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 sábado, 02 de abril de 2005  
Sin consuelo. "La vida humana nunca es insignificante ni inútil", aseguró
Juan Pablo II resaltó la dignidad humana en el ocaso de su vida

Alessandra Rizzo

A lo largo de su pontificado de 26 años, Juan Pablo II ha pasado del enérgico "atleta de Dios" a una imagen conmovedora del sufrimiento humano. En lo que él mismo describió como su ocaso, el Papa ha recalcado que aún los enfermos crónicos mantienen su dignidad humana.

A medida que su estado empeoraba anoche, las mismas reflexiones de Juan Pablo II sobre la enfermedad y la mortalidad ofrecen posibles pistas acerca de cómo encaraba los últimos tramos de su propia vida.

"Aun en la fragilidad de la hora final", dijo el Pontífice durante una visita a Viena en 1998, "la vida humana nunca es insignificante ni inútil".

En su lucha de una década con la enfermedad de Parkinson y dolencias de cadera y de rodilla, el Papa ha enfatizado las tradicionales enseñanzas del Vaticano contra la eutanasia y a favor de los tratamientos para prolongar la vida.

Pero después de que su estado se deteriorara el jueves y padeciera un choque séptico con colapso cardiovascular, prefirió no ser hospitalizado.

"El Santo Padre fue informado desde el primer momento sobre la gravedad de su situación y en ese instante decidió permanecer en su departamento en el Vaticano donde, sin embargo, tiene garantizada una asistencia sanitaria completa y eficiente", dijo anoche el vocero papal Joaquín Navarro Valls.

Juan Pablo II era un hombre vigoroso cuando fue elegido como el primer Papa no italiano en 455 años. Su pasión por las caminatas y el esquí, además de su pasado como aficionado al fútbol, le valieron el mote de "atleta de Dios".

Un turco le descerrajó un balazo en el abdomen en un intento de asesinato en 1981, pero el Pontífice retomó pronto su agenda completa, desatendiendo el consejo de sus médicos.

En años recientes, su salud cada vez más frágil le obligó a reducir sus actividades, sus viajes y sus presentaciones, para dejar en manos de sus asistentes buena parte de sus discursos durante las ceremonias del Vaticano.

A principios de semana, después de que le conectaron una sonda de alimentación, un alto cardenal dijo que se extremarían los recursos para mantenerlo con vida.

"Se hará todo lo posible para mantenerlo vivo, para alimentarlo del modo que pueda hacerse", afirmó el cardenal Renato Martino, titular del Consejo Pontificio de Paz y Justicia en el Vaticano. Agregó que esa postura reflejaba "las enseñanzas del Papa".

Algunas de las manifestaciones más amplias de Karol Wojtyla sobre la enfermedad y mortalidad fueron en un discurso en 1985 a la Academia Pontificia de Ciencias, un organismo consultor de investigadores y expertos que ayuda a conformar los pronunciamientos papales.

Juan Pablo II dijo en ese entonces que era aceptable, ante la inminencia de la muerte, "interrumpir formas de tratamiento que sólo aseguren una prolongación de la vida precaria y onerosa". Aunque no dio ejemplos específicos, se cree que incluyen medidas como trasplantes experimentales y quimioterapia para el cáncer incurable. Pero el Pontífice aclaró que jamás debe detenerse el "cuidado normal", como la alimentación y la hidratación.

El año pasado, en un discurso a una conferencia internacional sobre ética médica, dijo que los pacientes en "estado vegetativo" deben recibir el "cuidado básico de la salud" para mantener la vida. Dichos "prisioneros de su estado retienen su dignidad humana plena", sentenció. (AP)
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