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 sábado, 20 de noviembre de 2004  
Las paradojas que impone la globalización

Pablo Díaz De Brito / La Capital

Por esas paradojas cruelmente irónicas que impone la actual etapa histórica, la de la mundialización capitalista o globalización, hombres que vienen de la tradición de la izquierda más ortodoxa acaban de cerrar acuerdos de liberalización del comercio que serían la envidia de José Alfredo Martínez de Hoz y la Escuela de Chicago. Ocurrió en Brasil, donde el presidente Lula, fundador del PT y del combativo sindicato metalúrgico de San Pablo, desoyó al poderoso lobby industrial paulista y concedió a China el estatus de "economía de mercado", con todo lo que esto implica según las reglas de la OMC.

Un presidente que proviene de la tradición sindical de la izquierda latinoamericana más emblemática como Lula hizo lo que su predecesor, el centrista Fernando Henrique Cardoso, con su programa de medida apertura y privatizaciones en dosis, no pudo o no quiso: torcerle el brazo al lobby empresarial-sindical más poderoso de América latina. Pocas horas después, algo similar ocurría en Argentina, con setentistas -impenitentes cuando de mera retórica se trata- que firmaban también la concesión de "economía de mercado" al país representado por el mandatario comunista Hu Jintao.

En resumen: antiguos militantes de los 70 que habían soñado con el socialismo realizado firmaron acuerdos con un presidente comunista en los que se reconoce al país de éste como una economía capitalista plena, según las normas liberales de la OMC, una de las bestias negras de la izquierda mundial.

La firma de un acuerdo similar en Chile por el socialista Ricardo Lagos, quien ya anticipa que además no tardará en firmar con Beijing un TLC como el que firmó con los EEUU de Bush, no despierta tanta sorpresa por la reconocida evolución de la dirigencia chilena, que ha desechado como trastos viejos a las nostalgias setentistas hace ya largo tiempo.

Esta doble paradoja, de una país aún nominalmente comunista que busca como objetivo estratégico de su política exterior ser reconocido como economía de mercado, y de una dirigencia política latinoamericana de centroizquierda con pasado de izquierda revolucionaria que pone la firma en acuerdos que liberan el comercio en niveles impensables hasta hace muy pocos años, resalta algo que, como más de una vez se ha dicho en estas columnas, un buen lector de Marx debería saber muy bien: que las tendencias históricas de fondo, como la globalización, no se pueden frenar ni combatir frontalmente. Como mucho se pueden morigerar, siempre que esto se considere deseable y que, como EEUU y Europa, se tengan los recursos para hacerlo, pese a las distorsiones que estas políticas siempre crean. Esto lo saben muy bien Hu Jintao y la cúpula del PC chino. Y lo saben desde hace mucho, al menos desde los tiempos de Deng. Ahora parecen estar aprendiéndolo a golpes de realidad los dirigentes latinoamericanos.
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