Año CXXXVII Nº 48673
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 23/02
Autos 23/02
Turismo 20/02
Mujer 20/02
Economía 20/02
Señales 20/02
Educación 19/02

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 27 de febrero de 2005  
Memoria. Impulsan un homenaje a una militante desaparecida
Un lugar para Hilda Cardozo
La secuestraron en 1978. Paso por la Fabrica de Armas, la Esma y La Perla. Una historia oculta de la represión en Rosario

Osvaldo Aguirre / La Capital

La secuestraron en mayo de 1978 en la zona sudoeste de Rosario. Estuvo en los centros clandestinos de detención de la Fábrica de Armas Domingo Matheu, en la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), en Buenos Aires, y en La Perla, Córdoba, donde su rastro se perdió. Se llamaba Hilda Cardozo, era una militante peronista y tenía 26 años.

El nombre de Hilda Cardozo ha permanecido sin embargo presente. El secuestro de que fue víctima volvió a plantearse el año pasado con la apertura de la causa donde se investiga el centro clandestino que funcionó en la Fábrica de Armas. Y ahora un grupo de ex compañeros y amigos propone bautizar con su nombre una calle de Rosario, en el barrio donde militó. El proyecto será impulsado por el concejal Alberto Cortés (ver aparte).

Había nacido el 1º de mayo de 1952 en Nuestra Señora de Talavera, Salta, y pasó su juventud en la capital de esa provincia. "Ella provenía de una familia de trabajadores. Su mamá era enfermera y el papá, que se identificaba con el anarquismo, había trabajado en las minas del norte", cuenta Ramón Verón, ex compañero de Hilda Cardozo y sobreviviente de la represión.

Cardozo comenzó a militar desde muy joven. Integró el Frente Revolucionario Peronista (FRP), una agrupación de izquierda del peronismo que surgió en el norte y poco a poco se extendió por el resto del país. "Era una confluencia de muchos sectores peronistas, de distintas vertientes, sindicales y juveniles", explica Verón.

En las elecciones de 1973, Cardozo militó por la candidatura de Miguel Ragone, "el médico de los pobres", quien resultó electo gobernador de Salta y más tarde fue también secuestrado y desaparecido pordel terrorismo de Estado. "Ella tuvo un protagonismo importante en el barrio 20 de Febrero, de Salta, donde vivía. Militó con Gladys Porcel, Sofía de Andrea, dirigentes como Ramón Aredes y Melitón Vásquez, de Libertador General San Martín, gente que había sido influenciada por la Revolución Cubana".

Pero las cosas comenzaron a complicarse. "La empezaron a perseguir porque se interesaba por la gente sin recursos -dijo Francisco Cardozo, padre de Hilda, en uno de los incontables textos donde relató el drama de su hija-. Ella conseguía ropa en los comercios para dársela a los niños necesitados".

Francisco Cardozo dedicó los últimos años de su vida, hasta su fallecimiento en 1998, a la búsqueda de su hija y a la militancia en los derechos humanos. Protagonizó un caso atípico: fue el único hombre que presidió una sección de las Madres de Plaza de Mayo, ya que la seccional salteña lo eligió como su representante.

"Cuando uno habla de esto -dijo, en referencia a la desaparición de su hija-, no coordina bien el relato. Hasta la muerte viviremos sin tener un sentido de la vida por esta pérdida". Como una respuesta al terror, conservó no sólo la documentación de sus múltiples gestiones sino las cartas de Hilda, los papeles sueltos, los boletines escolares, los certificados del instituto donde estudió inglés, la libreta de los alumnos que tuvo en una escuela técnica como profesora de química, los recortes de diarios que mencionaba hechos que para una mirada común serían insignificantes (la participación en un acto escolar) pero que se cargaban de un nuevo valor: atesoraban la presencia de su hija.


La persecución
El 14 de febrero de 1975 un grupo integrado por policías y civiles armados allanó la casa de los Cardozo. "Hilda se quedó un tiempo en Salta, porque todavía había una simpatía y un apoyo popular hacia quienes habían luchado -dice Ramón Verón-. Eso empieza a desaparecer con el miedo y con la presencia militar que va creciendo hasta desembocar en el golpe de marzo de 1976".

En principio fue a Tucumán. "Allí era peor que estar en Salta, porque ya se veía que el tema de la guerrilla rural era una excusa para hacer un ensayo de represión masiva -sigue Verón-. Entonces viajó a la provincia de Buenos Aires. Esto implicaba andar con documentación adulterada y tener que buscar trabajos poco rentables, con amigos o empresas que no requirieran tantos antecedentes".

