como hubo algunos destrozos la dirección del teatro prohibió al grupo volver a usar la sala.
En 1982, después de publicar otra revista, "Aproximación a un hachazo", con textos teóricos, el grupo realizó una intervención en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen (Pellegrini y Paraguay), en el transcurso de una misa. Fue el 24 de julio, con ocho actores y personajes preparados en base a una intensa lectura de "Los cantos de Maldoror", de Lautréamont: Los adoradores de la secta del cangrejo Paguro, La enferma mística, El lector de la palabra de Dios y El confesionario, entre otros. El último era un fanático religioso que se confesaba en voz alta en medio del silencio en que transcurría la ceremonia.
"Fue una cosa muy violenta -recuerda el músico Caburo, que presenció la intervención y fue uno de los pocos advertidos de lo que iba a ocurrir-. Hubo una serie de eventos que ocurrían al mismo tiempo y escapaban a las cosas normales que ocurren en una iglesia. Me acuerdo de una chica que llevaba en brazos un bebé de trapo, que lo zamarreaba para todos lados y se persignaba de forma bien grotesca ante las estatuas de la iglesia. También dos chicos con trajes y lentes oscuros que tomaban muestras de los bancos y observaban a la gente. Y sobre el final salió uno a los gritos, diciendo que estaba poseído, empezó a empujar los bancos de la iglesia, llegó hasta el cura y le pidió a los gritos que le sacara el demonio".
La ceremonia derivó en el caos y el asombro. "La gente que presenciaba la misa estaba con una cara de estupor impresionante. El cura se debe haber dado cuenta de que era algo diferente, porque llamó a la policía y llevaron presos a algunos de los chicos, aunque los soltaron un rato después", agrega Caburo.
Crisis y resurgimiento
Después de esa intervención, casi la totalidad de los miembros de Cucaño se volcó a la militancia política, en el entonces recién fundado Movimiento al Socialismo (MAS) y el grupo se disolvió.
Sin embargo, a partir de entonces, Cucaño resurgió en distintos momentos y con diversa intensidad. Guillermo Giampietro y Mariano Guzmán fueron el núcleo estable, y sin duda los miembros más consecuentes del grupo. Así, en 1983 publicaron la novela "Los emblemas,males en la tumba", escrita a dúo, y al año siguiente lanzaron la acción "Los predicadores de la criatura de la peste".
Esta etapa fue una de las que tuvo mayor repercusión en los medios locales. En mayo de 1984 el grupo realizó una acción en el bar El Cairo. Según una crónica algo despistada del diario Democracia, "varios jóvenes, sin previo aviso ni dar explicaciones, hicieron una arenga de neto corte pro nazi". Los actores "vestían ropas que recordaban a soldados alemanes, de la última contienda mundial, tocados con cascos de guerra; uno de ellos tenía un perro ovejero y otro una espada de grandes dimensiones, al tiempo que gastaba rostro maquillado y parche en el ojo".
Giampietro, Guzmán y Oscar Booth se presentaron en la redacción de Democracia para aclarar el carácter de la intervención. El periodista que los recibió pareció oscilar entre la desconfianza y el temor a lo desconocido:
-¿Lo que hicieron en la confitería qué es? -preguntó
Los Cucaño adoptaron un tono didáctico:
-Imaginate que ves un fotograma de una película, sólo una parte del todo. Nosotros estamos dentro de lo que plantea Artaud, en el manifiesto del Teatro de la crueldad. Es una experiencia que no tiene nada que ver con lo que se conoce actualmente como teatro convencional, incluso no tiene nada tampoco que ver con el espectáculo.
De hecho se inscribía en la acción de "Los predicadores...". El 16 de junio fue La Capital quien se ocupó del tema, cuando Cucaño irrumpió en la peatonal. "Pasadas las 8, en Mitre y Córdoba se ubicaron los jóvenes envueltos en una especie de sábana (...) comenzando a dialogar en voz alta y a llamar la atención de los transeúntes -decía la crónica-. La presencia policial hizo que se desplazaran hacia Sarmiento y Córdoba donde volvieron a repetir la escena y haciendo entrega al público (de) pequeños volantes con un encabezado que afirmaba que «los predicadores de la criatura de la peste vienen a salvarte»". Los misioneros convocaban al público a "ser uno de los 66 elegidos que ofrendarán sus cuerpos en la única ceremonia suprema capaz de salvarnos: la orgía que liberará el frenesí de los órganos yuxtapuestos". Los diarios Rosario y Democracia consignaron que "los espectadores circunstanciales se solidarizaron con los actores" ante el hostigamiento policial.
La última aparición de Cucaño se produjo el 22 de diciembre de 1998, cuando Giampietro y Guzmán ofrecieron una nueva versión de la puesta "El banquete" (la primera fue en 1982) en el Café de la Opera. "Transgresión es una palabra que yo todavía veo con simpatía -dijo Giampietro entonces-, pero no como un mandato previo a realizar algo. Digamos que ahora la transgresión no es la intención previa. Cucaño no pretendía que el arte se fundiese en la vida; su lema era que había que hacer un arte que amotinase la vida".
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Fotos
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El Cairo por asalto. La intervención en el bar de Sarmiento y Santa Fe.
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