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 domingo, 31 de julio de 2005  
Fábrica de siniestros. Modalidades que varían con el paso del tiempo
Hechos irreales y una cadena de connivencias
Muchas veces, los demandantes se lesionaron en circunstancias muy diferentes a las denunciadas

Andrés Abramowski / La Capital

Un peón de campo fue pisado por un toro y se quebró un pie. Una niña se fracturó al sufrir una caída mientras estaba en la escuela y algo similar le pasó a una mujer en su casa. Las tres personas confluyeron, lógicamente, en el consultorio de un radiólogo. Este les dio 500 pesos a cada uno para que declararan que habían sido atropellados por una camioneta en la ruta, mientras iban en bicicleta. Entonces un abogado presentó la demanda a una compañía de seguros y pidió como resarcimiento 3.000 pesos para cada víctima. Sin embargo, la exigencia fue retirada cuando se comprobó que los lesionados vivían a 150 kilómetros del lugar del hecho, que se habían quebrado en otras circunstancias y que la cadena de connivencias incluía al médico, al abogado, algún policía e incluso a una concesionaria de autos donde estaba la camioneta que, en rigor, nunca había atropellado a nadie.

Este es un típico caso de fraude contra una aseguradora que sucedió hace un tiempo en un pueblo del Chaco. Y más allá de ser una de las tantas modalidades -en este caso, existen los lesionados pero no el siniestro- responde a las generalidades que rigen en este campo delictivo: el ingenio, la connivencia, la falta de escrúpulos y la participación de gente necesitada de dinero.

La consultora Orion fue creada hace unos 20 años para luchar contra los fraudes que sufren las aseguradoras. Trabaja con varias compañías y tiene agencias en 30 localidades. Si bien comenzaron investigando los casos que arrojaban dudas, con el tiempo también implementaron un servicio de "intervención rápida las 24 horas" en accidentes denunciados en todo el país, lo cual permite, entre otras cosas, despejar dudas y prevenir posibles fraudes.

"Relevamos el siniestro y le damos certezas a la compañía de qué fue lo que ocurrió. Nuestro trabajo evita que se magnifiquen las consecuencias en cuanto a daños materiales o lesiones y, entonces, la aseguradora no tiene dudas al momento de pagar lo que corresponde", resumió el presidente de la consultora, Víctor Hugo Rodríguez.

Los fraudes contra las compañías de seguros siempre existieron y fueron evolucionando a la par de los métodos para detectarlos. Pueden montarse a partir de denuncias por robo o por accidentes de tránsito. En estos últimos, que son mayoría, hay distintas modalidades. Puede haber connivencia entre la víctima y el supuesto culpable, o directamente éste nunca se enterará de que fue usado en un engaño. Otras veces el accidente existe pero se le agregan daños. Pero no faltan los casos en los que el siniestro es íntegramente una creación de laboratorio.

Un ejemplo: un automovilista cruza una calle y detrás de él aparece un motociclista con un objeto cortante, que podría ser un destornillador, con el cual deja una marca en el auto. En ese momento, el de la moto se pone a gritar y simula haber sido impactado por el auto. Sin embargo, sigue su camino, supera al coche, y metros más adelante le toma la patente. Días después, el automovilista recibe una denuncia por lesión, recordará el presunto accidente y, de buena fe, traslada el caso a la aseguradora. El médico de la compañía constata la fractura del denunciante, que en realidad es otro muchacho que se quebró en un partido de fútbol y nunca anduvo en moto.

En este tipo de fraudes siempre suele aparecer una marca en el vehículo del conductor timado. Otras veces, el engaño funciona cuando quien se hace pasar por víctima brinda los datos de otra persona, ya lesionada de antemano, y a quien termina revisando el médico constatando la lesión.

"Cuando la compañía tiene dudas sobre un caso -indicó Rodríguez- lo investigamos. Chequeamos todos los datos: dónde estaban las víctimas al momento del hecho y dónde estaban antes, qué estaban haciendo. En el caso del Chaco, las víctimas terminaron reconociendo cómo y cuándo se habían fracturado. Por supuesto que se trataba de gente de escasos recursos para quien los 500 pesos que les dieron era una fortuna. Y nunca se iban a enterar de que la banda había cobrado 3.000 pesos por cada reclamo".

"Detrás de estos delitos -señaló Rodríguez- hay bandas muy organizadas, con muchas ramificaciones. Puede haber profesionales, abogados, médicos, gente infiltrada en instituciones públicas, con bases de datos sobre potenciales lesionados. Generalmente, los abogados inescrupulosos que incursionan en esto terminan alegando que ellos mismos fueron los engañados y todo queda en la nada. Pero con el tiempo las aseguradoras están comprendiendo que tienen que hacer denuncias penales, para contribuir a luchar contra los fraudes".
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