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 jueves, 18 de mayo de 2006  
A tres años del crimen de un patovica
Condenado por un homicidio que desató una pueblada en Arequito
Carlos Núñez fue sentenciado a 13 años de prisión por la muerte de Luis Cignoli en junio de 2003

Ariel Etcheverry / La Capital

Carlos Argentino Núñez sabía que su suerte estaba echada. Había apuñalado de manera feroz a un hombre en una pelea callejera en pleno centro de Arequito. Señalado por testigos, la policía lo fue a buscar dos veces a la casa de su concubina, en la periferia del pueblo, pero no lo encontró. Al percibir que estaba a punto de caer detenido le pidió un último favor a su pareja. "Quiero hacer el amor por última vez porque no te voy a ver más. Ya te vas a enterar, pero no te preocupés. Voy a visitarte los viernes a la noche". Pero el plan de fuga le duró poco, porque horas después, la tercera visita policial a la casa de la mujer concluyó con su arresto bajo la acusación de homicidio simple. Ahora un juez lo condenó a pasar 13 años en prisión y a pagar 20 mil pesos a los padres de la víctima en concepto de daño moral.

El fallo judicial, que no está firme porque se puede apelar, tiene que ver con el crimen de Luis Pedro Cignoli, un muchacho que trabajaba como patovica en un boliche de Arequito y que murió a manos de Núñez la madrugada del 16 de junio de 2003. No se trató de un homicidio más. A pocas horas de ocurrido, una ola de indignación recorrió el pueblo y derivó en un violento levantamiento popular.

La reacción de la gente se asentó en una sospecha infundada. Todos creyeron que Cignoli había sido víctima de un asalto y atribuyó la responsabilidad del hecho a un hombre con antecedentes penales al que pretendieron echar de la ciudad. La seccional del pueblo destrozada, dos autos incendiados y varios heridos fue el saldo de la revuelta que fue repelida con gases lacrimógenos y munición antitumulto. En ese marco, la gente intentó linchar a un amigo de Núñez que había sido demorado como testigo del hecho.

A casi tres años de esos incidentes, el juez de Sentencia Nº1, José María Casas, declaró a Núñez culpable de homicidio. En la extensa resolución concluyó que hubo un encontronazo previo entre víctima y victimario, pero descartó que haya sido un acto en legítima defensa y le atribuyó al acusado la abierta intención de matar.

Mocoví o Tungaro, tal como llaman a Núñez, admitió durante el proceso haber apuñalado a Cignoli. Pero aseguró que no tuvo intención de matar sino de defenderse y "darle un susto". Lo cierto es que la bronca con la víctima había surgido antes de aquel día. Es que el muchacho asesinado realizaba tareas de vigilancia en la puerta de otro boliche del pueblo, Arenas, y -según se probó en la causa- tuvo un par de encontronazos con Núñez, quien tenía prohibido el ingreso al local porque era considerado un tipo "pendenciero".


Un roce dentro de un bar
Ambos volvieron a cruzarse aquella fatídica madrugada en El Ciervo, un bar de San Martín y Lisandro de la Torre. El Mocoví estaba junto a su amigo Jorge Bled bebiendo en la barra. Luego, en su declaración, admitió que había tomado cuatro porrones de cerveza y un par de fernet con coca. A ese mismo lugar llegó Cignoli. En un momento dado, el patovica pasó por al lado de Núñez y entonces se produjo un roce. Al parecer, éste le echó en cara la negativa de dejarlo entrar a Arena.

El cruce de palabras no pasó a mayores, pero según declararon varios testigos fue tenso. "Vos no entrás porque yo no quiero", le habría espetado Cignoli cuando Núñez lo toreaba. El acusado contó en su momento que el vigilador lo había amenazado además con "cagarlo a trompadas en la calle". La discusión subió de tono y hubo un par de manotazos que terminaron cuando el dueño de El Ciervo le pidió a Cignoli que se retirara del lugar.

De acuerdo a lo que se pudo reconstruir en la Justicia, Cignoli se fue con unos amigos hasta Status, otro bar del pueblo, un lugar en el que lo vieron llorar, "bastante nervioso" y hasta compungido. Por su parte, Núñez declaró que al marcharse de El Ciervo y ante la presunta amenaza de Cignoli, fue hasta la casa de su madre, tomó un cuchillo tipo Rambo y se lo calzó en la cintura.

Alrededor de las 5.30, Cignoli decidió retirarse del pub junto con un amigo. Lo hicieron en su auto, un Peugeot 505. Luego de dar una vuelta manzana, el patovica detectó a Núñez que caminaba con su amigo justo en la esquina de Status. Fue entonces cuando la víctima detuvo la marcha del auto y fue a increpar al Mocoví. Los dos testigos presenciales del hecho declararon que ambos contrincantes se insultaron y que fue el custodio el que lanzó un cachetazo a la cara de Núñez, quien desenfundó el arma blanca y le asestó un puntazo en el hemitórax.

La víctima no alcanzó a llegar con vida al hospital, mientras que Núñez escapó hacia la casa de su mujer con la que se había reconciliado poco antes. El juez Casas consideró que "no hubo legítima defensa" en la acción del Mocoví. "La puñalada fue feroz por el lugar, por su profundidad, por la fuerza y por la dirección que tuvo. Pretendió ser mortal y no meramente defensiva o para asustar a su oponente", argumentó. Además, "si bien la agresión en ese momento pudo haber sido ilegal por Cignoli (estaba desarmado), el medio empleado por Núñez no fue racional ni necesario".
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Pobladores se rebelaron contra la policía y quisieron linchar a un amigo del condenado.


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