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 sábado, 06 de mayo de 2006  
Marco ideológico de la noticia policial de principios del siglo XX

Por lo general, tratándose de crímenes, los periódicos de principios de siglo parecían diferenciar entre lo que algunos llaman "sangre azul" y "sangre roja". En la primera, la víctima era un acaudalado empresario, un político, un artista reconocido o una personalidad descollante, y la noticia solía salir en alguna sección de interés general, donde se recreaba la biografía del occiso y sus aciertos.

Pero distinto era si se trataba del asesinato de una persona poco conocida y de condición humilde, de los que se encontraban inmersos en el mundo delictivo, de los que adoptaban alguna adicción no convencional o simplemente de aquellos cuyas conductas no se restringían a las hipnóticas moralinas socio-sexuales de la época, como era el caso de los homosexuales, lesbianas y prostitutas. Aquí se solía hablar de "sangre roja" o de "crónica roja", y al hecho se lo trataba en las llamadas "noticias de policía". Esta distinción contenía un acento claramente discriminatorio, y era algo puramente ideológico y convencional, ya que sin duda eran tan "nobles" o no estos muertos como los otros.

Desde mediados del siglo XIX y hasta las primeras décadas del XX los diarios encontraron en las "crónicas rojas" un remedo de los folletines con los que mantenían en vilo a sus lectores y que presentaban en capítulos. Para hacer más notable esta similitud, los cronistas de policiales abundaban en detalles lúgubres e intentaban (o inventaban) adentrarse en la psicología de los involucrados tomando al pie de la letra los conceptos de la incipiente ciencia criminológica con Cesare Lombroso y Enrico Ferri a la cabeza, integrantes de la llamada escuela positivista italiana, además de agregarle algunos condimentos moralistas y discriminatorios de sus propias cosechas y que eran extraídos de la ideología de la época.

De todas formas, hay que tener en cuenta además que en casos como el de María Luisa "Laspiur" Cañete, los lectores de entonces estarían sensibilizados no sólo por la trama folletinesca que les traería reminiscencias de otras tantas historias de célebres autores con los que dejaban volar su imaginación, sino también con la macabra noticia de Jack el Destripador, el asesino serial inglés que entre agosto y noviembre de 1888 -es decir, apenas trece años antes del caso que nos ocupa- había matado en Londres a varias mujeres que vivían de la prostitución, y que nunca pudo ser descubierto.
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