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 domingo, 27 de febrero de 2005  
Punto de fuga
Culturas en coexistencia
Un museo de Jerusalén promueve el respeto por la diferencia y el dialogo de los pueblos a traves del arte

Irina Garbatzky

No es necesario ser un gran erudito para saber que Jerusalén es una de las ciudades que se encuentran en el centro de varios y complejos sistemas políticos, religiosos y culturales. Sí será necesario, tal vez, determinar un tiempo de residencia en dicho lugar para experimentar este mestizaje en carne propia. Lo antiguo y lo moderno, la urbe y la montaña, lo sagrado y lo profano. Inmigrantes de todas las regiones del mundo y devotos de todas las religiones que construyen una suerte de cosmogonía particular; en donde los idiomas, los olores, las comidas y las costumbres de cada cultura conforman una superposición de identidades de muy difícil delimitación.

Jerusalén, la ciudad de la paz, unas veces y la ciudad de la furia, otras, ha sido habitada desde el tiempo más remoto por los pueblos más diversos de Oriente y Occidente. En este sentido, me sorprendí al descubrir en esta ciudad un museo que tiene pocos años de funcionamiento. Se llama "Muzeon Kav Hatefer" ("Museum on the seam", para quienes entiendan inglés). "Tefer", es la línea débil y angosta que traza un hilo de coser y me resulta complejo encontrar una correspondiente en español. La casa se ubica en la línea que dividía la ciudad antes de 1967 y pretende ser, simbólicamente, un punto de contacto entre todas las culturas que se encuentran en Jerusalén y en el mundo.

Iniciado en 1998 por la Fundación Jerusalem, la familia Von Holtzbrinck y el curador Rafi Etgar, el Museo fue construido como el primero en su especie en Israel para trabajar con temas como el diálogo, el entendimiento, el respeto por el otro.

Su vía es el arte. Las obras utilizan todo tipo de recursos disciplinares: lo conceptual, lo visual, lo sonoro, el video y las instalaciones. Están realizadas por nueve artistas de distintos países, desde Osaka hasta París. Construir una cultura del respeto por la diferencia y del diálogo es una empresa algo más que notable, en un mundo donde la violencia se ha vuelto la única opción para resolver los conflictos sociales, étnicos, políticos, económicos. La muestra, armada en su mayor parte por estaciones multimedia, lejos de apaciguar, inquieta y moviliza al visitante posicionándolo críticamente ante la realidad que observa. Lo conmina a participar. Me encontré en una habitación llena de orejas con un tubo telefónico multiplicado por número millón. Al levantar cualquier auricular escuché en todos lo mismo: nada. O lo que es igual, miles de insultos y gritos superpuestos. Videoclips sobre la violencia armados con diferentes técnicas no pretenden hacer de ella un placer del morbo o un efecto estético, sino debatir sobre lo que existe, en un lapso muy corto de tiempo. "Ze lo ani", dice una voz al final y significa: "No soy yo", devolviendo a todos los que sufren a diario conflictos raciales, militares o étnicos, la responsabilidad de mirar al otro como un ser humano.

"Diferentes organizaciones internacionales que se ocupan de la educación para la tolerancia y la coexistencia encuentran en el museo una plataforma para hacer seminarios y simposios con contenido académico y educativo", dice su portal: http://www.coexistence.art.museum.

Si la construcción del Oriente como conceptualización de lo exótico y extraño fue un invento de Europa en un determinado período de la historia, en la actualidad la traslación permanente de las fronteras de un extremo al otro trasciende cualquier "exotismo" cultural. En la misma Jerusalén llega a ser un fenómeno cotidiano. Pensar fronteras en esta ciudad es algo verdaderamente complejo. Son de un modo visibles, y son imposibles, por otro lado.

La intolerancia de las diferencias culturales y las guerras en nombre de la destrucción de un "demonio bárbaro", han llevado a las muestras de Coexistence a Viena, Belfast, Zurich, México D.F. y Sarajevo, entre otras ciudades. Las fotografías de cada exhibición no las muestran en lugares recónditos o cerrados, sino en medio de la calle, a la vista de miles de personas. El esfuerzo por llevar las reproducciones a centros culturales de todo el planeta es constante, en tanto el arte es visto como el medio de expresión más eficaz para despertar la conciencia en lo que respecta a las condiciones de vida de desigualdad, intolerancia y violencia. "Creemos que justamente en esta época las organizaciones sociales están obligadas a buscar nuevas vías de acercamiento a la comunidad para la discusión sobre la coexistencia", dice su curador.

En la entrada a la casona, sobre un balcón que ha conservado a propósito los residuos de la guerra, se ve un cartel enorme con una imagen sobre un césped, color verde inglés. La inscripción reza: "0,5 m de Coexistencia".
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Las obras del Muzeon Kav Hatefer se exponen en la vía pública.

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