Según recuerda su ex compañero, "como a muchos jóvenes de aquella época, a Hilda no le importaba la cuestión del consumismo y de acaparar cosas. Se veía la revolución como algo próximo, una cosa que estaba cerca no sé si en tiempo pero sí al alcance e incluso se lo soñaba vivir".

En septiembre de 1976 ocurrió un hecho decisivo. "En Moreno, provincia de Buenos Aires, ella presencia el operativo de secuestro de Gladys Porcel, su amiga de la infancia, que estaba entonces embarazada y nunca volvió a aparecer. Ella queda muy impresionada, pero así y todo permanece en Buenos Aires".

En 1977 Hilda Cardozo llegó a Rosario. "A la vez viajaba a Córdoba o Buenos Aires, porque la idea era sostener a los compañeros que quedaban con alguna ayuda material o moral. Pensaba que la cosa estaba mal pero podíamos aguantar".

En Rosario el FRP reunía a trabajadores metalúrgicos, docentes, obreros del frigorífico Swift. "Rosario parecía una zona segura -dice Verón-. Ella militaba en lo que es barrio Las Delicias, barrio Plata. Se hacía una difusión de prensa gremial, en forma clandestina, y un sostenimiento social ante tanto terror y tantas pérdidas, porque cada compañero que conocimos en el cordón industrial fue un compañero más. Y ella también daba apoyo escolar, en contra de las medidas de seguridad: eso era llamativo, algo que no se hacía más, porque cualquiera que hacía una actividad solidaria se convertía en sospechoso".

Hilda no perdió el contacto con sus padres. "Algunas cartas las mandaba desde Rosario a Córdoba y de ahí llegaban a Salta, no a la casa de los padres sino a la de otra familia. Si la descubrían, era una carta que había salido de Córdoba. Eran las mínimas medidas de seguridad que se tomaban en ese tiempo", recuerda Verón.

En sus últimas cartas. Hilda Cardozo contó a sus padres que pensaba abandonar el país. Pero el 13 de mayo de 1978 fue detenida junto con Verón en Mangrullo 5220. Los familiares acusaron a un teniente del Ejército de apellido Fernández, al teniente Daniel Amelong -actualmente preso en la causa de la Fábrica de Armas- y al agente de inteligencia Rubén Rébora, como integrantes del grupo de secuestradores. Verón identificó también a Carlos Isach, hoy prófugo.

Hilda Cardozo se hacía llamar Blanca. "(El represor) Eduardo Costanzo fue el que dijo que era salteña", dice Verón. El comisario Antonio Fioravanti, alias Coronel, jefe del centro clandestino Club Atlético, de Buenos Aires y quien llevaba un registro detallado de los militantes de la izquierda peronista, "fue quien la identificó por su verdadero nombre".

Como efecto de ese reconocimiento, Cardozo fue conducida a la Esma. Ese mismo mes de mayo los padres recibieron una carta anónima donde se les informaba el secuestro. En octubre de 1978 tuvieron otros datos. Ricardo Mora, un médico que había sido llevado desde La Perla a la Unidad 9, de La Plata, le reveló a Eduardo Porcel, hermano de Gladys, que había visto a Hilda Cardozo en el campo de concentración cordobés.

La desaparición de Hilda Cardozo fue uno de los casos que presentó el fiscal Julio Strassera en el juicio a las Juntas Militares. Sobrevivientes de La Perla relataron ante la Conadep y luego ante la Cámara Federal, que instruyó el proceso, las últimas horas de la joven militante.

"Llegó a La Perla en junio de 1978, durante los primeros días que comenzó el Mundial -declaró María del Carmen Pérez de Sosa-. Contó que en Rosario la torturaron una semana sin interrogarla", con picana eléctrica y punzones, y que había estado en la Esma, "con un tabique negro y en una celda pequeña". Los torturadores le decían que habían fusilado a su compañero.

Otro sobreviviente, Juan José López, recordó que Hilda Cardozo permaneció unos veinte días en La Perla y que fue trasladada -eufemismo con que los represores aludían a los asesinatos- en los primeros días de julio de 1978. "Ella demostraba estar en malas condiciones físicas, vivía con la obsesión de que la matarían en cualquier momento", dijo.

En una de sus últimas cartas, Hilda Cardozo se despidió de sus padres definiéndose como "una hija que da la vida por ustedes y por todos". Una premonición que se cumplió de la manera más trágica.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
"Doy la vida por todos", dijo Hilda poco antes de desaparecer.

Notas Relacionadas
Instantánea


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados