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 domingo, 20 de febrero de 2005  
Juegos compartidos

Desde el primer día el bebé nace en un mundo socializado del cual depende, por eso necesita de la presencia de los padres y seres queridos para crecer y aprender: tanto el reconocimiento como la estimulación que se le brinda son fundamentales para su desarrollo, y fundan los cimientos de una personalidad íntegra.

Cuando se juega con el pequeño no sólo se comparte un momento de diversión, sino que se le proporciona enseñanzas sobre su entorno y sobre sí mismo. Jugar para él es aprender formas, texturas de los objetos, cómo funcionan las cosas y resolver problemas cada vez más complejos. Por ejemplo, al tirar una pelota se da cuenta que rebota, rueda, suena, descubriendo el concepto de causa efecto.

Los juegos le ayudan a conocerse, a comprender mejor sus sentimientos, posibilidades y miedos porque aún no cuenta con un lenguaje fluido para expresarse. Los bebés para aprender necesitan "vivir" cada experiencia con todos sus sentidos, probarla, repetirla una y mil veces para familiarizarse y dar un paso más en el aprendizaje.

Pero de quien más aprenden en su primer año es de los padres (principales referentes). Al compartir momentos de juegos con el bebé se le transmite seguridad: sentimiento fundamental para que adquiera confianza en sí mismo (el niño observa y mucho de lo que aprende es por imitación). Tanto cada etapa como cada logro están en íntima relación con lo que le se le brinda a diario en cada detalle.


Títeres o máscaras
Todos los pueblos primitivos han utilizado en sus ceremonias diversos modos de personificación: máscaras, títeres y ornamentaciones con carácter mágico. El hombre prehistórico se servía de muñecos para depositar fantasías que deseaba cumplir o para protegerse contra los peligros. Particularmente para el niño pequeño los títeres ejercen una fascinación irresistible con su sola presencia. Un bebé seguramente reaccionará dirigiendo su mirada hacia el personaje, con una sonrisa o con el cuerpo e intentará contactarse con él.

Jugar con el bebé por medio de títeres es una experiencia creadora y enriquecedora tanto para los padres como para el pequeño porque favorece el fortalecimiento del vínculo, la transmisión de afectos y una comunicación mutua de mensajes que van mucho mas allá de las palabras. A través de la escenificación con títeres, el niño puede poner en práctica su creatividad e imaginación, desplegar su personalidad, proyectar y transitar situaciones como el nacimiento de un hermanito.

Poner cara a sus emociones le permite entenderlas con mayor facilidad ya que a través del juego puede reunir experiencias u objetos de la realidad exterior y utilizarlas al servicio de sus propias necesidades. Los títeres tienen el poder de "cobrar vida": de escucharnos, hablarnos, hacernos reír y también llorar. Invitan a un mundo de fantasía donde todo es posible, pero sobre todo donde nos es posible ser nosotros mismos.

Carolina Micha. Psicóloga especialista en desarrollo y estimulación.


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