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 miércoles, 02 de agosto de 2006  
El trabajo en la calle, una vida entre golpes e ilusiones

Federico tiene 11 años y desde hace tres recorre las calles céntricas de la ciudad en búsqueda de una ayuda económica que les permita a él y a su familia poder subsistir. Pero no está solo. Muchos otros chicos de su edad también lo hacen, aunque la muchedumbre que los rodea no siempre advierte su presencia y mucho menos reconoce sus necesidades.

  Fede es el mayor de cinco hermanos. Sus padres están separados y él, según cuenta, tuvo que suplir el vacío. Hace poco se mudó con su familia a Villa Gobernador Gálvez y es por eso que todos los días rigurosamente se levanta temprano para tomar el colectivo que, tras una hora de viaje, lo dejará en el microcentro. “No importa si llueve o hace mucho calor, vengo igual”, dice, como si recibiera un incentivo por la asistencia perfecta.

  Pocos días de la semana va a la escuela. Transita las calles durante horas. Los días más productivos son los sábados donde llega a juntar 20 pesos, y trata de administrarlos para que alcance para comprar alimentos para él y sus hermanos.

  Este caso es una muestra más de la marcada y diferente realidad que viven miles de chicos en la ciudad. Para muchos, el “trabajo” de pedir en las calles es su medio de subsistencia, y no existe el desayuno o la merienda caliente a la vuelta del colegio. No viven las tardes con amigos, ni son contenidos por su familia. Crecen de golpe, la niñez les resulta algo efímero y las etapas de la vida que son normales para cualquier persona a ellos le son eliminadas.

  Con su corta edad, Federico piensa en cómo administrar lo que saca por día con la venta de tarjetitas y almanaques, y no puede sorprender que su vocabulario incluya términos de un adulto.

  Sin embargo, tal vez el próximo Día del Niño no tenga para él el mismo significado que los anteriores. No espera un muñeco articulado de moda como regalo porque sabe que su realidad es distinta, pero sí le genera expectativa ver qué juguetes usados pudo recolectar una vecina que cada año se acuerda de chicos como él. Como siempre, ese será el mejor regalo que tendrá.
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