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 domingo, 20 de febrero de 2005  
Boxeo: Aprender a los golpes
Sebastián Luján debe capitalizar la enseñanza que le dejó la derrota ante Margarito

Cuando la oreja izquierda de Sebastián dijo basta llegó el tan ansiado final que sólo la guapeza del peleador de Puente Gallego había prolongado. Por entonces, Luján había comprobado en cuerpo propio las enormes bondades técnicas de Antonio Margarito. El mexicano de Tijuana no responde a las características históricas de los fajadores de aquel país, pero sí a la riquísima historia azteca en el deporte de los puños. Lo fue consumiendo de a poco, demoliendo cada intento de Pimienta, que ya sobre el final del tercer round mostró síntomas de incomodidad.

Aquella irreverencia de la tercera vuelta, cuando lo invitó a pelear, no fue un buen anuncio. Es que hasta allí nada de eso había hecho falta. Luján había ganado el segundo round y el mexicano, muy estático por entonces, había comprobado el poderío de los golpes del rosarino.

El combate terminó por entonces. Aquella invitación de Iron pareció el timbre de un despertador para Margarito. Allí comenzó una demostración cabal y descarnada de cómo manejar una pelea ante un adversario cuyos recursos casi se extinguen en la violencia de sus puños.

El trabajo al cuerpo minó a Seba y hasta desdibujó su imagen porque pareció sin piernas demasiado temprano en el desarrollo. Es que Margarito martillaba y martillaba sobre la zona baja.

Fue en el décimo, pudo ser un par de rounds antes. Es igual.

Más allá de la derrota, el salto de calidad del primer boxeador rosarino de la historia que subió a un ring para pelear por el título del mundo, fue inmenso.

La enseñanza irá metiéndose en la cabeza de Seba y la remuneración llegará con el paso de las peleas.

Recibió casi un obsequio por la negativa de Carlos Baldomir y no dejó pasar la oportunidad. Después, la cruel realidad le dio unos cuantos golpes. Pero el aprendizaje es lo que cuenta.

Sebastián debe capitalizar la derrota ante Margarito para ratificar su predominio en el ámbito nacional y esperar una próxima chance mundialista.

Ese debe ser el principal beneficio que Luján y los suyos deben tomar de la derrota con Margarito. Es probable que para ello haga falta que el tiempo cicatrice las heridas. No sólo las que Iron tuvo en su oreja, sino las que se producen cuando una ilusión alimentada por el esfuerzo, el profesionalismo, la contracción al trabajo y la guapeza se desvanece en un puñado de rounds.

Los días servirán para convencer al grupo. Fue una caída frente a un gran campeón, de mayor experiencia y con una ventaja física determinante.

Margarito mide lo que Carlos Monzón, pero compite en welter, dos categorías menos que la del fenomenal Pelusa. Ese es un argumento válido que no debe ser considerado como una excusa. Quizás en el debe quedará una estrategia no demasiado adecuada para achicar las distancias y trabajar en la corta, el negocio de Pimienta.

Pero ya está. Fue una derrota que debe mutar en experiencia pura. Basta con recorrer las estadísticas de varios campeones mundiales argentinos que fracasaron en su primer intento y después llegaron a la cima. También se debe aprender de los que no eligieron el momento ni el rival apropiados y tampoco volvieron a tener chances.

En cualquier caso, nadie le quitará a Sebastián Luján, Pimienta para los íntimos y Iron para la tele, el título de ser el primer rosarino de todos los tiempos en pelear por un título del mundo. Esa corona debe ceñírsela sólo él. Y jamás deberá exponerla.
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Luján mira el infinito tras el final del combate. Deberá luchar por otra chance.

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