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 sábado, 26 de marzo de 2005  
Reflexiones
La irracionalidad del debate

Se ha instalado en la sociedad, o pretende instalarse, el debate sobre la despenalización del aborto pero desnaturalizando la figura hacia la legalización. Tanto el ministro de Salud de la Nación como el de la provincia de Santa Fe se han expresado claramente hacia la despenalización, sin significar, por ello, creo entender, una legalización lisa y llana del aborto.

Por su parte, algunos miembros de la Iglesia han contestado desde lo emocional, y no desde lo racional, con discursos duros y agresivos, que en algunos casos podrían tildarse de contradictorios con sus propias creencias religiosas. Algunos otros pretenden debatir la inconstitucionalidad de la despenalización del aborto argumentando su postura en la defensa de los derechos humanos del niño por nacer.

El debate se ha desordenado, porque se han mezcaldo todos los temas. La vida, la salud, las estadísticas, la religión como creencia privada de cada uno, las emociones. Pero en ningún momento se está utilizando el raciocinio. Se ha producido un irracional debate ideológico religioso, trastornándose la lingüística o más precisamente la semántica del debate. Para debatir sobre algún punto, primero hay que ponerse de acuerdo en el uso del lenguaje y en su significado, vale decir en el aspecto semántico de la discusión. El irracional debate parece no tener fin, en tanto y en cuanto quienes debaten no se ponen de acuerdo si están debatiendo la despenalización de la mujer ante el caso del aborto, o si lo que se está debatiendo es la legalización lisa y llana del aborto. Así, la conducción del debate iniciado desde alguna posición personal de un ministerio nacional o provincial sobre la despenalización de la mujer ante el aborto, es contestado desde la posición contraria a la legalización lisa y llana. De tal manera que ambos debatientes hablan idiomas distintos, vale decir, no están hablando sobre el mismo tema. Resultado del debate: cero a cero.

Quienes argumentan a favor de la despenalización del aborto se fundan en supuestas estadísticas de mortandad de mujeres, principalmente de escasos recursos, que sometidas a un aborto clandestino ante las complicaciones del mismo no concurren a la asistencia pública o privada por el temor a ser sancionadas por su acción abortiva. Entonces cabe la pregunta: ¿qué estadísticas pueden existir sobre hechos clandestinos? Y si existen estadísticas sobre mortandad post-aborto, ¿ellas permiten inferir la cantidad de abortos clandestinos que existen? Sin duda que la utilización de tales estadísticas nos conducen a conclusiones erroneas, no ajustadas a los hechos reales que en definitiva no se conocen o no se pueden conocer. Sin embargo, el hecho de utilizar argumentos falaces para apoyar la despenalización del aborto no nos conduce necesariamente a rechazar los verdaderos argumentos que podrían utilizarse pero que sin embargo no se ponen en la mesa del debate.

Por otra parte, quienes se oponen a la legalización del aborto, apoyados en argumentos a favor de la vida, desde la figura del homicidio, acusan de abortistas y apologistas del homicidio a todo aquel que proponga la despenalización de la mujer que presta su consentimiento a la práctica de un aborto en su propio cuerpo. Para nuestra legislación civil, el niño por nacer adquiere derechos desde el mismo instante de su concepción, por lo que no cabe duda que se reconoce su existencia como ser humano; por lo tanto, el aborto debe equiparse al homocidio. Pero también hay que reconocer que en nuestro sistema penal la sociedad responde de distinta manera ante la sanción prevista para el caso de homicidio. Así, para lo que se conoce vulgarmente como homicidio simple (en el que no existió movil alguno) la pena podrá ir desde 8 años hasta 25 años de prisión, a discreción del juzgador que tendrá en cuenta la serie de circunstancias atenuantes o agravantes del caso, y la peligrosidad del delincuente, así como también cuanto tiempo se necesitará para reincorporarlo a la sociedad.

Siguiendo la misma línea argumental, en el caso de un padre que mata a su hijo, o cuando existe alevosía o premeditacion, entre otros casos, la pena será de prisión o reclusión perpetua, mientras que si existió emoción violenta la pena se verá reducida a solo seis años de prisión. Detengamonos en el caso de emoción violenta. Una serie de circunstancias nos llevan a creer que la peligrosidad del delincuente es mucho menor que aquel que mató sin motivo alguno. De tal manera que la sociedad, a través de su legislatura, reguló en el Código Penal una pena menor para quien matare en estado de emoción violenta. Continuando con el concepto de peligrosidad, la pena a la mujer que consiente su propio aborto o lo lleve a cabo por ella misma, se ve reducida a un máximo de 4 años, dejando impune a la mujer que intentare su propio aborto. Sin duda que en estos casos se está teniendo en cuenta una serie de circunstancia emotivas o quizá socioeconómicas que tienden a disminuir el castigo merecido a juicio de la sociedad. Así también podemos llegar al caso en que un homicidio quede impune porque quien lo llevó a cabo no tenía la capadcidad de comprender la criminalidad del acto, en cuyo caso no habrá castigo pero sí una medida de seguridad. En este orden de ideas, la circunstancia que nuestra Constitución nacional defienda los derecho humanos no significa que la sociedad que aprueba una disminución de una pena haya dejado de lado la defensa del derecho a la vida. Así la sociedad puede disponer que determinado hecho que se consideraba delito, ahora ya no lo sea, porque la realidad cambiante ha provocado un cambio en la legislación. Podría entonces muy bien despenalizarse a la mujer que realizara su propio aborto o consintiere que se lo realizaran, teniendo en cuenta el estado emocional en que se encuentra una mujer cuando toma conocimiento de un embarazo no querido. Ello no signicaría que se despenalizara a quien le incitara al aborto o a quien se lo practicara. De tal manera que el aborto seguiría siendo un homicidio, como en realidad lo es, pero no punible para la mujer, quien ya ha tenido bastantes sufrimientos.

¿Legalizar el aborto?. La respuesta debería ser negativa, así como a nadie se le ocurriría legalizar el homocidio. ¿Despenalizar a la mujer que se somete a un aborto?. Ese es el verdadero punto a debatir. Si nos ponemos de acuerdo sobre el objeto del debate, quizá logremos llegar a algún lado, y hasta reconocer la necesidad o no del debate. Mientras se siga debatiendo con argumentos falaces y desde lo emocional, será un debate sin fin que solamente encontrará exabruptos, acusaciones e insultos porque en realidad estamos hablando lenguajes distintos.
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