Año CXXXVII Nº 48577
La Ciudad
Política
Economía
Opinión
Información Gral
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Educación
Campo
Escenario


suplementos
ediciones anteriores
Salud 17/11
Autos 17/11
Turismo 14/11
Mujer 14/11
Economía 14/11
Señales 14/11

contacto
servicios
Institucional

 sábado, 20 de noviembre de 2004  
El cazador oculto: La herencia de un pasado negro

Ricardo Luque / La Capital

Rosario se puso linda. Sí, es cierto, un poco por el Congreso de la Lengua, un poco por el "boom de la soja", la ciudad experimentó cambios que disfrutan los rosarinos y atraen, aunque usted no lo crea, a numerosos turistas que, sobre todo los fines de semana, andan de aquí para allá dejándose sorprender por las bellezas que siempre estuvieron ahí, al alcance de la mano, y que ahora, lustradas con esmero, exhiben sus mejores brillos. Lo curioso es que, más allá de los esfuerzos por venderla como una "gran capital de la cultura", Rosario en los últimos tiempos se hizo conocida por un local de nombre florido y dudosa fama que anima las noches en las cercanías de la terminal de ómnibus. Y, al buen entender de los hombres que conocen el pasado prostibulario de la ciudad, parece que no hay nada de extraño que sea así. Eso fue lo que deslizó Daniel Briguet durante la presentación de la cuarta edición del libro de Héctor Zinni y Rafael Ielpi "Prostitución y rufianismo", realizada en los altos de Homo Sapiens. Con aires de entendido, el comunicólogo, uno de los pioneros de la colonización de Pichincha Hollywood, llegó temprano y aprovechó para compartir una animada charla con Chiquito Reyes en el café de la librería. ¿Compartían recetas para combatir la caída del cabello? Es difícil saberlo, hablaban en susurros. En una mesa contigua, Jorge Boasso reía a carcajadas tratando de llamar la atención. Lucía traje gris, corbata verde agua y un dorado caribe que hacía sospechar secretas visitas a la cama solar. A su lado Gabriel Riestra, que miraba a su alrededor preguntándose si alguien se dignaría a comprar un libro, estaba blanco como si hubiera visto un fantasma. Y no es para menos. Una mujer de ojos claros, elegante chaqueta de cuero y modales de alta sociedad acababa de pedirle un libro del Bigote Acosta. ¡Y no lo tenía! Se quería matar. Tanto como Perico Pérez, que llegó enfundado en un larguísimo impermeable negro igualito a los que usaban los Soda Stereo en los 80 y tuvo que aguantar estoicamente las cargadas futboleras que le disparaba desde que llegó Don Vicente Cuñado. Una canallada.
enviar nota por e-mail
contacto
buscador


cartelera
  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados