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 domingo, 31 de julio de 2005  
Fábrica de siniestros. Una cadena de abogados, policías, médicos y mecánicos para estafar a las compañías de seguro
La trama secreta de un jugoso fraude que se alimenta de falsos accidentes
Es una "industria" que creció vertiginosamente en Rosario. En el último año un estudio porteño monitoreó unos 100 casos. Un reclamo sin lesionados trepa hasta los $8 mil y si hay lesiones puede orillar los $50 mil

Hernán Lascano / La Capital

Era junio de 2002, Vanesa R. tenía 19 años y la decepción de ver evaporarse una tras otra sus ilusiones de empleo. Una mañana salió de su casa, en donde nace la calle Dr. Riva, hacia una mutual del centro para pedir trabajo. Un abogado de unos 30 años la escuchó recitar sus datos personales y lo que era capaz de hacer. Al cabo de un rato le comentó que no tenía un puesto para darle, pero que podía ofrecerle un negocio sencillo y rentable. Le demandaría, eso sí, cierta cuota de valentía.

-Tenés que provocarte una lesión. Yo después la hago pasar como si te hubieras lastimado en un accidente de tránsito. Así vas a cobrar buena plata por el daño.

Vanesa caviló unos segundos sobre los riesgos de tan extraña mentira. Pero en un instante pensó en sus dos hermanos enfermos del corazón, en las puertas cerradas hasta entonces, en el agobio económico de su familia. "¿Y si averiguan la verdad qué me va a pasar?", quiso saber.

-No te preocupes. Hicimos muchas veces esto. Es muy fácil y no pasa nada.

En el histórico negocio de los fraudes contra las compañías de seguros, esta es una variante que se afianza: la industria de las lesiones autoinfligidas o provocadas para simular siniestros de tránsito. Esta modalidad tiene muchas caras y mueve montañas de dinero. Los fraudes raramente se descubren porque las aseguradoras, para ahorrar dinero, suelen acordar pagos extrajudiciales. De esa manera pruebas como diagnósticos médicos, placas radiográficas, pericias bioquímicas -que podrían desnudar las tramoyas- quedan fuera del alcance de los tribunales.

Bajo la superficie de los fraudes se mueven bandas organizadas con ramificaciones en ámbitos múltiples: estudios de abogados, comisarías, médicos, paramédicos y mecánicos son los eslabones usuales -a veces no todos de modo necesario- de la cadena fraudulenta.

Alarmadas por el alza en Rosario de siniestros con lesionados sin motivos aparentes, cinco de las mayores compañías de seguros del país encargaron a un estudio porteño que examinara el mercado local. "Hay una gran preocupación con lo que pasa en Rosario. Es un lugar donde el fraude en casos de responsabilidad civil con lesiones es moneda corriente por la fabricación de accidentes", dijo Alberto Sarfatti, liquidador de siniestros y encargado de esta pesquisa, que desde junio de 2004 ya relevó cien expedientes.

Fuentes de aseguradoras indican que un reclamo fraudulento sin lesiones puede generar de 5 a 8 mil pesos de ingreso a los timadores. Si hay lesiones, según el grado de incapacidad acreditada, pueden obtener 50 mil pesos.

Hay casos en que una persona se rompe una pierna para simular un accidente. Otras veces delega ese trance complicado: según señalan en la Consultora Orion, dedicada a investigar estos fraudes, son múltiples las formas de originar lesiones. A veces de modo precario y casero: descargar un pesado bloque sobre un brazo o pierna. Otras veces con sofisticación profesional: médicos que administran anestesia para fracturar una tibia o un húmero en un consultorio. Les dicen "los rompehuesos".

Agentes de dos aseguradoras mencionaron a La Capital la existencia de María. Coinciden en que es una enfermera que montó su microemprendimiento en la zona de villa La Lata: un taller que manufactura lesionados. Cuando no trabaja con voluntarios lo hace con personas con problemas legales, fácil objeto de chantaje, derivados por policías. Son el insumo humano para preparar los fraudes.


Volviendo a Vanesa
Dos días después de la propuesta Vanesa entró en el estudio de G.G. y aceptó el riesgo. Recibió instrucciones y promesas sobre el éxito del plan. Sobrellevó el momento más difícil arrojándose una bolsa de cemento que le provocó una fractura en la pierna derecha. Después fue al Hospital Centenario a tratarse.

No lo hizo sola. Con ella llegó el conductor de un Ford Ka, Germán R., quien contó que cuando iba por Pedro Lino Funes y Esquiú la chica se le había aparecido de golpe en una bicicleta playera. "Yo iba a velocidad reglamentaria, no la advertí. La toqué con el lateral izquierdo y se cayó al piso", dijo.

El accidente quedó asentado en un acta de la comisaría 12ª y suscripta por el oficial G.A. En el informe médico detallaron que tenía fractura de pierna y politraumatismos. Con ese papel se preparó la demanda por el daño civil: el estudio jurídico reclamó en Tribunales 25 mil pesos por la incapacidad física de Vanesa, 5 mil pesos por daño moral y 3 mil por costo médico. Un total de 33 mil pesos más un 20% de honorarios profesionales. A los tres meses el mismo estudio tramitó la emancipación de Vanesa en una escribanía de calle San Martín: es que para la ley civil era menor de edad y debía ser responsable para cobrar.

Para que el fraude sea posible se requiere de un asegurado ¿Por qué participaría el conductor del Ford Ka del enredo? "No lo sabemos, pero hay muchas razones", dijo un allegado a la causa. A veces lo hacen porque reciben su premio cuando el negocio cierra. "Otras los obligan. Conocemos casos de conductores borrachos descubiertos por policías que, para hacer la vista gorda, les exigen que entren en un negocito de estos", agregó.

La aseguradora no quiso pagar los 33 mil pesos reclamados y extrajudicialmente regateó con un tercio de esa cifra. Al abogado le encantó la oferta y la cobró. Pero dos episodios fortuitos hicieron que la compañía descubriera que la habían timado. Primero por la mueca de disgusto que hizo un socio del abogado actuante al ir a cobrar la plata y encontrarse que ya se había liquidado. Después, cuando la propia Vanesa, contactada tras las sospechas, terminó confesando todo. Hasta dijo que el abogado no la atendió más luego de cobrar y que le advirtió que dejara de molestarlo. "Tené en cuenta que por la maniobra que hiciste podés ir presa".

Ahora esa compañía dio vuelta el caso: impulsa un proceso penal por defraudación contra el abogado que tramitó la demanda por daño.

Varias aseguradoras de primer nivel están armando un banco de datos para evitar los fraudes. "Es que con los reclamos espurios se repiten los damnificados, los vehículos, los reclamos, el personal médico, los sumariantes policiales y los estudios jurídicos", contó Sarfatti a La Capital. El propósito es que la aparición de uno solo de esos nombres en esa base informática encienda en luces rojas el peligro de fraude (ver aparte).

Los reclamos por lesiones fabricadas tienen cuantiosas alternativas. Entre el centenar que pesquisó Sarfatti hay todos estos:

  • Oroño y San Juan: Un hombre se arroja contra un auto que arranca con la luz del semáforo. Es rozado pero empieza a los gritos. Aparece un policía casi como testigo. El peatón no tiene una lesión ósea. "Pero alega dolor y llega rengueando al hospital". Pese a la ausencia de fracturas se determina el grado de incapacidad que supone el traumatismo. El abogado hace una presentación contra la aseguradora del conductor. "No tenemos dudas de que fue un acto intencional de la presunta víctima, que incluso suelen elegir contra qué vehículo arrojarse: suponen que si el auto es bueno, el conductor tiene un buen seguro".

  • Funes, ruta 9: Un siniestro real. Una mujer choca con el vehículo que va adelante. No es culpa suya. Se baja con unas escoriaciones en la rodilla. A las 96 horas modifica su denuncia planteando que en el accidente sufrió heridas en el rostro que no tenía y ahora exhibe. "Alguien en ese lapso la asesoró y aparecieron los cortes. Por eso hace un reclamo mayor por daños".

  • Los compañeros: En febrero, un ciclista con dos dedos de su mano quebrados aduce que lo atropelló un automovilista en Vélez Sarsfield al 1100 y su abogado demanda a la aseguradora por 46 mil pesos. Surgen cosas raras: el accidente ocurre dos días después de que el conductor, Laureano N., contratara la póliza. Al relatar lo ocurrido ante el agente de seguros uno y otro se contradicen flagrantemente. Los médicos no se explican la lesión a no ser que la hubiera causado "un palazo". La compañía averigua por detectives privados que ciclista y conductor son compañeros de trabajo. Le hace saber al denunciante que le conviene levantar el reclamo. Ahora prepara una demanda contra su abogado patrocinante. De yapa: el banco de datos mostró como "conductor" y "víctima" ya habían tramitado y cobrado reclamos en dos compañías rosarinas: eran los actores de dos "accidentes" iguales.


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    El engranaje delictivo incluye "valientes" que simulan accidentes.

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