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 sábado, 26 de marzo de 2005  
Pobreza y drama pasional. Fatal altercado de una pareja que vivía a la intemperie en Villa Gobernador Gálvez
Un hombre mató a su mujer de una puñalada delante de su hija de 5 años
La nena, que no era hija de él, lloraba sin consuelo al llegar la policía. Un juez decidirá quién cuidará de ella

Leo Graciarena / La Capital

Tirada sobre una pequeña zanja, a pocos metros de los dos árboles que le sirvieron como desesperado refugio en los últimos días, una mujer de 40 años cayó apuñalada a manos de su cónyuge, de 26. Todo sucedió ayer al mediodía a cinco cuadras del puente peatonal a Pueblo Nuevo, a uno de los costados de la avenida Circunvalación sobre la mano oeste. Según los investigadores, fue el epílogo de una discusión marital que terminó con una certera puñalada debajo del pecho izquierdo de la mujer. Hubo dos testigos de la tragedia: la pequeña hija de la víctima, de cinco años, y el padre del matador, un hombre de 73, quien habría intentado detener el altercado. El agresor, quien según la policía cuenta con antecedentes, huyó y anoche era intensamente buscado por los uniformados.

Alertados por un llamado anónimo, los efectivos de la seccional 25ª de Pueblo Nuevo llegaron a la colectora de la avenida Circunvalación y la prolongación de General Paz. Allí se encontraron con una niña llorando en brazos de un hombre y una mujer con una puñalada en el pecho tirada sobre una zanja. Dos bolsos llenos de ropa delataban lo que, para los investigadores, podría ser el origen de la discusión. El homicida ya no estaba en el lugar.


Debajo de dos árboles
Todos coinciden en que Ramona Fernández, de 40 años, y Leandro Aybar, de 26, se habían acomodado debajo de dos árboles al costado de la colectora sobre la mano oeste, a unas cinco cuadras del puente peatonal a Pueblo Nuevo y a otras cinco de la rotonda de ingreso al barrio de Villa Gobernador Gálvez. Con ellos llevaban a una pequeña de cinco años, hija de la mujer. Ahí se ubicaron, a pocos metros de varias canchitas de fútbol, corridos por la pobreza y un desalojo.

"Cuando llegamos encontramos a la mujer tirada con fuerte hematoma sobre la ceja izquierda y un puntazo sobre su pecho izquierdo. Ya estaba muerta. Y en el lugar estaba una pequeña de cinco años y un hombre mayor, que se identificó como el padre del homicida", explicó el comisario Francisco Haro, a cargo de la seccional 25ª. "Nos alertó un llamado anónimo que decía que un masculino agredía a un femenino", amplió. Cuando sonó el teléfono eran cerca de las 14.

La escena criminal es una postal de pobreza extrema. Dos árboles separados por cuatro metros, tres colchones traqueteados en muchas mudanzas desparramados y dos sillas transformadas en banquetas. Ollas teñidas por el tizne y la ración de papas hervidas tiradas sobre los yuyos. Todo al aire libre. Todo a metros de una canchita de siete jugadores al costado de la colectora de tierra. Los límites de la imaginaria vivienda era el descampado. Ahí murió Ramona Fernández mientras su hija lloraba y su suegro trataba de frenar la agresión.

La policía secuestró del lugar dos cuchillos: uno tipo cocina común y el otro una faca de confección casera, que fue la que Aybar hundió en el cuerpo de su compañera. El arma, con forma de puñal, parecía ser una hoja de bayoneta incrustada en un mango de madera. La faca tenía unos 15 centímetros de hoja afilada. El puntazo en el pecho de Fernández, una mujer de contextura menuda, fue mortal.

Una vez consumado el homicidio, según relatan los pesquisas, Aybar, quien vestía sólo un pantalón corto, huyó con dirección hacia el norte tomando un camino de tierra. Fuentes policiales recordaban a Aybar por su paso por la seccional 26ª y de la subcomisaría 18ª, en las que estuvo por robo calificado. "Esta mujer le llevaba el bagayo con comida al tipo mientras estaba preso", recordó una fuente policial. Sólo como mayor tiene 12 antecedentes por robo y hurto.

Momentáneamente la hija de Fernández quedó bajo la guarda de una tía de su fallecida madre. La Justicia deberá decidir ahora cual será el futuro de la niña.

La policía centraba la búsqueda en las inmediaciones del Parque Regional Sur, el predio de 140 hectáreas que ayer era un polo de atracción por la festividad del Viernes Santo. El padre del agresor, viudo y jubilado, se quedó en el lugar del homicidio cuidando a la hija de la víctima que no paraba de llorar.

Los investigadores trabajan sobre la hipótesis de que Fernández, agobiada por la realidad en la que estaba inmersa, armó sus bolsos y pretendió marcharse con su pequeña. Esto habría enfurecido a Aybar.


A un lado de la canchita
Un par de horas después de la muerte de la mujer, que habría sucedido cerca de las 13.30, un grupo de muchachos de la zona se encomendaban a Dios por la suerte de la mujer mientras acondicionaban el lateral más cercano a la colectora para jugar un fulbazo. "Esta gente vivía cerca de mi casa, en Pueblo Nuevo. Alquilaban una casita de la que se fueron porque tenían muchos problemas. El tipo la cagaba a palos y los vecinos estaban todo el tiempo llamando al Comando", explicó uno de los jugadores mientras sus compañeros improvisaban dos equipos.

El tiempo es veloz y ayer, al costado de la avenida Circunvalación, parecía serlo más aún. Dos horas y media después del homicidio, la pelota de fútbol comenzó a rodar y entre pases cortos y piques largos la muerte quedó al costado del partido. "Ella ya está descansando", dijo una mujer mientras miraba el partido. Detrás de la línea de cal, quedaron las empobrecidas banquetas -que sirvieron para que los muchachos se cambiaran-, los tres colchones y las ropas raídas por el uso que fueron propiedad de Aybar y Fernández.
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Las pertenencias de la víctima quedaron tiradas en el suelo.


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