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 domingo, 27 de febrero de 2005  
Trastornos del pánico: Vulnerables al miedo

El tratamiento de pánico involucra ataques repetitivos e impredecibles de intenso miedo acompañados por síntomas de ansiedad en el cuerpo que pueden durar minutos u horas. Cuando una persona sufre continuos ataques o siente una fuerte ansiedad por miedo a tener otro, se dice que sufre de trastorno causado por pánico. Por lo menos 4 o más de los siguientes síntomas se presentan abruptamente:

* Temblor o estremecimiento.

* Palpitaciones, taquicardia.

* Dolores en el pecho.

* Vértigo, mareo, náuseas, malestar estomacal.

* Dificultad para respirar.

* Hormigueo en las manos.

* Sudoración, escalofríos.

* Sensación de estar soñando o deformación de la percepción. Sentimiento de irrealidad.

* Sentir que algo horrible va a pasar y que uno no puede evitarlo.

* Miedo de perder el control y hacer algo que cause vergüenza.

* Temor a morir o enloquecer.

La persona se siente mal y no sabe por qué lo que genera más ansiedad y, por lo tanto, mayor angustia exacerbando los síntomas. Por lo general al ataque de pánico se lo considera una de las situaciones más penosas que se puede experimentar (la causa exactamente se desconoce pero existe una clara influencia en la herencia).

Las investigaciones hallaron que si en la familia hay un integrante que lo ha sufrido hay mayores probabilidades de que el resto pueda padecerlo. Esta vulnerabilidad se traduce en un aumento de alerta que produce actividad y descarga de noradrenalina en distintas áreas del cerebro (este trastorno se presenta el doble en mujeres que en hombres). La persona afectada vive con temor a otro ataque y es posible que no quiera estar sola o alejada de la asistencia médica.

Los síntomas por lo general comienzan a los 25 años, y aunque pueden presentarse en niños, no suelen diagnosticarse hasta que sean mayores. Las personas que lo padecen generalmente se someten a evaluaciones médicas para síntomas relacionados con un ataque cardíaco u otros exámenes antes de que se haga el diagnóstico de trastorno de pánico, ya que a menudo piensan que van a sufrir una descompensación.

Este trastorno es diferente a otros tipos de ansiedad porque se presentan inesperadamente, sin causa alguna y frecuentemente causan incapacidad. Si las crisis se repiten, la persona que no encuentra una explicación y asustada por lo que le está ocurriendo comienza a desarrollar una serie de comportamientos secundarios como estar constantemente preocupada por las consecuencias: sufrir un infarto o la ruptura de una arteria, volverse loco, entre otras.

Dentro de estos comportamientos secundarios están las llamadas conductas evitativas que se pueden desarrollar: miedo a estar solo fuera de la casa, viajar, estar en lugares concurridos, usar transporte público, tomar un ascensor, hacer colas en los supermercados o bancos.

De esta manera se suman a la crisis de ansiedad diversos tipos de fobias que afectarán aún más la calidad de vida ocasionando problemas en el trabajo y en la cotidianeidad.


Algunos tratamientos
Los ansiolíticos o antidepresivos suministrados por un médico, y las terapias cognitivas se han usado con éxito para tratar este trastorno porque actúan sobre el sistema nervioso central reduciendo la ansiedad y los síntomas.

Los ansiolíticos, por lo general, están asociados con dependencia y adicción: lo ideal es utilizarlos en forma temporal. Los medicamentos más utilizados son los antidepresivos (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) porque existe una teoría que dice que algunos pacientes con pánico se diferencian por la afinidad en la captación de la serotonina ( hiperactividad de serotonina a nivel periférico y disminución a nivel del sistema nervioso central). Esto explica el efecto beneficioso de los antidepresivos recaptadores de serotonina que aumentarán los niveles.

Deberá descartarse que estas crisis no sean debido al consumo de sustancias (droga ilegal o medicamentos) ni a enfermedades como disfunción de la glándula tiroides o paratiroides, enfermedades convulsivantes, arritmias cardíacas o prolapso de la válvula mitral.

La dependencia con los ansiolíticos es una posible complicación para el tratamiento porque el paciente puede sentir necesidad de suministrarlos con el fin de poder desenvolverse como lo hacía habitualmente antes de tomarlos y evitar los síntomas de abstinencia. La dependencia (no es lo mismo que la adicción) es el uso compulsivo a pesar de sus consecuencias negativas. Las dos a menudo se presentan juntas pero la dependencia en sí no siempre es un problema.

Como dijimos anteriormente la medicación (ansiolíticos, antidepresivos) usada en forma temporal y supervisada por profesionales idóneos puede ser de gran ayuda. Se debe buscar asistencia médica si el pánico interfiere con el trabajo, las relaciones interpersonales o la autoestima. La terapia del comportamiento comprende técnicas de relajación como entrenamiento en la respiración para evitar la hiperventilación ya que algunos expertos han encontrado en pacientes que padecen trastorno de pánico, tasas de respiración más altas que las normales y al bajar el grado de agitación con un entrenamiento adecuado, automáticamente, se disminuyen los síntomas. Se trabaja con imágenes mentales agradables, y reestructuración cognitiva.

La terapia cognitiva puede ayudar a identificar posibles disparadores para los ataques que pueden ser un pensamiento, una situación, o algo como un pequeño cambio en los latidos del corazón. Una vez que el paciente entiende que la crisis es independiente del disparador, éste empieza a perder el poder para inducir un ataque.


Apoyo y contención
Un tratamiento muy efectivo es la exposición "en imaginación o vivo" que supone romper una situación de miedo en partes más pequeñas e ir superando cada una de estas pequeñas partes. Con esto se ayuda a los pacientes a ser menos miedosos exponiéndolos, gradualmente, a aquellas situaciones que temen.

La consulta psicológica y las técnicas terapéuticas también pueden ser útiles, además de los ansiolíticos o antidepresivos. En algunos casos sería necesario incluso medicamentos cardiológicos como betabloqueantes, por supuesto, también administrados por un profesional capacitado. El ejercicio, las horas de sueño adecuado y las comidas programadas a horas regulares pueden ayudar a reducir la frecuencia de los ataques. Preferiblemente se debe reducir o suspender el consumo de cualquier estimulante como cafeína o alcohol porque pueden inducir o empeorar los síntomas.

Es importante que el paciente no espere a sufrir muchas crisis para consultar con un profesional, que sienta que no está solo para superar, gradualmente, sus temores. Además, siempre que sea posible, encontrar a alguien del entorno que lo comprenda brindándole apoyo y contención es un aporte valioso para el tratamiento.

Patricia Meronihogan

Psicóloga clínica
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