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 domingo, 21 de noviembre de 2004  
Ernesto Sábato, según el Nobel José Saramago

"Entre el temor y el temblor en que nuestras vidas discurren, la tuya no podía ser una excepción. Aunque quizá no se encuentre en los días de hoy una situación tan radicalmente dramática como la tuya, la de alguien que, siendo tan humano, se niega a absolver a su propia especie, alguien que a sí mismo no se perdonará nunca su condición de hombre. No todos te agradecerán la violencia. Yo te pido que no la desarmes". Ese fue el tono del brillante discurso con que el premio Nobel de literatura, José Saramago, homenajeó a Ernesto Sábato, y donde no sólo recordó sus primeras lecturas de "El túnel", sino también el primer encuentro que mantuvieron los dos escritores.

Así, Saramago recurrió al recuerdo de las reuniones con amigos en un ya desaparecido café de Lisboa (Portugal), hacia finales de los años 50 donde se hablaba "de libros en voz alta y de política en voz baja, por razones que, tanto en el primer caso como el segundo, no necesitan mayor explicación". Entonces recordó los debates que por entonces mantenían los defensores de la literatura francesa, con quienes despuntaban su amor por la inglesa y norteamericana.

Había también "un compañero algo excéntrico que tenía sus amores culturales en otros puntos del planeta -dijo Saramago- que se nos aparecía en el café con brazadas de títulos y de nombres, y los lanzaba sobre la mesa como flores exóticas, entre las tazas y los ceniceros".

Entre esos títulos y esos nombres estaba "El túnel" y "la intuición inicial de que me encontraba ante un autor trágico y al mismo tiempo eminentemente lúcido que, además de ser capaz de abrir caminos por los corredores laberínticos del espíritu de los lectores, no les consentía, ni siquiera durante un sólo instante, que desviasen los ojos de la esquina más oscura del ser".

El primer encuentro con el escritor confirmaría, luego, esta impresión que Saramago dejó en "Cuadernos de Lanzarote" al describir la voz de Sábato como "un río negro hacia el cual, poco a poco, yo mismo, todavía sujeto a la orilla, iba resbalando".

"Hoy, Ernesto, aquí estamos una vez más, y ha sido a mí, escritor portugués y amigo tuyo, a quien le ha cabido el honor inestimable de verse elegido mensajero, no ya de todos cuantos han venido a Rosario a celebrar los fastos de la lengua castellana y a ampliar las avenidas de su futuro, sino también (que me sea perdonada la presunción) de cuantos, fuera de estas paredes, en Argentina, en América, en el mundo, te admiran y respetan, leen tus libros, escuchan tus palabras y contigo mantienen el mejor de los diálogos, el de las conciencias", concluyó.
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